El Gobierno de la mentira
Predicó pluralidad pero aplica el rodillo, prometió autogobierno y ha ralentizado las transferencias, defendió la justicia social y practica el recorte de ayudas y servicios, habló de normalidad y se centra en debates ficticios... y frente a la crisis, inacción y falta de ideas.
A mi Gobierno le gusta la pluralidad y renuncia a imponer desde las instituciones un modelo oficial; renunciamos a imponer nuestra forma de entender la realidad". Palabras pronunciadas por Patxi López el día de su investidura como lehendakari en el Parlamento Vasco el 5 de mayo de 2009. Como observará quien lea este artículo, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Hablaba entonces López de pluralidad, de diversidad, de encuentro entre diferentes y de consenso. Es un discurso que queda bien; una declaración con la que pretende derrochar buenismo, capacidad de diálogo, transversalidad y altura de miras. Sin embargo, son sólo palabras, papel mojado, ya que los hechos le contradicen día a día. Frente a la pluralidad que manifiesta, polarización y tripartidismo. Sólo contempla la existencia de tres partidos en Euskadi, el suyo, su socio preferente, el PP, y el PNV. Cuando pretende alcanzar algún acuerdo, primero, evidentemente mira a la bancada popular, cuyo apoyo lo tiene garantizado si, claro está, hace lo que le dicta el partido de Antonio Basagoiti. Y, en segundo lugar, cuando pretende travestirse de transversal y de conciliador, se dirige al PNV, como en el caso del Plan para la Convivencia. Al resto de formaciones ninguneo, silencio e incluso desprecio.
Se trata de un gobierno, el de López, sin programa de gestión, centrado en grandes eslóganes, campañas publicitarias y debates simbólicos. Habla de cambio, de normalidad, pero el único cambio que hemos percibido ha sido de imagen. Ya lo observamos el mismo día de su jura de cargo en Gernika, rodeado de altas instancias de la Guardia Civil y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y hemos seguido viéndolo con la instalación de banderas españolas en todas las instituciones, el cambio de símbolos de la Ertzaintza, la guerra de carteles del pasado verano, el discurso del rey y el mapa del tiempo de ETB, la asistencia al Día de la Hispanidad, la proclamación del Día de Euskadi el 25 de octubre o, como ya he recordado antes, el Plan de Convivencia a aplicar en las escuelas.
En los doce primeros meses de gestión hemos visto un Ejecutivo más preocupado por contentar al PP en su obsesión identitaria que por afrontar los problemas reales de la ciudadanía vasca, frase, por otro lado, recurrente en casi todos los discursos del lehendakari López. Uno y otro, PSE y PP, se han esforzado en llevar a la Cámara vasca para su debate todos los asuntos que más crispan a la sociedad; unas discusiones en muchas ocasiones estériles y que no aportan nada, más allá de ahondar en las divisiones entre partidos y sensibilidades políticas. Cortinas de humo con las que esconder su palmaria incapacidad para desarrollar políticas de progreso y ocultar también la deriva neoliberal en materias que afectan directamente a la calidad de vida de las personas como son los recortes en los servicios públicos, cultura, medio ambiente, vivienda, sanidad y ayudas sociales.
El paro sigue creciendo y el desarrollo restrictivo de la Ley de Garantía Mínima de Ingresos o los acuerdos presupuestarios y fiscales de PSE y PNV, lejos de facilitar el acceso a una renta digna y una vivienda, alejan aún más a la ciudadanía vasca del estado de bienestar. Este Gobierno, por tanto, no ha estado ni está a la altura de las circunstancias en los problemas que ocupan y preocupan a las personas que gobierna. No podemos olvidar, en este sentido, la clamorosa ausencia de Patxi López en la crisis del Alakrana o la paralización del traspaso de las políticas activas de empleo por un problema de celos políticos con el PNV a cuenta de los acuerdos alcanzados por este partido con el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Es un Gobierno que prima lo identitario sobre lo socioeconómico. Y no es de extrañar cuando se trata de un Ejecutivo nacido de la mentira; la mentira de un lehendakari que, en campaña electoral, juró y perjuró que jamás pactaría con la derecha de Basagoiti y que hoy mantiene un pacto férreo con el PP que pretende trasladar, si le dan los números, a ayuntamientos y diputaciones tras las elecciones municipales y forales del próximo año.
Un Gobierno que continuó mintiendo cuando, en el discurso de investidura, López aseguró que pedía la confianza del Parlamento para "hacer un país más fuerte que deje los viejos discursos separadores". Sin embargo, de nuevo, hemos visto cómo durante sus doce meses de gestión se ha centrado en debatir sobre lo simbólico.
Un Gobierno que persiste en la mentira cuando afirmó que "lo que nos une a los vascos deben ser las instituciones y poder decir que el sistema y el autogobierno me garantiza ser como me parezca". Será ser como le parezca a López y al PPSOE con un Estatuto incumplido y sin visos de desarrollarlo, y con la competencia de las políticas activas de empleo durmiendo el sueño de los justos en Madrid en un cajón con siete llaves.
Es más, las falacias también se han plasmado en el pacto de legislatura con el PP. En el apartado referido a las políticas para hacer frente a la crisis, ambos partidos se comprometieron a "convocar de manera urgente a los grupos parlamentarios, organizaciones empresariales y sindicales (…) para definir y poner en marcha las primeras medidas de choque del nuevo gobierno en materia de empleo y de apoyo a familias, empresas y autónomos".
Un año después, parece que esa convocatoria no era tan urgente y que las 113.000 personas desempleadas en Euskadi tienen tiempo de sobra para perder a la espera de que el Gobierno y su socio preferente cumplan con lo suscrito. De todos modos, no albergamos esperanzas de que vaya a ser así vista la trayectoria hasta la fecha, en la que el PSE ha centrado todos sus esfuerzos en una labor revisionista de las políticas desarrolladas por el anterior Ejecutivo para hacer tabla rasa de las mismas y, en su caso, culpar al tripartito de su actual déficit presupuestario. Todo con tal de tapar su inacción y falta de ideas para hacer frente a la crisis, que han intentado frenar con parches como los planes renove, que han resultado ser un fiasco, o con un consejo de sabios conformado exclusivamente por ex políticos y empresarios y cuya única reunión hasta la fecha sólo sirvió para que López se sacara la foto.
En conclusión, si tuviéramos que ponerle nota a este primer año de Gobierno, sería un rotundo suspenso. Porque, frente a la pluralidad política que predicaba, se ha empeñado en aplicar el rodillo a la oposición, sobre todo a los grupos minoritarios; frente al autogobierno que prometía, ha ralentizado el traspaso de competencias a Euskadi; frente a la justicia social como supuesto partido de izquierdas, se ha empeñado en el recorte de ayudas y servicios públicos mientras invierte ingentes cantidades de dinero en grandes infraestructuras; y frente a la normalidad, se ha centrado en debates ficticios sobre símbolos y banderas.
* Portavoz de Ezker Batua en el Ayto. de Bilbao