Entre estadísticas, encuestas y sondeos de opinión, dentro de poco ya no harán falta elecciones y mucho menos seguir el consejo que a Sócrates le diera el Oráculo de Delfos en aquella inscripción que decía Conócete a ti mismo. Para eso ya contamos con expertos en imaginería social que nos describen más allá de cómo nos percibimos.
Según el último Eurobarómetro publicado, los europeos estamos más interesados en ciencia que en el fútbol -en verdad el informe habla de deportes, pero me tomo la licencia de concretar- cosa que recuerda y mucho a la altísima estima que el público tiene a los programas culturales de La 2 como documentales y la serie Redes de Punset, mientras los índices de audiencia baten todas las marcas y registros durante la emisión de los programas del corazón o las apariciones estelares de Belén Esteban. Claro que también cabe sospechar que no sólo mienten los encuestados, a lo mejor los encuestadores se suman a la mandanga y no digamos los medios de comunicación tan familiarizados como están con las artes de la manipulación, tergiversación, persuasión, propaganda y dirigismo social. Sin embargo, por esta vez, puede tratarse sencillamente del efecto colateral de haber tomado en consideración la femenina opinión de nuestras conciudadanas, que por lo habitual suelen vestir y revestir auténticos burkas mediáticos a estos y muchos otros efectos, salvo los señalados días de la madre, de la mujer, y de la Virgen Santa.
Al tiempo, este mismo patrón de conducta colectiva que conduce la docilidad, nos hace partícipes de que uno de cada seis europeos se considera pobre. ¡Vaya por Dios! ¿Un europeo pobre? Seguro que es un negro de segunda generación. En Europa no hay pobres… hay gente que se considera pobre mirando lo bien que vive el resto a su alrededor. Pero eso tiene rápida solución: en cuanto sus equipos de fútbol destaquen en un Mundial, todos se sentirán triunfadores, gente de éxito, y miembros de un equipo ganador.