El "Euskadi Eguna"
Una iniciativa innecesaria, difícilmente explicable hoy que nos ahoga la crisis económica, una iniciativa para desviar la atención, ante los problemas reales de Euskadi cuando es preciso eficacia y tino en la política en lugar de restregar heridas sin necesidad
AL PP en Euskadi, mandar en el Gobierno vasco le está sentando muy bien. Las nuevas auras le están volviendo vasquista. De él salió la iniciativa del Euskadi Eguna. "Era la única comunidad autónoma que no tenía su día propio; el día de los vascos", dicen. Y éste no podía ser otro que el del nuevo Estatuto, tras la Guerra Civil y los cuarenta años de dictadura franquista. El PP se ha dado prisa: ahí estará la fiesta del 25 de octubre. Los de López no podían negarse, estaban totalmente de acuerdo: será una señal más del cambio. "Pero ¿por qué precisamente ahora? ¿Cuando la crisis real, la que Zapatero no quiso ver, aprieta más y más las gargantas de los ciudadanos reales de a pie? ¿Por qué ahora algo que no viene a cuento?
Nadie ignora que aquellos de AP, hoy PP, a su debido tiempo, hasta hicieron campaña por el no al Estatuto. Los socialistas lo votaron, sí; pero unos y otros, en el Gobierno del Estado durante treinta y dos años, no han hecho sino ponerle palos en las ruedas y tener sin cumplir una Ley Orgánica al cabo de tres décadas. Distintos gobiernos democráticos de un ¡presunto Estado de Derecho! Y, ahora, el Día del Estatuto. ¿Por qué? Porque PP y socialistas tienen las riendas del Gobierno vasco "para el cambio". Por eso se impone con fuerza una ley, para dificultar que futuros gobiernos posibles la puedan quitar. Lo que ellos "cambian" que nadie lo pueda cambiar. Y ¿qué es lo que cambian? Los nacionalistas vascos y otros rechazaron los argumentos y votaron en contra pese a que aquel 25 de octubre de 1979 lo festejaron. Fue especialmente fruto de su empeño durante cuarenta y tres años, de su política posibilista en aquella delicada situación con todas las instituciones de la dictadura intactas, la persecución pisándoles los talones, así como el peligro de un golpe de Estado... El Estatuto supuso entonces un paso de gigante después de tantos años de sangre y de muertos. Un paso, sin embargo, que con el parón por el PSOE y el PP, el rápido paso del tiempo y el cambio de la situación se quedó corto.
Mucho antes, los nacionalistas vascos casi recién salidos de la clandestinidad durante la dictadura primorriverista (1923-1929), y recién estrenada la II República, crearon el día de toda Euskal Herria, de la Euskadi del Zazpiak Bat, el Aberri Eguna, día de la Patria Vasca, el de todos los patriotas vascos. Nacionalistas y patriotas fueron fieles a esa fecha durante la República, la Guerra Civil, el destierro y la dictadura franquista. En cada capital, en cada pueblo, en cada familia de patriotas vascos, con fervor pero con discreción durante el franquismo sonó con piano, con txistu, con simple voz emocionada el Gora ta gora Euzkadi, que podía suponer la multa y la cárcel. El Aberri Eguna encendía las fogatas en todos los montes de Euskal Herria llamando a Juntas a celebrar la Patria Vasca. La Policía podía cercar Vitoria o Donostia impiendo el paso a todo coche que no fuera residente en esa ciudad, pero los patriotas acudían por los montes a Gernika para encontrarse con el lehendakari Leizaola, llegado también clandestinamente desde París. Nada detenía el fervor de los patriotas vascos. Hasta los socialistas del PSE se contagiaron de aquel fervor y celebraron con los nacionalistas el Aberri Eguna durante un tiempo.
El PNV eligió para ese día dentro de su profunda tradición cristiana, el de la Resurrección de Cristo como un símbolo de la de Euzkadi. Con el laicismo, la secularización y la sociedad del bienestar, la Semana Santa ha tomado un cariz muy distinto. Los cinco días de Jueves Santo a Lunes de Pascua son para la mayoría y primordialmente días de vacaciones, de desplazamientos, de viajes de recreo o culturales... El Domingo de Resurrección es un día más. El Aberri Eguna -aparte de la incomprensible división de los partidos nacionalistas-, no logra ser lo que fue ni congregar el fervor de los años difíciles en muchos sentidos. Si hasta los cargos oficiales y públicos pueden alegar como excusa estar de vacaciones... El PP y el PSE lo tienen claro, el Euskadi Eguna, cualquier día de la semana, el 25 de octubre de laboral a festivo. Y, de paso retiran el de San José a la sacristía. El Aberri Eguna puede no ser lo que ha sido ni lo que podría ser hoy, aunque no existiera esa desunión que los enemigos no necesitan ni azuzar; pero no creo que los patriotas vascos puedan nunca celebrar ni como Día de Euskadi, Comunidad Autónoma Vasca, la concesión por el Gobierno del Estado de un Estatuto de Autonomía. Menos cuando con ello se quiere recalcar que la fuente de los derechos del Pueblo Vasco es una Constitución Española, la que sea y no su propio ser de Pueblo diferenciado.
España y los españoles estarían probablemente muy satisfechos si los nacionalistas vascos se contentaran con un Estatuto como el actual, aun completo y con la Disposición Adicional en activo, sin aspirar a más. Los nacionalistas serían tal vez lo que en ocasiones y mano a mano pueden parecer; personas sensatas y hasta agradables, normales, ni montaraces ni aldeanos, normales. Es decir, si renunciaran a ser lo que políticamente son: nacionalistas, tanto como los españoles, pero de otro signo, vasco, patriotas vascos. Con la gran desventaja de que los españoles, nacionalistas todos, disponen de su nación. Los nacionalistas vascos no; la tienen sometida a la española, ajena, porque no es la suya. Por eso aspirarán siempre al mayor autogobierno y libertad posibles en cada momento. Pero en ninguno se rebajarán a considerarse región, una más; ni de la "indivisible nación española", que es lo que proclama y festeja el Euskadi Eguna, aunque lo haga en euskera. Ni de la francesa. Esa es la cuestión.
Así las cosas, no puede extrañar el debate bronco sostenido en la Cámara ante una iniciativa que no venía a cuento, menos aún en momentos de gravísima crisis y menos servida por el PP. Qué más podía querer el lehendakari López, socialista fidelísimo a su amo y a su altura, que esta distracción de la crisis, cuando él mismo con su primera y única medida del cambio económico ha tirado por lo fácil: endeudar multimillonariamente al Gobierno vasco, a los ciudadanos vascos, gastar más y más millones en marketing de su Gobierno, es decir, en vender el humo de la leña verde de su equipo que no arde -más de veintiún dimisiones en un año- y en llenar con música de ópera en Ajuria Enea el vacío de sus obras, las del hombre eficaz de gobierno que no es. Pero aún así debería saber dónde gastar energías y cuándo alejar disensiones que no sirven más que para crear distancias. Quizá los nacionalistas en Madrid tengan en cuenta lo que se les hace en Euskadi. En cualquier caso, el lehendakari López, sin cometer el error de atribuirse el mérito de que la Comunidad Autónoma Vasca sea la más baja en paro y sin emitir a su jefe en promesas tontas y profecías que ni él cree, debería encontrar con su flamante consejo de expertos medidas económicas apropiadas y aplicarlas con tino y eficacia en vez de restregar heridas sin necesidad.
Los nacionalistas conocen, sin duda, sus retos, urgentes todos, especialmente en tiempos de indiferencia, quizá de confesión, incluso de desaliento, ya que aquellos, lo mismo en los individuos que en los colectivos de cualquier clase, priman no según un orden cronológico sino simultáneamente por poco peso que un reto tenga o se le dé. Una batalla perdida en cualquiera de ellos es irreparable o exige más desdobles de tiempo y energías, para superarla. Sin duda, la unión, la economía competitiva y el bienestar urgen siempre para el bien de este Pueblo Vasco, así como un creciente autogobierno que ilusione en paz y libertad. Pero el resultado está en manos o de la calidad humana y preparación real de sus políticos.
* Profesor emérito de la Universidad de Deusto