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Sarkozy se relanza para no cambiar

El presidente francés realiza una amplia remodelación de gobierno con el mismo primer ministro al frente con la mirada puesta en las elecciones de 2012 y aprovechando el tirón de la presidencia gala durante 2011 del G-8 y el G-20

el presidente francés, Nicolás Sarkozy, ha realizado una maniobra de ingeniería político-institucional de altura para relanzar su proyecto, tocado en los últimos meses por distintas y graves circunstancias de índole interno. En definitiva, una maniobra para relanzarse a sí mismo, para reinventarse sin que nada sustancial cambie, al menos en apariencia y si no tiene previstas sorpresas de calado, algo difícil dado el giro aún más conservador del nuevo gobierno. Porque, en definitiva, la relativamente sorpresiva dimisión en la tarde del sábado del gobierno galo, con el primer ministro François Fillon a la cabeza, para un día después colocarle de nuevo al frente del Ejecutivo no ha sido sino una operación de imagen perfectamente estudiada. El presidente francés ha decidido tomar la iniciativa y lo ha hecho midiendo -como bien sabe hacer- los tiempos, las formas, la repercusión y las consecuencias. Todo ello con un objetivo estratégico mirando a su propia figura, bastante deteriorada, de cara a las elecciones que tendrían lugar en la primavera de 2012. Sarkozy llega a finales de este 2010 con varios frentes abiertos. Fundamentalmente, sus medidas para hacer frente a la crisis económica, que han desatado una masiva protesta y movilizaciones sin precedentes en la reciente historia de Francia. No en vano los sindicatos han desafiado al presidente galo con nada menos que nueve huelgas generales, amén de otras movilizaciones sectoriales o parciales. Sin olvidar el escándalo del caso Bettencourt o las polémicas expulsiones de gitanos, asuntos en los que Sarkozy ha dejado importantes pelos en la gatera, tanto a nivel nacional como sobre todo internacional. Pero esta nueva etapa que se abre con la amplia remodelación del gobierno tiene lugar en un momento clave, que no ha pasado desapercibido para los analistas y que da la dimensión de esta gran operación del presidente galo. A partir del próximo 1 de enero, Francia -es decir, Sarkozy- ostentará, al mismo tiempo y durante todo el año 2011, la presidencia tanto del G-20 como del G-8, en una carambola inédita que, sin duda, le servirá para relanzar su figura al acaparar protagonismo internacional que aprovechará para capear el temporal interno a poco que los datos económicos le sean más favorables y que la oposición sindical vaya perdiendo más fuelle. Porque el nuevo gobierno -el Fillon II- incidirá y reforzará las políticas conservadoras llevadas a cabo por el anterior ejecutivo, pese al lógico relevo del ministro de Trabajo. Este es, en definitiva, el diseño previsto por Sarkozy. Una inteligente operación dentro de una amplia estrategia de relanzamiento electoral. Ahora, hace falta que la realidad aparezca tal y como Sarkozy la ha previsto, sobre todo en la parte más complicada y descarnada, es decir, en que la crisis económica no le juegue una mala pasada al gran estratega.