El pueblo español está vapuleado y no sólo por la crisis económica, sino por otras, de parecidas características. Por un lado, los líderes de la oposición se preocupan mucho por temas tan baladís, como la enseñanza del catecismo y la presencia del crucifijo en las escuelas y poco por ayudar al gobierno a superar la crisis que nos asfixia.

Por otro, la Iglesia cumple su misión de dar de comer al hambriento con los comedores parroquiales.

Además, el partido en el poder ha recibido un duro golpe en su credibilidad. Aquel que antaño accedía a los mítines vestido de pana y en un utilitario Seiscientos, para embaucar al pueblo con sus peroratas promisorias, se ha construido una residencia, con el sello de un notable arquitecto barcelonés, cuyas obras reúnen los tres principios de la moderna arquitectura: solidez, belleza y utilidad.

El lugar elegido, la playa Jbila en Tánger, la ciudad fenicia africana, la de las Grutas de Hércules, lugar de reposo del héroe mitológico, después de separar el continente africano del continente europeo. En esa playa contemplamos las mansiones, donde los monarcas marroquí y saudí reparan sus fatigas reales. El ex presidente del Gobierno español vivirá no como un socialista, sino como un magnate, con su seguridad personal, absolutamente garantizada, arropado por sus poderosos vecinos. Que opinen los españoles.