EL regreso de los atentados a Irlanda del Norte, con la colocación de un coche-bomba en pleno centro de Derry, y las advertencias sobre el incremento de la actividad de grupos republicanos disidentes del IRA y contrarios al proceso de paz -han triplicado sus ataques respecto al pasado año- son vistos desde Euskadi y desde la izquierda aber-tzale radical como el espejo en que se reflejan sus propios temores en el aún incipiente camino hacia las vías exclusivamente políticas. Dichos recelos, que en algún caso han sido utilizados para justificar su lento transitar hacia el rechazo a la conculcación de derechos fundamentales en el deseo de no dejar atrás bolsas violentas, no son sin embargo más que una parte de esa imagen en que pretende mirarse Batasuna. Porque el mismo espejo refleja también nítida la rotundidad del Sinn Féin a la hora de rechazar y enfrentarse directamente a quienes se resisten a dejar la violencia, así como la entereza y capacidad para apartar lo que había sido durante décadas su esencia, tradición y cultura políticas, entroncadas en el enfrentamiento entre comunidades e identidades y hasta en el desprecio y rechazo de quienes pese a compartir los fines de una Irlanda unida condenaban sus métodos. El comunicado conjunto firmado ayer por el ministro principal, el unionista Peter Robinson, y el viceministro principal, el ex dirigente militar del IRA, Martin McGuiness, rechazando el atentado de Derry frente "a una pequeña minoría que no tiene más que ofrecer que una vuelta al pasado" no es sino el último capítulo de esa superación del enfrentamiento y de las lecciones que el proceso irlandés ha venido ofreciendo y que distan de haber sido asimiladas en su integridad al menos por parte de la izquierda abertzale. Aunque el discurso de ésta frente a rebrotes puntuales de las acciones violentas en los últimos meses ha experimentado un giro notorio y su posicionamiento en sucesivos documentos políticos al respecto sí se antoja claro respecto a su apuesta por desterrar la violencia, aún soporta -o tolera- conductas y discursos que no contribuyen precisamente a fomentar la confianza en que haya superado actitudes del pasado. Lo ocurrido en la manifestación del sábado, en la que la izquierda abertzale, o parte de ella, despreció a quienes se sumaron a la misma en defensa de todos los derechos, también los de la propia izquierda abertzale, y en la que esa misma izquierda abertzale, o parte de ella, rechazó el pluralismo ideológico -hasta de quienes pueden compartir sus fines pese a haber condenado sus métodos- al tratar de monopolizar políticamente el acto final es una muestra de que la apuesta por las vías exclusivamente políticas y por un proceso de paz necesita aún de una profunda pedagogía interna que, además, es el mejor modo, si no el único, de evitar o cuando menos minimizar los temores a cualquier disidencia.