EL contenido final del currículum educativo aprobado por el Gobierno vasco constata la inutilidad de los esfuerzos por legislar, no sólo pero sobre todo, en materia de Educación en contra de lo que la realidad social de un país, en este caso Euskadi, demanda. Pese a la larga y artificial polémica creada en torno al currículum, la continuada presión del PP, socio preferente del Ejecutivo que preside Patxi López, y de las propias intenciones iniciales de Isabel Celaá, la Consejería de Educación se ha visto abocada a respetar e incluir la mayor parte de las recomendaciones emitidas por el Consejo Escolar de Euskadi, en el que están representados, junto a las distintas administraciones, quienes realmente deben dar virtualidad y uso a la normativa, es decir, el profesorado, los padres y madres y los alumnos. Si ya los datos de prematriculación para el próximo curso, con nueve de cada diez familias optando por la enseñanza en euskera, obligaron a Educación a replantearse la pretensión de determinados cambios en el sistema de modelos educativos, la misma realidad social le fuerza ahora a mantener el euskera como lengua vehicular y a reconocer que, como idioma minorizado respecto al castellano, requiere una "atención preferente". Es también esa realidad, en tanto que social e históricamente tenaz, la que ha empujado a Educación a mantener en los libros de texto el término Euskal Herria con un significado similar al que se había venido utilizando hasta ahora y el reconocimiento implícito de la innegable existencia de "un país a ambos lados de los Pirineos que tiene una acepción cultural y lingüística propia", en definición de la propia consejera que, por otro lado, es perfectamente aplicable al término nación. Y es la persistencia de una percepción socialmente mayoritaria la que ha llevado asimismo a Celaá a dejar a cada centro la decisión sobre el modo en que debe desarrollar la "empatía" de sus alumnos hacia las víctimas de la violencia sin la obligación de un testimonio presencial cuyo beneficio y oportunidad habían sido seriamente cuestionados desde la misma comunidad educativa. Todo ello, además, viene a desdecir por la vía de los hechos la nada oculta intención de las palabras de Celaá al pretender que el nuevo curriculum "refleja la pluralidad de la sociedad vasca" y "carece de carga ideológica" dando a entender, aun sin decirlo explícitamente, que los parámetros por los que había discurrido anteriormente la Educación en Euskadi no habían asumido la primera y estaban mediatizados por la segunda, lo que en cualquier caso es negado asimismo por una realidad social e histórica que sigue siendo terca a pesar de la injerencia del acuerdo político entre PSE y PP, sus consecuencias y sus pretensiones, no precisamente desideologizadoras, también en el ámbito educativo.
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