El final de la "era Rojo"
El abandono de Gregorio Rojo en la presidencia de Caja Vital después de perder dos batallas legales alimentadas por el PP no es sino una batalla política que muestra la dificultad de llevar a Araba el pacto entre socialistas y "populares"
LA convocatoria extraordinaria del último Consejo de Administración de Caja Vital que se desarrolló el pasado jueves tuvo un desenlace que no muchos esperaban: su presidente, el socialista Gregorio Rojo, presentaba la renuncia al cargo tras meses de guerra judicial, con dos batallas perdidas en forma de sendas y demoledoras sentencias en contra. La decisión del ya ex presidente llegó tras el último fallo de la Audiencia Provincial de Araba en el que se rechazaba el recurso de la Caja y se confirmaba la nulidad del acuerdo adoptado por la Asamblea General de la entidad en noviembre de 2008, en que se nombró vocal del Consejo a Rojo, quien después volvió a ser reelegido. La Audiencia, tal como falló el Juzgado de Primera Instancia, consideraba que Rojo agotó sus posibilidades de reelección en 2004, es decir, que había cumplido el trámite de 12 años legalmente establecido y que, por tanto, no podía formar parte ya de los órganos de la entidad. Más allá de los vericuetos legales que podrían haber hallado los abogados para continuar el litigio en el Tribunal Supremo, ya que, a fin de cuentas, se trata de diferentes maneras de interpretar la Ley de Cajas, no conviene que los árboles impidan ver el bosque. Este proceso, alimentado desde el principio por el PP, tiene una notable carga de pataleta política que, hasta cierto punto, resulta incluso comprensible desde el prisma de los populares. Porque el inicio conecta con el acuerdo global que firmaron en Araba en su momento el PSE y el PNV. Los dirigentes del PP alavés no se cansaron de denunciar la situación "ilegal" de Rojo al frente de la Caja, fueron a los tribunales y han ganado, pero antes intentaron maniobrar para conseguir lo que realmente deseaban: formar parte de los órganos de control. Tanto Iñaki Oyarzábal, secretario general del PP vasco, como Alfonso Alonso, presidente del PP alavés, acordaron con el propio Rojo retirar la denuncia a cambio de su representatividad, pero Txarli Prieto, secretario general de los socialistas alaveses, se negó, y su firma la exigían los populares. Cabe pensar, por tanto, que Rojo tira la toalla porque ha perdido el apoyo que le brindaba hasta ahora el PNV, que no quiere más batallas, y porque el enfrentamiento en su propio partido ya es insostenible. Y lo seguirá siendo, ahora con el objetivo de pactar en su propio seno al sucesor de Gregorio Rojo al frente de la Caja Vital. Con todo, si algo ha quedado meridianamente claro es que esta pelea que se ha cobrado la cabeza socialista ha sido casi exclusivamente política y que PSE y PP siguen siendo incapaces de trasladar a Araba su pacto de hierro que aupó a Patxi López a Ajuria Enea. Es más, este episodio ha enrabietado aún más los ánimos de los socialistas alaveses, convencidos de que esta batalla es una más de una guerra que se librará en las próximas elecciones municipales y forales.