LOS esfuerzos públicos de algunos dirigentes socialistas y especialmente del portavoz del PSE en el Parlamento Vasco, José Antonio Pastor, por enrarecer el ambiente previo a la reunión que mantendrán mañana Patxi López y el presidente del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, la primera a la que el máximo representante del Gobierno vasco convoca al partido mayoritario de Euskadi en más de siete meses, han ofrecido a los jeltzales motivo suficiente para cuestionar el anunciado interés del Ejecutivo socialista por "institucionalizar" esa de por sí frágil relación. De hecho, la reiteración de esas inoportunas y desaforadas declaraciones sobre temas además diversos -desde la organización interna a la lucha antiterrorista pasando por el proyecto Guggenheim Urdaibai- impide explicarlas en un simple error momentáneo o en una mala interpretación por parte de los medios, tal y como pretendió ayer la portavoz del Gobierno López, Idoia Mendia, al intentar una tímida disculpa y calificar las mismas de "desafortunadas". Sin embargo y pese a la tentación de considerar dichos ataques un incumplimiento premeditado de las obligaciones que se dan por entendidas en vísperas de una cita política de este calado; la responsabilidad como primera fuerza parlamentaria y la necesidad de plantear, junto a la natural exigencia de explicaciones, las vías por las que debe transitar Euskadi para alcanzar la verdadera normalidad política, económica y social, tan distante de la que el Gobierno López se empeña en publicitar; comprometen al PNV con la convocatoria. Ahora bien, dicho compromiso incluye asimismo que Urkullu lleve a la reunión el guión que mantiene a los jeltzales como primera fuerza política de Euskadi y que incluye la urgencia, tras más de treinta años, del cumplimiento íntegro del Estatuto como primer paso hacia la consecución de un nuevo marco jurídico-político que sirva para estabilizar al país durante las próximas generaciones... sin olvidar que el autogobierno ya se ha mostrado como herramienta principal de la activación económica en situaciones asimismo difíciles. E incluye también la presentación de nuevo, casi ocho meses después, de proyectos y planes sectoriales, también aquellos que en su momento fueron desatendidos, que López no puede obviar sólo por no desdecir sus irreflexivos anuncios sobre el inicio de la recuperación. Porque tanto a él, en virtud de su cargo, como a su partido, por ser la segunda fuerza en la CAPV, se les demanda siquiera reciprocidad a la actitud responsable que el PNV pone sobre la mesa, más aún tras haber faltado a la que les era -y sigue siendo- exigible a priori por sus deberes institucionales. Una responsabilidad que incluye, por supuesto, no sólo el respeto a los planteamientos ajenos sino la presentación de alternativas realistas que hasta el momento han brillado por su ausencia.
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