EL Concierto Económico cumple mañana, domingo, treinta años de vida en la que podríamos denominar su tercera etapa, la era moderna y democrática avalada y reconocida por el Estatuto refrendado mayoritariamente por la ciudadanía vasca en 1979. Tres décadas de Concierto caracterizadas por un más que estimable nivel de soberanía y desarrollo económico pese a las graves y evidentes dificultades padecidas, niveles alcanzados gracias a su contribución indiscutible al bienestar de los vascos como instrumento esencial del autogobierno. Hoy, nadie entendería el autogobierno vasco sin el Concierto Económico, sin la capacidad de establecimiento de un régimen tributario y fiscal propio que permite a las instituciones recaudar y gestionar los impuestos propios. Sin embargo, como en tantas cuestiones sobre el autogobierno, no ha sido un camino fácil. Tanto quienes negociaron y aprobaron la inclusión en el Estatuto del artículo 41.1 -"Las relaciones de orden tributario entre el Estado y el País Vasco vendrán reguladas mediante el sistema foral tradicional de Concierto Económico o Convenios"- como quienes estamparon su firma aquel 9 de enero de 1981 -los entonces ministro de UCD Jaime García Añoveros y el consejero vasco Pedro Luis Uriarte- tuvieron la visión suficiente, la generosidad y la determinación de articular lo que sin duda ha sido un instrumento que ha marcado la historia reciente de Euskadi. Lo que para algunos era -y, lamentablemente, siguen pensando que es- un "privilegio", una "antigualla" casi medieval, se ha convertido en la piedra angular del autogobierno. No en vano levanta envidias en otros lugares, como Catalunya, donde CiU ha cosechado unos excelentes resultados electorales con una propuesta programática de reivindicación de un régimen similar al del Concierto vasco. Pero, pese al éxito del sistema de régimen tributario y fiscal propio durante estas tres décadas, el Concierto sigue teniendo poderosos enemigos. En primer lugar, el desconocimiento generalizado es un riesgo que debería atajarse cuanto antes. No es posible que pese a que el Concierto esté plenamente inmerso en la vida de los vascos, nueve de cada diez ciudadanos afirmen que desconocen su existencia o su aplicación. Pero hay más. La soberanía que el Concierto ofrece a las instituciones vascas sigue siendo un elemento a combatir por partidos e instituciones que no entienden el nivel de autogobierno alcanzado o tratan de reducirlo. En Europa -donde felizmente el Concierto ha alcanzado pleno encaje- saben mucho de esos intentos de PSOE y PP por rebajar la soberanía fiscal vasca. Con todo, el consenso en Euskadi sobre la virtualidad del Concierto es casi absoluto. El reto de cara al futuro es precisamente lograr una especie de Concierto Político que permita a los vascos un marco de autogobierno pleno hasta donde alcance la propia voluntad de la ciudadanía de Euskadi.