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La involución de Euskadi

Si alguna política ha desplegado el Gobierno López en toda su capacidad es la de la regresión simbólica y efectiva del autogobierno, diametralmente opuesta a su promesa de desarrollo estatutario y a los deseos de una abrumadora mayoría social

SI el Gobierno que preside Patxi López ha desplegado, en sus largos trece meses al frente de la Comunidad Autónoma Vasca, alguna política coordinada y mantenida por los quince departamentos que lo componen ésta es la de la paulatina pero incesante sustitución de todo aquello que caracteriza a Euskadi y que, en virtud de sus derechos históricos, reconocidos en la Constitución aprobada en el Estado en 1978, la diferencia de las Comunidades Autónomas creadas a posteriori a través del art. 148.1 del propio texto constitucional. En un nada sutil intento de amalgamar el autogobierno vasco que especifica el Estatuto de Gernika en el orden general autonómico, que se puede entender parte de lo que José Luis Rodríguez Zapatero acertó a definir respecto a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya como "el cierre de la descentralización", el gobierno socialista de la CAV ha procedido, en primer lugar y desde el mismo momento de la toma de posesión de López, a minimizar la presencia de los símbolos que dan a Euskadi su propia identidad política -origen histórico de su derecho diferenciado al autogobierno- y a supeditarlos a la simbología estatal. Y a continuación ha buscado resaltar, tanto por los hechos como por la de la inacción, la pertenencia, con sentido de propiedad, de la CAV al Estado. Se ha hecho patente esta misma semana con la nada inocente inclusión del lema I need Spain en la campaña de promoción turística de Euskadi en Europa o en la calculada y metódica supresión de los términos que definen la especificidad vasca en el Contrato de los Ciudadanos con las Culturas que pretende sustituir al Plan Vasco de la Cultura; pero era ya evidente en el empeño por asimilar la Ertzaintza al resto de las Fuerzas de Seguridad del Estado -pese a lo que la Policía vasca sigue sin alcanzar el carácter integral- hasta en el diseño de sus uniformes, en la dejación ante el progresivo y exponencial deterioro de los medios públicos de comunicación, en el intento de remodelar el sistema educativo y limitar la exigencia del conocimiento del euskera en la administración, en la falta de reacción del Ejecutivo vasco a los ataques externos al Concierto Económico, base del desarrollo experimentado por Euskadi en las tres décadas anteriores; en la callada renuncia a tomar en consideración políticas propias frente a la crisis para plegarse a las dictadas desde el Gobierno español... En definitiva, López desarrolla una política global de actualización del autogobierno diametralmente contraria a la promesa electoral de completar el desarrollo estatutario y tendente a diluir a Euskadi en el café para todos que el Estado pretende culminar ahora, treinta años después del inicio de la involución en la primera mitad de los 80. Y contraría al hacerlo a una abrumadora mayoría de la sociedad vasca. Eso, y no otra cosa, es lo que vienen reflejando los estudios sociológicos.