Pachi Nadie
Comienzo la semana, como siempre, barajando varios temas sobre los que escribir esta columna semanal. Nuestra actualidad política es generalmente tan jugosa que no resulta extraño barajar tres o cuatro asuntos sobre los que redactar unas líneas. Confieso que varios de estos temas se están quedando en el tintero a pesar de que a la altura del lunes mi voluntad de escribir sobre ellos parece inquebrantable. Lo cierto es que me apetecería mucho aparcar por un momento las incapacidades de la actual cúpula de Lakua y hablar de esos asuntos que, a pesar del transcurso de los días, siguen de plena actualidad, pero no hay forma de acabar hincándoles el diente.
Y es que llegado el martes o como mucho el miércoles, todo salta por los aires en cuanto le ponen un micrófono delante a Patxi López, el exhibicionista y negligente capitán de ese Costa Concordia varado en Ajuria Enea. Ocurrencia tras ocurrencia, podríamos decir sin miedo a equivocarnos que el de Portugalete es una mina, dejando a la altura del betún al propio Antonio Molina.
Quién iba a pensar que fuera nada más y nada menos que Federico Jiménez Losantos quien le colocara el apodo más grande jamás adjudicado en política y acertara plenamente, muchos años antes incluso de que el jarrillero ejerciera al frente del Gobierno. Claro que a don Federico le movía entonces el resentimiento al ver que Patxi López le quitaba la silla a Nicolás Redondo Terreros para ponerse él. Lo que quieran, pero Jiménez Losantos se llevó el premio gordo: Pachi Nadie, le llama desde mucho antes de que los demás tuviéramos oportunidad de darnos cuenta y es justo reconocerle el mérito. Como también es justo reconocérselo al lehendakari Ibarretxe cuando ya en el año 2009, y una vez transcurridos los 100 días de gracia de rigor, acuñaba el término de que el Gobierno vasco "ni está ni se le espera", que se ha convertido en la descripción más concreta y acertada del ejecutivo del citado Pachi Nadie.
Esta semana, ha tocado la perla en la presentación de un libro que recoge varias de las conferencias organizadas durante el pasado año por la Fundación Rubial. La ocurrencia semanal ha sido pedirle a la Diputación de Bizkaia que una sus fuerzas a las del Gobierno vasco para hacer frente al problema del desempleo en nuestro Territorio Histórico. Vamos, que la cigarra que se ha pasado los tres años de su mandato de sarao en sarao, saltando de portada de revista en portada de revista, le pide socorro a la hormiga que lleva desde 1979 trabajando en el ámbito del empleo a pesar de que no le corresponde ninguna, ni una sola, competencia en la materia y que lo ha venido haciendo a lo largo de los años por pura responsabilidad con cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de Bizkaia. Prueba de ello es que a finales del pasado año, la Diputación foral ya suscribió un convenio de colaboración con el Gobierno vasco para luchar contra el desempleo con un importe de nueve millones y medio de euros. Pero este acuerdo alcanzado le debió pillar al ínclito López en alguno de sus sonoros saraos, porque al parecer no se ha enterado de ello.
Esa tradicional colaboración interinstitucional había contribuido a paliar los efectos sociales de profundas crisis a lo largo de estas décadas. Y en esa colaboración interinstitucional siempre había estado el Gobierno vasco, a pesar de que tampoco le habían sido transferidas las competencias correspondientes. Lanzo un reto a todos los lectores a que encuentren una sola discrepancia que se haya producido en el ámbito del empleo entre los tres niveles administrativos propios de nuestra comunidad autónoma entre 1979 y 2009. No se esfuercen, no han existido haya gobernado quien haya gobernado. El problema ha surgido cuando por primera vez el Gobierno vasco asume las transferencias de las políticas de empleo (transferencias que otros les han conseguido mientras ellos contemplaban la escena) y no ha hecho absolutamente nada mientras la herida del paro amenaza con desangrar nuestra sociedad.
Patxi López y los dirigentes de su partido creen haber encontrado un filón en el discurso del coste de las duplicidades institucionales. Lo que realmente demandamos como ciudadanos y ciudadanas es conocer exactamente el coste de los tres años de inactividad del Gobierno López. De ese señor que, en palabras de Jiménez Losantos, se baja del coche oficial y no sale nadie.