El paso del Papa
Es necesario valorar y ponderar en su justa medida el mensaje de Benedicto XVI que abre la puerta al uso del preservativo en casos excepcionales, que, aunque no supone un giro radical en la postura de la Iglesia, es esperanzador
uNA frase del Papa Benedicto XVI en la que justifica el uso del preservativo "en algunos casos" ha causado una marea de reacciones que van desde la visión de un cambio esencial de postura en el Vaticano sobre este método anticonceptivo hasta quienes acusan al Pontífice de no haberse movido un ápice en sus posiciones. Todo, obviamente, gira en función del color del cristal con que se mira. Tampoco es que las palabras de Ratzinger sean de una gran rotundidad, lo que da lugar a interpretaciones diversas, aunque sí queda meridianamente claro que la Iglesia católica continúa sin aceptar el uso del preservativo ni como sistema de contracepción ni como medio para detener la cruel pandemia ocasionada por el virus del sida, que ha matado y seguirá matando a millones de seres humanos. Hay que tener también en cuenta el contexto de la frase pronunciada por Benedicto XVI, ya que no se trata de uno de sus escritos dirigidos a la comunidad creyente ni parte de un discurso de alguna de sus apariciones públicas, ni tampoco una homilía. Es una frase extraída de una conversación o serie de conversaciones que el Papa mantiene con el periodista Peter Seewald y que este ha incluido en su libro de próxima aparición titulado Luz del mundo. Con todo, las palabras del Pontífice tienen una gran significación y un mensaje de calado. En efecto, se trata de la primera vez en toda la historia de la Iglesia en la que un alto representante -y menos aún un Papa- justifica el uso del preservativo, aunque sea en condiciones excepcionales. Para analizar el sentido real del pensamiento de Benedicto XVI conviene conocer con exactitud sus palabras. En ellas, Ratzinger rechaza toda "banalización de la sexualidad", entre la que incluye "concentrarse solo en el preservativo" y justifica su uso "como por ejemplo cuando una prostituta" lo utiliza "y esto puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad". Asimismo, insiste en que "ese no es el verdadero modo de vencer la infección del VIH", ya que "es necesaria una humanización de la sexualidad". No estamos, en efecto, ante un cambio radical en los posicionamientos de la Iglesia. El Papa ya condenó en su viaje a África -el continente en el que el sida sufre una mayor propagación- el uso del preservativo. En consecuencia, la novedad es que Benedicto XVI ha abierto por primera vez la puerta a la utilización del condón, lo que, según interpretó ayer el director de Onusida -el programa de Naciones Unidas para prevenir la propagación del virus- es un "paso adelante positivo y significativo". Se trata, en efecto, de un paso. Nunca la Iglesia ha realizado giros espectaculares en sus posiciones más arraigadas. Por ello, es necesario ponderar el mensaje del Papa en toda su dimensión social e histórica y su doble aportación en favor de una sexualidad responsable y a la salvación de vidas humanas.