GRACIAS y adiós". Con este contundente y revelador titular ocupando toda la portada se despedía ayer de su millonaria audiencia el dominical sensacionalista británico News of the World tras verse envuelto en un escándalo en el que se mezclan prácticas sin la más mínima ética y quizá no exentas de materia delictiva con entramados e intereses políticos y empresariales también oscuros. La decisión del magnate Rupert Murdoch de cerrar el tabloide de mayor tirada en el Reino Unido tras 168 años de historia es la punta del iceberg de uno de los mayores escándalos periodísticos de los últimos tiempos que ha alcanzado de lleno al Gobierno por las estrechas vinculaciones de varias de las personas involucradas con el actual primer ministro, David Cameron. Las revelaciones de que News of the World había pinchado los teléfonos de numerosas personalidades del mundo de la cultura y de la realeza, a familiares de víctimas de asesinatos y de militares muertos en los conflictos de Irak y Afganistán, han revelado el deleznable funcionamiento de este grupo de comunicación que, en aras a la notoriedad pública, se ha erigido en el referente del periodismo sensacionalista. Es decir, la antítesis del rigor, la seriedad y el contraste continuo que exige la tarea de informar. El poderoso grupo de comunicación que lidera Murdoch a través de News Corporation (The Sun, The Times y las cadenas de televisión Fox y Sky) y en cuyo consejo se sienta José María Aznar, se ha caracterizado por ser la plataforma de difusión preferente de las corrientes más conservadoras, especialmente en EE.UU., donde ha dado acogida al retrógado movimiento del Tea Party. Desde su fundación, The Sun y su equivalente dominical News of the World han representado lo que se ha conocido como periodismo amarillo, pero su adquisición por parte de Murdoch derivó en una mayor degradación de sus contenidos hasta alcanzar el carácter de periodismo basura, alejado de las más mínimas normas deontológicas y con un modus operandi sometido al único objetivo de dar espectacularidad a las noticias e incidir en lo más escabroso de la actualidad. Paradójicamente, esa fue la plataforma sobre la que Murdoch instauró su imperio. Aun siendo éticamente reprobable, lo más preocupante es que ha creado escuela. Hay muchas empresas dispuestas a imitarlo. No están lejos, por ejemplo, programas de televisión y algunos periódicos considerados serios que optan por el alarmismo, la demagogia y la manipulación, confundiendo la tarea de informar con el espectáculo y haciendo de ello todo un negocio. Murdoch ha cerrado su publicación ante la imposibilidad de superar el boicot de sus anunciantes, pero no estaría de más que este hecho sirviera como punto de partida para reflexionar sobre la responsabilidad de los medios y la importancia social de la tarea periodística.
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