La reforma que aún viene
La escenificación pública de la idea de modificar la negociación colectiva sigue los pasos de otras reformas que el Gobierno socialista negó primero, cuestionó más tarde, aceptó a continuación y ha puesto finalmente en práctica
LA nítida exigencia de la canciller alemana Angela Merkel, que no es sino la traducción oral de la posición que pretende -y que acabará forzando- el eje franco-alemán, autoconstituido en columna vertebral de la Unión Europea; el apoyo expresado dos veces por el Banco de España a esa idea de ligar los salarios, es decir, la negociación colectiva, a la productividad y no al Índice de Precios al Consumo (IPC); la sugerencia del ex comisario europeo y ex ministro de economía español, Pedro Solbes, en la misma dirección; y finalmente la alusión del propio responsable de la cartera de Trabajo en el Gobierno del Estado, Valeriano Gómez, a la productividad como parte ya ahora implícitamente aceptada en la negociación colectiva anuncian sin lugar a dudas el siguiente paso en el camino marcado de las reformas socio-laborales con que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero -¿y los demás gobiernos de la UE?- está afrontando las consecuencias económicas de la crisis financiera. De hecho, la escenificación pública de la idea de modificar la negociación colectiva ha seguido los mismos pasos de otras reformas que el Gobierno socialista negó primero, cuestionó más tarde, aceptó a continuación y ha puesto en práctica después. Sucedió con la afección de la crisis global al sistema financiero español, que de ser destacado por Zapatero como el más solvente del mundo ha acabado en una reforma de la ley de cajas y un reordenamiento, aún inconcluso, del sector, afectado sobremanera por la burbuja inmobiliaria. También con la reforma del mercado trabajo, negada casi rotundamente en julio de 2009 por el entonces ministro de Trabajo Celestino Corbacho y finalmente convertida en decreto-ley el pasado 3 de diciembre. Y finalmente con la reforma de las pensiones que se cerró la semana pasada con el denominado Acuerdo Económico y Social aunque unos meses antes portavoces autorizados del Gobierno no la consideraban justificada. En este caso, después de que la pasada semana, en su peculiar visita a Madrid, Angela Merkel defendiera ligar los convenios colectivos a la productividad, el Gobierno español mostró evidentes reticencias. Pero sólo horas después, en la cumbre europea de Bruselas, Zapatero tuvo que aceptar negociar el plan de competitividad de Francia y Alemania que incluye dicho aspecto. Y ayer mismo el propio Valeriano Gómez entreabría la puerta al admitir que los salarios están relacionados con la competitividad de las empresas. Cierto es que el Gobierno, en el transcurso de las negociaciones del Acuerdo Económico y Social, aseguró a los sindicatos que no se tocaría la negociación colectiva, pero las centrales han perdido ya la posición, o la oposición, ante las reformas del Ejecutivo. Europa (también) exige modificar los parámetros de los convenios colectivos y el Gobierno de Zapatero los modificará. Es simple cuestión de tiempo.