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Fantasmas y doble moral

Al no condenar la guerra sucia, López no responde a la exigencia que realiza a otros, hace patente la ausencia de arrepentimiento del socialismo y traiciona la dignidad ante a la violencia que se supone a quien preside el Gobierno vasco

EL Partido Socialista sigue sin realizar la ablución que debe a la sociedad vasca ni tiene la intención de la penitencia, que es el arrepentimiento por una mala acción y el propósito de no repetirla. Las dignas palabras del secretario general de los socialistas alaveses, Txarli Prieto, en las Juntas Generales de ese territorio condenando la guerra sucia del Estado español contra ETA fueron, al parecer, a título personal. Tras oír ayer la respuesta de Patxi López en el Parlamento Vasco a la pregunta del portavoz del PNV en la Cámara, Joseba Egibar, respecto a las declaraciones de Felipe González, se hace patente que el PSE sigue instalado en la doble moral de reclamar a otros lo que no se exige a sí mismo. No se trata de "azuzar fantasmas del pasado", como replicó López sin percatarse de que el espíritu condenado a deambular por el tiempo sólo espera a que se le haga justicia. Precisamente como las víctimas de quienes, miembros de los aparatos del Estado o elegidos por éstos, fueron impulsados, protegidos, ocultados, beneficiados y en su caso indultados por los gobiernos españoles. No se trata tampoco del tremendo error, cometido por López, de oponer dialécticamente una violencia a otra, la sufrida por unos a la sufrida por otros, porque nada legitima a la violencia, mucho menos en tiempos en los que hay que desbrozar el camino hacia su final definitivo. Ni de esgrimir la inexistencia de relación entre quienes protagonizaron, de una u otra forma desde el partido y el gobierno socialista de hace más de dos décadas, una violencia que produjo veintisiete víctimas mortales. Porque idéntica ausencia de relación, más allá de la coincidencia ideológica o en los fines, no ha impedido que se prive a otros de buena parte de sus derechos fundamentales, que otros cumplan en prisión preventiva más tiempo que el que completaron en prisión algunos de los pocos que fueron condenados por la violencia emanada del Estado. López, en el extravío de esa doble moral, ni siquiera debió percatarse de que decía lo que decía y no lo que debió decir en la víspera del aniversario de dos asesinatos, los de Santi Brouard y Josu Muguruza, cuya responsabilidad última sigue sin aclararse 26 y 21 años después; ahondado en el dolor de familiares y allegados. López pudo ser consecuente con lo que predica para otras víctimas de la violencia y no quiso serlo. Simplemente no le dio la gana. Prefirió traicionar a la memoria y hacer los mismos e injustos distingos que se plasman en la Ley de Víctimas que presentó al Parlamento. Eligió conscientemente no emitir una condena que adeuda a la sociedad vasca como secretario general de los socialistas vascos -ni él ni sus antecesores han condenado aún aquellos crímenes- y que además la dignidad que se supone a quien preside el Gobierno vasco, ya que ayer respondía como tal, no le permitía eludir.