pIENSO que somos un pueblo con identidad propia en el conjunto de los pueblos de Europa, depositario de un patrimonio histórico, social y cultural singular, que se asienta geográficamente en siete territorios actualmente articulados en tres ámbitos jurídico-políticos diferentes ubicados en dos estados. Un pueblo con voluntad de seguir siendo. Estimo que Euskadi tiene derecho a decidir su propio futuro, tal como se aprobó por mayoría absoluta el 15 de febrero de 1990 en el Parlamento Vasco y de conformidad con el Derecho de Autodeterminación de los Pueblos, reconocido internacionalmente, entre otros, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Así lo manifiesto porque honestamente así lo creo y pienso, sabiendo de antemano que para los gustos se hizo precisamente la multicolor gama del arco iris.
Como nacionalista pienso que el autogobierno vasco ha de cumplir siempre con precisión fundamentalmente tres características: poder real suficiente para garantizar la identidad colectiva vasca en todas sus manifestaciones, poder suficiente también para desarrollar el potencial económico de Euskadi y capacidad organizativa suficiente para poder articular una sociedad vasca solidaria, equilibrada, justa y cohesionada. Y por ello apuesto por un futuro estatus jurídico-político que permita al Pueblo Vasco responder a estos objetivos nacionales irrenunciables. Aspiro sinceramente a que sea posible una relación libremente consentida y amable con España, seguramente no la ideal, pero sí la suficiente con la que poder afrontar avanzando respecto a lo existente con los tres básicos y vertebrales objetivos antes mencionados.
Desde el nacionalismo histórico vasco, desde el compromiso de más de un siglo de apostar por Euskadi y sus personas, con su antorcha democrática cual testigo en mano, desde los que creemos y sentimos que Euskadi es nación vasca, patria de los vascos, pueblo con derecho a dibujar los perfiles de su presente y futuro de la mano de su propia pluma, habría que recordar que decidan lo que decidan el Congreso de Diputados de Madrid, el Senado de la Villa y Corte, los Tribunales Constitucionales y Supremos españoles de turno, pero que mientras las urnas vascas así lo manifiesten, y así lo hacen machaconamente por encima de trampas, tretas y argucias tecno-legislativas a la carta de los intereses más carpetovetónicos y rancios de la piel de toro, somos una nación, Euskadi, la nación vasca.
Y desde esos principios y objetivos, habrá que recordar a quien quiera escuchar y entender, que por encima del cansancio, de las incompetencias, e incluso, de las provocaciones ajenas y de los errores propios, los vascos afirmamos que conformamos una colectividad histórica con voluntad de perdurar en los siete territorios vascos, insulares y peninsulares. Afirmamos legítimamente que independientemente de los avatares de la historia, de la pequeña y de la más grande, somos una nación, la nación vasca, Euskadi. Habrá que recordar a unos y a otros que a pesar de las cizañas electorales, del desdén, de la incomprensión y del menosprecio de los arrogantes del poder central queremos seguir siendo una nación. Que nadie se lleve a engaño, ni dentro ni fuera de Euskadi.
Habrá que afirmar que aún la distancia entre la clase política y la gente, aún los ridículos y desatinos propios y ajenos, los vascos no aceptamos, ni aceptaremos que nos tomen el pelo y que se pasen por el forro aquello que votamos como reflejo de nuestra voluntad política de querer seguir siendo nación vasca. Y ante los que nos dicen que no somos ni pueblo ni nación, sino solamente ciudadanos incoloros, transparentes, neutros, insípidos, incoloros, incluso sosos que no llegamos ni a la altura del pulpo Paul, habrá que contestarles que la nación vasca no es tan solo una idea perfectamente legítima que se nos concede graciosamente desde Madrid, que no es una ficción construida por políticos y poetas, sino que la nación vasca somos personas de carne y hueso con voluntad de serlo.
Les respondemos manifestando que no somos figuritas de un pesebre pintoresco que se monta y desmonta en la salita del hogar. Las gentes vascas somos hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de ahora mismo, distintas a las de hace 30 años y a las de 300, personas conscientes, pensantes y actuales que pagan sus impuestos. Somos, queremos democráticamente seguir existiendo sin ningún tipo de vigilancia. Somos una nación plural en su composición, y somos también perfectamente conscientes que no todos los ciudadanos vascos, son, somos nacionalistas.
Y ante los adalides del pensamiento único, ante los acaparadores del monopolio total del españolismo patriótico esencialista y ante los que contraponen "normalidad" frente a reivindicación de más autogobierno e "identidad" frente a bienestar de los ciudadanos habrá que volver a manifestar que no admitimos amputación y maltrato alguno a la verdad, al sentido común y a la inteligencia de la estructura neuronal. Manifestar que no admitimos que lo "moderno" sea siempre la españolidad, y "atraso" el nacionalismo vasco, que España sea única, indisoluble e incompatible con las díscolas naciones periféricas que se empeñan en reinventar, una y otra vez, España.
El reto del nacionalismo vasco, el reto de Euzko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco es claro, es encarar el futuro, responder a sus problemáticas, adecuarse y acertar. Acertar. Tenemos que seguir ganando ese futuro que ya es presente, futuro que nos pide aquello de "katea ez da eten", y ello porque creemos que somos la mejor herramienta de una sociedad, la vasca, que quiere formar parte del mundo global sin renunciar de modo alguno a su personalidad. Así pues, lo repito, debemos seguir movilizando y encauzando la centralidad de este País en el conjunto de todos sus territorios, que es sencillamente continuar organizando la defensa de los intereses de Euskadi.
El Tribunal Constitucional, sin sentido alguno de Estado plurinacional, lo he comentado más de una vez en este mismo medio, con su sentencia referente al Estatut de Cataluña no arregló nada, al contrario, lo complicó y estropeó todo, creó todo un avispero de problemas, hizo aumentar exponencialmente el número de nacionalistas en Cataluña, radicalizó al extremo sus posiciones, y puso muy en cuestión el camino constitucional a recorrer para los que creemos que tenemos derecho a decidir nuestro futuro como pueblo y como nación que somos. Pero ciertamente la leyes y sus desarrollos no se aprueban para que sean inmutables, sino para adaptarse a la realidad.
Y por lo tanto, pese a quien pese seguimos, y seguiremos, reclamando más autogobierno, voz directa en Europa y respeto exquisito y efectivo a la voluntad de los ciudadanos vascos. Estoy convencido de que el reconocimiento del derecho del Pueblo Vasco a decidir su propio futuro, el compromiso a ejercer este derecho por la vía del pacto y la negociación, el principio de consentimiento de que esta decisión debe integrar las distintas sensibilidades existentes en Euskadi bajo el amplio paraguas de un consenso suficiente, favoreciendo el diálogo multipartito y separando conceptualmente paz y política son precisamente la llave que posibilite una nueva etapa.
Hoy como ayer se trata de conseguir la capacidad para la realización de un proyecto elaborado en beneficio de la sociedad vasca. Y como lo manifesté en otra ocasión: "no, ni estamos muertos, ni somos solo una idea, somos y seremos, porque así lo queremos".