Cada día vemos la cantidad de problemas que hay en los centros educativos derivados del uso inadecuado de estos dispositivos, de la falta de formación antes de comenzar a utilizarlos y de la falta de madurez para poder utilizarlos.

Es especialmente preocupante la cantidad de niños de primaria que ya tienen smartphone y utilizan redes sociales, en tercero de primaria ya el 30%. Un niño o una niña de primaria no necesita para nada un smartphone. Si tiene que ponerse contacto con su familia podría utilizar un teléfono de teclas sin internet ni redes sociales con el que se puede llamar por teléfono, y mandar y recibir mensajes.

El miedo a la exclusión, el no saber decir que no, el miedo al aburrimiento de los menores y la presión social entre otras cosas, hacen que muchas familias proporcionen smartphones a menores para que estos se comuniquen entre ellos a través de WhatsApp, TikTok, Instagram o Snapchat. Aplicaciones que para poder utilizarlas debemos tener un mínimo de 13 años según sus propios términos de uso porque es peligroso usarlas antes, incluso solo para ver.

Aunque hay un temor generalizado a la exclusión, cuya posibilidad es real, un menor en primaria o hasta los 14 años, puede socializarse igual de bien, sin tener teléfono propio, que un menor con teléfono propio, pero el miedo y el desconocimiento hace que se entreguen smartphones cada vez antes.

Ante esta situación y al presenciar de primera mano los riesgos a los que la propias familias exponen a los menores y sus consecuencias, hace unos años propusimos una iniciativa para intentar darle la vuelta.

“Que las familias se pongan de acuerdo en la edad de entregar el smartphone ayudaría a reducir la demanda de los menores y el nivel de exposición a los riesgos del mundo digital”

La recomendación que hacemos, la iniciativa que intentamos poner en marcha en los centros educativos, es que en las clases de primaria grupos de familias se pongan de acuerdo en la edad de entrega del smartphone. Esto se puede hacer si los tutores/as de las clases de primaria, o desde el centro educativo, lanzan una propuesta a las familias de primaria explicando la iniciativa y los motivos para realizarla, o exponen la idea en las tutorías con las familias.

Las familias que respondan a este acercamiento podrían firmar un compromiso para esperar hasta los 14 años para entregar los smartphones, o por lo menos a no hacerlo mientras los menores estén en primaria. Las familias que necesiten, por el motivo que sea, tener localizados a los menores, podrían entregarles un teléfono sin internet ni redes sociales, y también pueden localizarlos llamando al centro educativo.

En este acuerdo, las familias se comprometerían a esperar a que los menores terminen primaria, y a ser posible a que cumplan 14 años para entregar el smartphone. También se comprometerían a esperar como mínimo a que los menores tengan las edades establecidas en los términos de uso para utilizar redes sociales como YouTube, TikTok, Instagram, Snapchat, Discord, Twitch o las que puedan ir surgiendo. 

Otro compromiso que pueden realizar es que una vez que los menores tengan la edad para poder utilizar las redes sociales, si las familias se lo permiten, por lo menos durante el primer año, las familia utilicen las redes sociales junto con los menores para poder enseñarles a realizar un uso consciente y correcto, para enseñarles a detectar riesgos, qué es comunicarse de forma positiva, a dar contexto a lo que los menores ven en las redes sociales, a ayudarles a interpretar lo que viven a través de ellas, a informarles de qué acciones son delitos… en definitiva, a guiarles en su uso.

Cuando hay problemas graves relacionados con menores y redes sociales, generalmente no se les suelen dar mucho bombo para respetar la privacidad de los menores y muchas veces para proteger la reputación del centro educativo. Ese silencio hace que una parte de la sociedad ignore la cantidad de problemas y riesgos a los que se expone a los menores al darles un smartphone y al permitirles utilizar las redes sociales sin tener las edades recomendadas, sin una formación ni una guía en su uso.