lAS fuerzas políticas y sociales españolas celebran hoy, como cada 6 de diciembre, el día de la Constitución, en conmemoración del referéndum que hace 31 años aprobó, no sin grandes dificultades y una participación escasa, la carta magna del Estado español. Sólo una circunstancia novedosa se une este año a la celebración habitual en este tipo de eventos que se repiten edición tras edición. Por primera vez en estas tres décadas acudirá a la fiesta organizada en honor de la Constitución el más alto representante del Gobierno vasco, el lehendakari Patxi López, así como la presidenta del Parlamento, Arantxa Quiroga, que no pierde ocasión de acudir allá donde se quiera poner de manifiesto la "españolidad de Euskadi". Porque -nadie lo discute a no ser que pretenda engañarse a sí mismo- de eso es de lo que se trata con la presencia de López en Madrid en la celebración del día de la Constitución: subrayar la asimilación del pueblo vasco a la "normalidad" española que se busca desde el minuto uno del pacto alcanzado entre PSE y PP para hacerse con el Gobierno vasco desalojando para ello a los nacionalistas. No hacía falta, porque es un ejercicio de tirar de manual al que tan aficionados son los socialistas vascos, pero lo remarcó ayer el portavoz oficioso del Gobierno López, José Antonio Pastor, que justificó la presencia del lehendakari en la "normalidad democrática" que tantos esfuerzos -y alguno de ellos tan caros- le está costando a este Ejecutivo frente a la "excepcionalidad" con la que actuaron los anteriores. El propio Pastor dio la clave al expresar su propia trampa argumental: según dijo, llama la atención la polémica suscitada por la presencia de López en Madrid ya que "como muchas otras cosas que está haciendo este Gobierno, cosas que son absolutamente normales en cualquier otra comunidad, aquí han sido excepción". En efecto, lo que ocurre es que los dirigentes del PSE no terminan de asimilar (o de aceptar) por intereses partidistas que es un grave error intentar actuar como si Euskadi fuera como "cualquier otra comunidad". La sociedad vasca ha dado numerosas y sobradas pruebas de ello. Los vascos respetan, como no podía ser de otra manera, la Constitución y las demás leyes, lo que no impide que se denuncien sus carencias y el escaso reconocimiento de los derechos del pueblo vasco, en especial el de la libre decisión sobre su futuro sin injerencias ni tutelas. La novedosa, simbólica y mediática presencia de López en Madrid, aplaudida por toda la prensa que le jalea a diario, no pretende otra cosa que imponer una artificial e imposible "normalización" y ocultar la demanda mayoritaria en Euskadi de mayores cotas de autogobierno y, por ello, de denuncia de utilización de la Constitución española para frenarla. López lo sabe, pero hace ya tiempo que dejó de disimular que es el lehendakari de todos los vascos.
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