LA más que previsible designación por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) del juez Jaime Tapia como nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) en sustitución de Fernando Ruiz Piñeiro apunta, en principio, a un tan necesario como importante cambio en las formas con que ha venido actuando la más alta instancia judicial del Estado en Euskadi desde que Ruiz Piñeiro fuese elegido en 2004. Permite adivinar además, en base a las propias declaraciones realizadas por el juez Tapia durante estos últimos años, una reorientación en la fuerte ideologización que ha venido lastrando al tribunal con Ruiz Piñeiro como presidente. Las diferencias entre ambos magistrados no radican sólo en que Tapia ya fuese la alternativa progresista a Piñeiro cuando éste logró ser elegido para relevar a Manuel María Zorrilla ahora hace seis años o que ya ganara una votación insuficiente -obtuvo 11 votos por 10 de Piñeiro, pero necesitaba 13- en el proceso de relevo que se realizó en 2009 y que dio paso a un último año de interinidad del aún presidente del tribunal. Si de su pertenencia a Jueces por la Democracia se puede deducir ya un muy diferente talante ideológico, en la distancia que separa a Tapia y Piñeiro influyen también recorridos en la carrera judicial, relaciones personales con Euskadi y bagajes culturales muy diferentes. Frente al profundo carácter conservador y la procedencia profesional como magistrado de la Audiencia Nacional del juez madrileño, contrasta que el CGPJ vaya a optar ahora por un juez de origen vasco, que domina el euskera y que ha desarrollado toda su carrera en Gasteiz, como juez de primera instancia y de menores en un principio y finalmente en la Audiencia Provincial. Pero es sobre todo el posicionamiento público de Jaime Tapia contra Ruiz Piñeiro y el papel del TSJPV en casos tan relevantes, delicados y de calado político como el encausamiento del entonces presidente del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa, o el del lehendakari Juan José Ibarretxe, que en su momento le granjearon las críticas del sector más conservador de los jueces, el que permite augurar al TSJPV un nuevo papel siquiera más acorde con la realidad vasca. Sin embargo, la confirmación de que Tapia haya alcanzado el consenso necesario en el difícil puzzle de las designaciones de los presidentes de los Tribunales Superiores -incluyendo los de Cataluña, Andalucía y, sobre todo, Valencia por su influencia en el futuro judicial del caso Gürtel- por el CGPJ no evitará al nuevo presidente un complicado equilibrio con la fuerte influencia del sector más conservador en el TSJPV ni la utilización política de la Justicia que, respecto a Euskadi, ha estado en el fondo de la actuación de su antecesor como tampoco limita la legítima aspiración vasca de contar con un sistema judicial propio.