LA violencia machista volvió a golpear ayer con su habitual brutalidad y sus trágicas consecuencias. En Hernani y en Zaragoza, dos mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas. Como suele ocurrir en estos casos, con una violencia inusitada. Estos crímenes elevan las víctimas mortales por violencia machista en el Estado, según la contabilidad oficial, a 31. Una cifra terrible que habla por sí sola de que el fenómeno de la violencia de género continúa siendo un problema social de primer orden, pero que aún le queda mucho para su erradicación. Por ello, conviene en estos casos no olvidar que las mujeres asesinadas no son simples cifras estadísticas. Tienen nombre y apellidos, familia, amigos, compañeros de trabajo. En el caso sucedido en Hernani, se llamaban Rosario Román de la Fuente y a la espera de conocer con más detalle el historial de su presunto asesino -ya detenido-, parece claro que no era la primera vez que ejercía la violencia sobre las mujeres y tenía una denuncia previa cursada por su expareja por insultos, con lo que cabe preguntarse, una vez más, hasta qué punto los mecanismos de control y de prevención que existen son eficaces. En el crimen cometido ayer en la localidad guipuzcoana, además, está el agravante de que el autor de los hechos no solo acabó con la vida de quien por un tiempo fuera su pareja sino que también atacó a la hija de la mujer, lo que añade unas mayores dosis de dramatismo -y de machismo y violencia extremos- al suceso aunque, afortunadamente, la vida de la joven no corre peligro. Las reacciones de condena ante este nuevo crimen no se han hecho esperar por parte de las instituciones pero parecen, en cierta medida, sacadas de un manual de palabras huecas que habrá que superar. Todos -instituciones, partidos, representantes sociales, medios de comunicación y sociedad civil en general- tendremos que recapacitar sobre qué es lo que se está haciendo mal en torno a la violencia de género para que los casos, lejos de disminuir, sufran preocupantes aumentos. Es cierto que en los mensajes que se lanzaron ayer por los representantes institucionales, estos insistieron en el concepto de tolerancia cero ante cualquier tipo de violencia contra las mujeres. Hay que insistir en ese camino, en la visualización social del rechazo contundente a esta lacra, la concienciación social a todos los niveles y el respaldo absoluto a las víctimas. Pero parece que todo ello no está resultando suficiente e, incluso, se detecta un preocupante aumento de violencia machista ejercida desde las generaciones más jóvenes. A todos nos atañe seguir insistiendo por activa y por pasiva para que lo sucedido ayer en Hernani no vuelva a repetirse. En este sentido, los partidos tienen la obligación ética de incluir la lucha contra la violencia machista de forma rotunda, permanente y prioritaria en la agenda política.
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