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Dopaje, ¿de quién es la culpa?

La "operación Galgo" tiene el rostro de Marta Domínguez, la mejor atleta española de la historia; la eficacia de la lucha contra el dopaje ha querido que la caída de una heroína nacional sirva de aviso a navegantes. Pero ella sola no es la culpable

LAS ruidosas operaciones desarrolladas para desarticular redes de dopaje en el deporte y señalar a sus responsables recuerdan en su parafernalia a esas periódicas campañas en las que se pone el rostro de un personaje famoso que ha defraudado a Hacienda para justificar que nadie escapa a la ley. Y no es cierto. En el mundo turbio del deporte, como en el del blanqueo de dinero, todavía hay gente que sigue campando a sus anchas. La llamada operación Puerto, con todo el marasmo mediático que provocó, alteró la carrera de numerosos ciclistas y equipos (Ullrich, Basso y Valverde, principalmente) y dejó en coma al ciclismo español, pero, a efectos prácticos, dejó indemne, aunque está pendiente de juicio por un delito contra la salud pública, a una de las piezas angulares de la trama, el doctor Eufemiano Fuentes. Está claro que el galeno canario ni ha escarmentado ni ha cogido miedo a la justicia, puesto que vuelve a ser protagonista en nuevos escándalos. La operación Galgo, en la que la Guardia Civil ha practicado catorce detenciones y dice haber desarticulado "una gran red de dopaje", tiene el rostro de Marta Domínguez, la atleta española con mejor palmarés de la historia, lo que ha provocado una profunda conmoción incluso más allá del ámbito deportivo. Si lo que se pretendía demostrar es que nadie puede burlar las normas, el tiro ha hecho diana muy alto como para que el mensaje no cale. Pero más allá de disquisiciones morales y éticas, habría que preguntarse qué empuja a una deportista de tanto relieve a sumergirse, presuntamente, en la práctica de transfusiones sanguíneas e incluso en la distribución de sustancias dopantes -así se asegura en las diligencias-. Explorando más allá, ¿quién le anima a hacerlo? El deporte profesional de élite mide su rentabilidad en marcas. Los mejores practicantes de algunas disciplinas viven de becas que sostienen si mantienen su nivel de éxitos y de exigencia; al mismo tiempo, los más populares firman sustanciosos contratos publicitarios y compiten en mítines que reparten generosos premios. Aquí se establece una diferencia notable entre quienes viven para el deporte y quienes viven del deporte. Tampoco son ajenos los dirigentes deportivos, que antes de importantes competiciones se atreven a pronosticar el número de medallas, señalando así los límites del éxito y del fracaso. Dirigentes que han llegado a confesar estos días que tenían conocimiento de lo que había, pero que no han hecho nada, quizá sopesando que las medallas son colectivas y los delitos, individuales. Ojalá la operación Galgo limpie el deporte, pero tiene toda la pinta de que se trata de un parche, otro más. Una actuación limitada en su afección y destinada a limpiar conciencias y acusaciones internacionales. El doctor Fuentes también trató a futbolistas -incluso a equipos enteros de Primera División- y a tenistas de élite. Nadie ha metido, por ahora, el pie en ese charco. ¿Por qué?