LA guerra desatada en julio de 1936 tras el fracaso inicial del golpe de Estado contra la República y por las dudas de los generales que la apadrinaban es, transcurridos 75 años, una capítulo no cerrado de la historia. Tres generaciones después, las heridas siguen abiertas y, sin embargo, las cunetas y fosas comunes donde quedaron enterradas miles de personas que defendían los ideales republicanos o que simplemente no respaldaban las intenciones de los golpistas, sepultadas todavía, en muchos casos, por un incomprensible desamparo institucional. A la conclusión de la contienda bélica siguieron 40 años de victoria que, aún a día de hoy, siguen pesando como un lastre del que parece difícil terminar de despojarse. Tan atadas y bien atadas dejó las cosas el general Franco... Incompresiblemente, 75 años después, como ponen de manifiesto los expertos que han colaborado en las páginas que DEIA ha venido publicando con motivo de esta efeméride, hay documentos cuya existencia es conocida pero que nunca han visto la luz y que ayudarían a clarificar muchos capítulos y desmontar otras tantas teorías. No se sabe si esos papeles se extraviaron, si los destruyeron deliberadamente o si siguen escondidos, pero como subrayan los historiadores, en pleno siglo XXI resulta muy complicado realizar una investigación en profundidad sobre, por ejemplo, las personas fusiladas. Ha sido en la mayoría de los casos la iniciativa popular la que, superando la apatía e incluso las trabas de las instituciones gobernadas por la derecha, ha tratado de poner negro sobre blanco en una fase trágica y sangrienta de la historia. La sombra del general que acabó liderando el golpe -parece más que anecdótico que los otros dos pesos pesados del alzamiento murieran en sendos accidentes...- cubre treinta años más allá de su muerte a quienes siguen teniendo problemas a la hora de condenar aquel baño de sangre o hacen oídos sordos a las justas reclamaciones de quienes perdieron a sus familiares (en una matanza nada discriminada y bien dirigida), cuyos descendientes continúan reclamando apoyo para localizar y honrar sus restos. 75 años después de aquella infamia, algunos herederos ideológicos de quienes se sublevaron contra la legalidad vigente, provocaron una guerra con centenares de miles de muertos y ejercieron una brutal e inhumana represión contra los vencidos tratan de enterrar -también clandestinamente, como lo hicieron con muchas de las víctimas en cunetas y montes- la memoria de lo que ocurrió y de reescribir la historia, lo que viene a significar mantener la falsa historiografía oficial. En Euskadi sabemos mucho de eso, porque nuestro país ha padecido en carne propia la represión más dura y ha soportado la mentira más descarnada. Han pasado 75 años, las heridas siguen abiertas y la historia todavía no ha conseguido escribir el punto final.