Durante las últimas semanas hemos ido recibiendo abundante información referente a Kim Schmitz, alias Kim Dotcom, fundador de Megaupload. Hemos sabido de su detención y de su estilo de vida, calificado por los medios como extravagante. Serán los tribunales de justicia quienes determinen si Schmitz es culpable de lo que se le acusa. Como eso puede llevar cierto tiempo, el FBI se ha adelantado y ha hecho lo posible para darnos a entender que Schmitz no es trigo limpio, que se trata de un miembro del crimen organizado para quien son cosa de todos los días el blanqueo de dinero y la violación de las leyes, entre ellas, por supuesto, las de derechos de autor. ¿Y cómo lo ha hecho el FBI? Fácil: mostrándonos cuánto dinero tiene.
Hemos visto su enorme mansión a las afueras de Auckland, de la que se nos ha informado que no era comprada, sino alquilada, como si eso fuera aún más grave. Nos han hablado de los veintidós coches de lujo, entre ellos Maseratis y Lamborghinis con matriculas personalizadas como "MAL" y "DIOS", de su habitación del pánico, de su gusto por los trajes caros. Nos han mostrado fotos suyas en aviones privados y acompañado de modelos. Y no hay que olvidar que está muy gordo, lo que hace que la compañía de las modelos sea más sospechosa todavía. En definitiva, Kim Schmitz parece un malo de película de James Bond.
Pero en realidad todo esto solo demuestra, a priori, una cosa: que Schmitz alberga todos los defectos de un nuevo rico. El FBI, ayudado por los medios de comunicación, ha explotado una generalizada creencia popular, especialmente extendida en estos días: si alguien tiene dinero, lo ha conseguido aprovechándose de los demás. Schmitz tenía un Cadillac de 1950 de color rosa, y ese no es el tipo de coche que se compra una persona honrada, parecen decirnos. Por supuesto que sí se lo compraría. Basta con que tenga dinero y un dudoso buen gusto.