EL resultado del verano, de los meses de julio y agosto, habla por sí solo. Catorce años después de que se inaugurara el Museo Guggenheim Bilbao como principal apoyo de la gran transformación de la villa y en apenas una década desde que se esbozara el diseño que intuía ya el potencial de Bizkaia como oferta turística global y no ceñida al sector del negocio, aquella apuesta se ha confirmado como un acierto indiscutible e indiscutido: 151.089 turistas han visitado la capital del Territorio Histórico en esos dos meses estivales, un aumento del 120% respecto a las cifras de hace diez años. La evolución se refleja además en todos y cada uno de los parámetros que miden el turismo, desde el gasto por persona a las diferentes procedencias o el número de pernoctaciones, que también han superado el reto de las dos noches como media. Bilbao, y en consecuencia Bizkaia, ha dejado de ser un lugar de paso para convertirse en destino, ha pasado de ser la ciudad del turismo de negocio que ya era hace varias décadas merced al impulso de su actividad industrial a ejemplo de ciudad acogedora en el negocio del turismo: cuarenta millones de euros se han dejado los turistas en la capital de Bilbao en esos dos meses de verano. El cambio físico, tan profundo en la recuperación de espacios urbanos degradados como acertado en su concepción de amabilidad hacia el ciudadano, sea este autóctono o visitante, ha funcionado como espectacular continente de la reconversión de la ciudad; la propia receptividad de la sociedad, que ha roto definitivamente errados estereotipos que la tildaban de cerrada, ha sido uno de los mejores contenidos, si no el mejor, de la oferta; pero sería injusto no reconocer que la fuerte apuesta institucional, especialmente desde el propio Ayuntamiento de Bilbao y desde la Diputación Foral de Bizkaia, ha sido no solo el magma que ha aunado a ambos sino también el vehículo que ha transformado, además de la realidad in situ, la imagen que de nosotros tenían otros. La presencia continuada en los principales certámenes y citas para darse a conocer ante el mundo -Lugano, Cannes, Roma, Berlín, Barcelona, Bruselas, Miami, Shanghai o la última de Las Vegas, por citar algunos-, la inversión en equipamientos turísticos y de transporte y en posibilidades de ocio o el crecimiento exponencial de la oferta cultural han sido factores determinantes en lo que ya es un éxito innegable que, sin embargo, posee nuevos retos para la próxima década. Una vez alcanzado el actual estadio, ya no se trata tanto de exportar Bilbao y Bizkaia al mundo, al turismo, que también, sino de exportar el turismo de Bilbao al resto de Bizkaia (y de Euskadi), de diversificar la oferta y añadir a la ya contrastada para el turismo urbano que supone la capital, la del turismo de naturaleza con los mismos parámetros de calidad que aquella proporciona.