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La solvencia más el tamaño

La adquisición por BBK de Cajasur permite dar dimensión a la entidad más solvente del sistema financiero estatal, le coloca de cara a una fusión en Euskadi y, sobre todo, supone una salvaguarda en el proceso de reestructuración del sector

LA compra por Bilbao Bizkaia Kutxa de la caja andaluza Cajasur, al confirmarse la adjudicación por parte del Banco de España tras la decisión del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), supone el primer gran paso de la estrategia anunciada y puesta en práctica por el presidente de BBK, Mario Fernández, cuando llegó al cargo hace menos de un año, para dotar de más competitividad y mayor dimensión a la que ya era la entidad más solvente del sistema financiero del Estado. Esa situación de solvencia, precisamente, le ha permitido hacerse con Cajasur merced a una oferta mucho menos dependiente de las ayudas del FROB, que limitó a 392 millones de euros en los próximos cinco años, y ha sido la razón y la clave para que las cuestiones técnicas hayan superado las fuertes presiones políticas -especialmente desde el socialismo andaluz- que ya habían dado al traste con los dos intentos anteriores de expansión de la caja vizcaina, tanto en el caso de la Caja de Ahorros del Mediterráneo como y sobre todo en el de Caja Castilla-La Mancha, una operación que se impidió en el último momento desde los más altos niveles del Estado. Sin embargo, esas mismas presiones políticas -no exentas en algunos casos de un mal entendido nacionalismo que curiosamente tantas veces se ha achacado de forma interesada a entidades y organizaciones vascas- forman también parte de las complicaciones que afrontará BBK para concretar la traslación de su forma de gestión a una estructura que con poco más de la mitad de activos que Bilbao Bizkaia Kutxa tiene casi una cuarta parte más de empleados y cincuenta y ocho sucursales más que la entidad vizcaina. En cualquier caso y pese a esas dificultades, la operación responde a las características que BBK y Mario Fernández se habían planteado a raíz del último fracaso de fusión en Euskadi, en último caso aquella operación a dos con la Kutxa guipuzcoana, y que pasaban por mantener el control absoluto de la entidad resultante de una adquisición en el exterior y ganar tamaño antes de reemprender, a medio plazo, el proyecto de creación de una gran entidad de previsión vasca mediante la fusión con la caja de Gipuzkoa y Caja Vital. La compra de Cajasur sitúa ahora a BBK en una posición más ventajosa a la hora de negociar dicha fusión con las otras cajas vascas, pero también agranda las diferencias entre la vizcaina y las dos otras cajas de la CAV y dificulta la pretensión de Kutxa y Vital de llegar a la fusión en condiciones de igualdad con BBK, lo que podría condicionar una futura fusión. Pero, ante todo, la operación y su resultado -48.700 millones en activos y 882 sucursales- suponen una salvaguarda frente a esa continua reestructuración del sector que ya ha reducido a la mitad el número de cajas en el Estado en apenas unos meses y que se vaticina reducirá el sector a una quincena de cajas durante el próximo año.