NI siquiera los propios socialistas pueden negar, a estas alturas, que el Ejecutivo que preside Patxi López está inmerso en una constante contradicción que se originó en el mismo momento en que el PSE decidió apoyarse en el PP para desplazar al nacionalismo del Gobierno vasco en contra de los deseos mayoritarios de la sociedad vasca, de lo prometido durante la campaña electoral y de haber perdido las elecciones de hace ya más de diez meses. Que Mikel Torres, secretario de Organización del PSE y mano derecha de López, haga fe pública de las discrepancias que mantienen con su "socio preferente" así como de la incomodidad que les produce la relación con los populares es simplemente la obligada admisión de una realidad innegable y presumible ya antes de que fuera forzada por una operación con una única razón, la de Estado, que el propio Torres dibuja: "Sí tenemos claros cuáles son los grandes objetivos del país". Objetivos que, al parecer, se resumen en el único punto de coincidencia entre socialistas y el PP: la paulatina uniformización de Euskadi con la idea de una España unitaria. La aceptación de esa realidad plena de discrepancias, sin embargo, también está en el propio Acuerdo de bases, tal y como reconocía ayer mismo la portavoz del Gobierno vasco, Idoia Mendia, al recordar que el pacto "permite que ambos partidos marquen su propio perfil". Más claramente, PSE y PP han cambiado al refrán para ejercer revueltos pero no juntos. Prueba evidente es que López evite aparecer junto al presidente del PP del País Vasco, Antonio Basagoiti, y decida enviar a Bernabé Unda a la recepción del premio que los dos líderes políticos constitucionalistas en Euskadi debían recibir ayer en Madrid. Socialistas y populares se permiten mutuamente perfiles propios que no les penalicen aún más ante sus bases -sobre todo en el caso de los primeros- y también se soportan mutuamente discrepancias e incomodidades que ambas parten admiten y hasta publicitan, pero eluden la asociación de su imagen, convertida al parecer en principal prioridad y única herramienta del Ejecutivo. Ahora bien, constatado que el único apoyo del Gobierno López es el PP, partido con el que mantienen, en palabras de Torres, "grandes discrepancias en la gestión política" y que les produce serias incomodidades hasta el punto de no poder compartir su imagen, que la administración de todas esas contradicciones lastra evidentemente al Gabinete hasta el punto de limitar, de modo severo, la verdadera gestión, la de los problemas que afectan a Euskadi en estos momentos; ¿qué estabilidad, qué acción, qué programa puede ofrecer el gobierno a una sociedad que, además, se ha declarado ya en varias ocasiones abrumadoramente contraria a la formación y las consecuencias del mismo?