Hans Christian Andersen publicó la fábula "El traje nuevo del emperador" en 1837 y su historia es de sobra conocida. Un emperador que se preocupa mucho por su vestuario tiene conocimiento de que se puede fabricar una nueva tela "suave y delicada", una tela que tiene una particularidad muy especial ya que resulta invisible para los "estúpidos e incapaces". El emperador "viste" su traje, del que toda la ciudad había oído ya hablar, y desfila ante el pueblo. Todos alaban el traje del emperador, temerosos de ser considerados estúpidos o incapaces, hasta que un niño grita: "¡El emperador está desnudo!".
Esta pasada semana la fábula ha cobrado vida entre nosotros. La consejera de Cultura, Blanca Urgell, y el consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, han coincidido en sus ácidas críticas al "niño grupo Noticias" que grita "la verdad desnuda", revelando que los trajes de la cultura y la sanidad quedan un poco anchos a estos dos consejeros del Gobierno. El tema ha adquirido además una nueva dimensión, porque el señor Bengoa ha confirmado en sede parlamentaria su negativa a entregar una información oficial a los grupos políticos, aduciendo que esta pudiera ser enviada a los medios de comunicación y "desnudada" por los mismos.
Lo cierto, la verdad desnuda, es que la tela que cubre a Urgell y Bengoa es tan suave y delicada que también yo, en ocasiones, pienso que ciertamente están vistiendo el traje del emperador.
Hace dos años, la consejera de Cultura se estrenó por todo lo alto en su departamento, paralizando el Plan vasco de la cultura que encontró en marcha. Lo sustituyó, es un decir, por el rimbombante Contrato Ciudadano por las Culturas (CCC), una entelequia que en la práctica todavía no ha comenzado a funcionar, y de la que los sectores culturales no tienen conocimiento, porque su efecto práctico se mantiene a cero.
El arranque elegido por el consejero de Sanidad para su "desfile" resultó aún más contundente, creó una comisión de investigación parlamentaria como primera medida conocida. Una comisión que se acaba de cerrar sin que resulte sencillo, incluso para el propio departamento, adivinar las razones que dieron lugar a su apertura. Por no hablar de la valoración de sus conclusiones, cuya aportación práctica va a lindar también el cero.
Este estilo Bengoa sedujo a Urgell, quien quiso crear también su propia comisión parlamentaria, ella no iba a ser menos. A tal efecto eligió el tema más rutilante, el Guggenheim, su "ojito izquierdo". Su tarjeta de presentación ante el Museo resultó digamos que doblemente llamativa, una combinación de crítica interna con crítica externa. En sede parlamentaria llegó a apuntar la posible presentación de acciones legales, algo que finalmente no hizo; y mientras tanto envió a su viceconsejero a Brasilia a "desmontar el proyecto Guggenheim Bilbao" ante un congreso internacional de expertos, quienes, claro está, no entendieron nada. La siguiente obsesión de Urgell se centró en la propuesta para Urdaibai del mismo Museo, un proyecto calificado como "pazguato, alicorto o mezquino", y rechazado sin más análisis que declarar que se trataba de una propuesta negativa para la cultura, para el museo y para Urdaibai. Punto, y pretendido final. No contenta con ello, se le ocurrió crear una comisión al objeto de "analizar" la renovación del contrato con la Fundación Guggenheim. La verdad que Urgell conoce pero pretende ocultar, es que esta renovación no tendrá lugar hasta el día 31 de diciembre de 2014, esto es, mediada ya la próxima legislatura.
Mientras Urgell trataba de desvestir el Guggenheim, a Bengoa se le descosía el traje por todas partes. Trató de sacar adelante un plan de reorganización de la atención primaria, sin tan siquiera intentar ningún acuerdo. Cerró de la noche a la mañana la mitad de los ambulatorios los fines de semana. Abrió el conflicto con los Puntos de Atención Continuada (PAC), que lleva más de un año enquistado. Tuvo problemas con los servicios de pediatría? Y todo ello además incumpliendo su objetivo principal, la reducción de las listas de espera, que crecen en lugar de verse reducidas, tal y como el Gobierno comprometió enfáticamente hace dos años.
La trayectoria de Urgell se sumó también a la senda del conflicto. Las dificultades para lograr el avance del proyecto Tabakalera, el cierre de Chillida Leku, la pérdida de audiencia y de credibilidad de EITB, los desencuentros con el consejo de la juventud o del euskera. La cultura al desnudo.
La verdad desnuda es que ninguno de los dos consejeros ha cumplido con los compromisos de su programa electoral. Bengoa ya ni habla de los nuevos hospitales de media y larga estancia, solo conocemos los problemas con los hospitales en Vitoria-Gasteiz. De la incorporación de 1.800 médicos especialistas y la creación de 2.000 plazas de trabajadores sanitarios ni palabra, solo se habla de los continuos conflictos con el personal de Osakidetza. No se habla de la Agencia de salud pública, de la Agencia de promoción de la salud mental o del Instituto vasco de la salud que el Gobierno se comprometió a crear.
Blanca Urgell ha olvidado la ley de acceso a la cultura, la ley de mecenazgo y patrocinio, la ley de archivos, la nueva ley de EITB, la de juventud, la de declaración de bienes culturales. Tras dos años de legislatura en el Parlamento seguimos a la espera de que su departamento remita estos proyectos de ley, de los que no tenemos noticia. Esta es la verdad al desnudo.
Todo ello acompañado además por el carrusel o "desfile" de cambios a los que nos tiene acostumbrados el actual Gobierno. El departamento de Cultura y también el de Sanidad, se han sumado también a este carrusel de ceses y dimisiones, que ha afectado desde viceconsejeros hasta directores.
Este es el balance real del que deben dar cuenta pública Blanca Urgell y Rafael Bengoa. Esta es la verdad desnuda de la gestión de la cultura y la sanidad en Euskadi estos dos últimos años. El niño ha gritado porque no ve el traje, y ante esta evidencia Urgell y Bengoa tienen dos opciones, pueden seguir tratando de vestir su gestión o pueden tratar de mejorarla. La sociedad, el Parlamento y también los medios de comunicación esperan respuestas y propuestas, porque la verdad es que los consejeros están desnudos.