Síguenos en redes sociales:

Los colores del futuro: el movimiento 15-M

Los árboles de actuaciones inexcusables no pueden ocultar el bosque de una sociedad que empieza a moverse, harta de soportar y pagar las consecuencias de los errores o incapacidades de otros. Hay un clamor social. Y es hora de empezar a escucharlo

AFORTUNADAMENTE, y en aras de que se clarifique la situación, cuando los árboles de determinadas actitudes y del deplorable ataque con violencia a los diputados catalanes en la entrada del Parlament de Catalunya de hace unos días han desaparecido de la primera línea de la escena mediática, todos hemos podido ver y constatar que hay muchos, muchísimos miles de ciudadanos hartos del actual estado de cosas y que, además, empiezan no solamente a manifestar ese hartazgo de contornos más o menos inconcretos, sino que lo van concretando en sus críticas y propuestas.

Hace mucho tiempo que comentábamos en círculos de amigos, y más todavía tras las revueltas del Norte de África, cuánto tardaría, también entre nosotros, en organizarse una respuesta popular ante la sensación de desgobierno en Euskadi -con suplantación de la voluntad popular incluida-, o ante la situación de crisis que va dejando día tras día a tanta gente sin trabajo y sin perspectivas de futuro y ante la evidencia de que, aquí y ahora, esa crisis la están pagando todos menos el sistema bancario, que se va de rositas y encima hay que reírle las gracias y aportarle fondos públicos.

Decía lo de los árboles porque, afortunadamente, son ya anécdota acampadas en las que han aparecido los okupas ideológicos de turno para que todo parezca lo que no es, o la bochornosa persecución y agresión a unos diputados de la que, con gran acierto, se desmarcaron enseguida los mentores del 15-M de Barcelona, que se han afanado en poner su propio servicio de orden.

En todas las manifestaciones, sean políticas, deportivas o de cualquier índole, siempre aparece un grupo de impresentables para montar el cirio y que todo acabe a botellazos y con destrozos de todo tipo. Un desalmado al que se le advierte que están agrediendo a un diputado ciego, y que contesta "es ciego, pero es diputado", no puede esconder lo que realmente importa, ni esa insólita imagen de diputados y gobierno entrando corriendo, o siendo objeto de violencia, o llegando en helicóptero a su parlamento puede ocultar lo que había tras ese patético decorado propiciado por reventadores profesionales de manifestaciones. Porque, finalmente, millares y millares de jóvenes, de familias enteras con carritos de niños incluidos, de jubilados, de gente en paro, mucha gente de clase media... han salido a la calle. Y todo esto lleva camino de dejar en evidencia un sistema en el que cada día que pasa resulta más palmario que los que llevan la voz cantante son unos invisibles mercados y algunos banqueros, y que bajo la excusa de la paz de los mercados se hace la guerra a una población heterogénea, que va desde empresarios a los que se niega el crédito y que se ven abocados a cerrar sus empresas, hasta familias con miembros en paro que no solamente no pueden pagar su hipoteca, sino que ven cómo los bancos se quedan sus viviendas por un 50% de su valor, y encima tienen que seguir pagándoles la hipoteca so excusa de que si no otros las pagarán más caras mientras los gobiernos les inyectan miles y miles de millones de euros a quienes no han tenido ni siquiera la decencia de renunciar ni a sus estratosféricas remuneraciones suplementarias ni a sus no menos estratosféricas pensiones, mientras a todos los demás se les recortan salarios y se les atrasa la edad de jubilación.

Constato una realidad. Cosa distinta es compartir algunos panfletos que inundan determinadas asambleas. Asambleas que, si bien es cierto que solamente con la boca pequeña han recibido tímidos gestos de interés por parte de personalidades políticas, no es menos cierto que, al menos en Barcelona, han recibido el aplauso y el apoyo entusiasta de Ciutadans, UPyD y Falange Española y de las Jons, es decir, de la derecha extrema y de la extrema derecha ultranacionalista española. No debe sorprender, si tantos y tantos medios de comunicación repetían a todas horas que los indignados estaban "hartos de los políticos y de todos los partidos" y se iban expandiendo por la red patrañas sin fin.

Por ejemplo. Que se hable de privilegios de diputados, sin ningún tipo de concreción, requiere que alguien diga que al menos en la CAV los diputados no tienen derecho a paro, ni se han votado pensiones vitalicias, algo tan rotundamente falso como generosamente extendido en mensajes en las redes sociales, por más que también sea cierto que quienes muy recientemente reunieron a sus cargos en Euskadi para hacer un acto de propaganda bajo el lema "bolsillos de cristal", ahora resulten salpicados con cobros de generosas dietas de desplazamiento mientras son trasladados en coches con escolta que pagamos todos a escote.

Que se hable tan a la ligera, por otro lado, de circunscripción única, supongo que hará felices a ultranacionalistas como los de UPyD y a todos aquellos que deben pensar que debe ser muy moderno construir, de nuevo, un Estado sobre el ninguneo de sus súbditos y sus naciones internas, todo ello en nombre de una apelación al concepto de ciudadanía que, ese sí, queda circunscrito a las inamovibles fronteras de la única e indivisible nación española.

Pero, malgré tout, hay una corriente de fondo que no se debe desdeñar. Los partidos tendrán que cambiar, o los acabarán cambiando. No es justo generalizar situaciones, porque se es injusto con mucha gente que está dando el callo en la política, como lo está mucha gente en asociaciones ciudadanas del más diverso pelaje. Pero no es menos cierto que en este mundo, cada día felizmente más horizontal, en el que la información transcurre a la velocidad de las páginas web, los e-mail, o los teléfonos móviles más modernos, poniendo en un segundo a nuestro alcance toda la información -y la desinformación- imaginable, nos vamos a encontrar con que, cada día más, la gente de la calle va a opinar y va a querer expresar su opinión públicamente.

Banqueros intocables, políticos sin escrúpulos, periodistas profesionales de la intoxicación, sindicatos de empresarios u obreros que viven a la sombra del poder... todos van a estar en el punto de mira de una sociedad que en su gran mayoría vota a los partidos políticos, pero que está diciendo claramente que hay cosas por las que no está dispuesta a pasar. Por ejemplo, que en esta crisis galopante que vivimos, sea más cierto que nunca que hay algunos que no piensan pagar factura alguna, ni estrecharse el cinturón ni nada por el estilo.

Pónganle el color que quieran a este clamor social que está brotando de calles y plazas. Pero está claro que es uno de los colores del futuro inmediato.