LA sociedad vasca se haya inmersa en un estado de alta preocupación ante las graves consecuencias de la crisis económica que atravesamos. No es para menos, ya que datos como el crecimiento del paro y las continuas noticias que llegan sobre la situación interna y externa no invitan al optimismo. El propio Euskobarómetro conocido la semana pasada refleja claramente esta inquietud, ya que los ciudadanos vascos colocan el empleo como el principal problema, seguido de la situación económica en general y las desigualdades sociales y el bienestar. La violencia de ETA, que durante muchos años ha sido la mayor preocupación social, ha quedado reducida a un tercer plano. Tras varios meses sin atentados y quizá influidos por el innegable éxito electoral de Bildu, los vascos se han acostumbrado a la aparente normalidad de la ausencia de violencia. Y, sin embargo, el problema aún persiste. ETA no ha desaparecido y ni siquiera ha dado muestras fehacientes de que esté pensando en el fin definitivo de su actividad armada. El próximo domingo, 31 de julio, festividad de San Ignacio, se cumplirán 52 años del nacimiento de ETA, si atendemos a su propia versión de la historia. Se trata de un momento histórico clave en el que la organización armada está obligada a dar un paso decisivo, claro y contundente para consolidar un camino que pueda conducir a la paz definitiva en Euskadi. La actual coyuntura política así lo indica. El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, debe tomar en las próximas semanas una decisión trascendental, que puede influir de manera directa en el devenir de un proceso de pacificación. Un adelanto electoral a otoño acortaría sobremanera los plazos para consolidar de forma definitiva el alto el fuego. Sobre todo, si se tiene en cuenta que todo parece indicar que el PP resultará ganador en esos comicios, quizá incluso con mayoría absoluta, con lo que es más que previsible un cambio radical de política. Ahí están, sin ir más lejos, las advertencias de ayer mismo del presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, sobre una posible ilegalización de Bildu. El tiempo se agota para ETA y la izquierda abertzale tradicional. La ciudadanía vasca ni se merece ni entendería que, una vez más, se frustraran las esperanzas de paz. Por ello, ETA debe dar el paso y anunciar su cese definitivo con garantías plenas, con una decisión blindada a los distintos devenires futuros y con renuncia expresa a tutelar cualquier proceso político. Si no lo hace, deberá ser la izquierda abertzale la que imponga su criterio, su tantas veces repetida "apuesta estratégica irreversible", y exigir públicamente a la organización armada que abandone la violencia. Hace 52 años, ETA nació de forma voluntaria y unilateral. Es el momento de, con la misma unilateralidad, cerrar este negro capítulo de nuestra historia.