eUSKADI entera, sobremanera las casi 40.000 personas que atiborraron San Mamés, volvió a disfrutar ayer con su selección nacional de fútbol. El partido ante Venezuela finiquitó, ojalá que para siempre, un bienio negro sin el tradicional partido navideño de la tricolor. Con tanta hambre de Euskadi, el resultado casi era lo de menos. El triunfo de los de Iribar y Etxarri colocó la guinda a otra jornada imborrable en el recuerdo. El deporte igualó ayer a gente de toda edad y condición. Y demostró que Euskadi tiene tirón. Mucho tirón. Miles de personas respaldaron con su presencia la oficialidad de las selecciones vascas. Sea en fútbol, ciclismo, atletismo o cualquier otro deporte, Euskadi debería competir de igual a igual con otros equipos nacionales. Queda trabajo por hacer, es cierto. Trabajo, no demagogia ni imposibles. Paso a paso, sin prisa pero sin pausa. Por mucho que pese a los actuales dirigentes del país, este partido es mucho más que un bolo, tal como lo denominó Patxi Mutiloa, director de Deportes del Gobierno del PSE. La consejera Blanca Urgell se lo podrá contar de primera mano a Patxi López, que no acudió al encuentro pese a su condición de lehendakari -significativas tanto las ausencias como las presencias-. La respuesta de la afición -a una parte le sobró alcohol y le faltó educación- hace más inconcebible aún que los dos años anteriores no haya habido partido. Los jugadores tienen mucho que decir en este sentido. O todo. Los futbolistas de la selección ocuparon ayer un espacio privilegiado. No solo por defender la camiseta de su país, que también, sino por estar en el epicentro de la gran fiesta vivida en San Mamés. Todas las miradas, todos los gritos, todo el aliento, toda la ilusión les tenían por destinatarios. Nadie en mejor posición que ellos para sentir el calor que despierta este equipo. Nadie mejor que para comprobar cómo lo vive y cómo lo siente la afición. Cada uno de los futbolistas deberá reflexionar sobre lo que supone esta jornada. Los jugadores ya son mayorcitos como para no dejarse manipular por nadie. Estos años anteriores lo han estado. Agentes políticos externos, ajenos al deporte, y amparados en el radicalismo y en el cuanto peor mejor, han controlado y dirigido a algunos futbolistas que han actuado como cabecillas para enredar al resto. Quienes ayer vivieron la fiesta de San Mamés desde el césped tienen la llave para que esa magia continúe o no en los próximos años. Está en sus manos. Ahora sí saben qué hay en juego y que la ilusión de las miles de personas que estuvieron en el campo -y de las que no estuvieron pero lo sienten igual- depende de ellos. La decisión de cara al futuro es suya. La política para los políticos, el fútbol para los futbolistas, y la selección de Euskadi para todos -aunque, de momento, tenga que ser solo una o dos veces al año-.