La Dirección General de Tráfico (DGT) ha explicado que no pretende suprimir la luz ámbar de los semáforos, pero ha puesto en conocimiento de las principales ciudades la peligrosidad que puede causar en determinadas situaciones, con el fin de que estas “analicen cuáles son aquellos puntos conflictivos en los que puede interesar eliminar el ámbar para el conductor”.

Si bien la DGT considera que la luz ámbar es necesaria, admite que hay situaciones particulares que pueden resultar peligrosas para el peatón, al lanzarse el mensaje contradictorio de luz en ámbar para vehículos y verde para quienes caminan.

Una de estas situaciones se da en una carretera con intersecciones y múltiples carriles o en una carretera con giro a la derecha y múltiples carriles, donde el vehículo que va a la izquierda puede perder la visibilidad sobre el peatón.

Solo en este tipo de cruces o pasos de peatones semaforizados murieron 47 personas y 217 resultaron heridas en 2019. Una cifra que Tráfico, que como queda dicho no se plantea suprimir la luz ámbar, trató de bajar instaurando los nuevos límites de velocidad en ciudades.

¿Tendría sentido mantener el semáforo vehicular en rojo durante toda la fase verde peatonal? Para priorizar la protección a usuarios vulnerables y no tanto la fluidez del tráfico, la respuesta es sí.

La DGT considera esta luz como necesaria, pero admite su peligrosidad

De la otra forma, se están mandando señales contradictorias: al peatón –que es quien tiene la prioridad– por un lado, se le informa de que puede pasar, pero el vehículo se encuentra con una fase ámbar intermitente que históricamente fue creada para advertir a los conductores que giraban a la derecha hacia una calle lateral que debían proceder con precaución, ya que podían cruzarse con peatones.

La realidad es que el peatón obedece instintivamente al hombre verde, que le indica que es seguro cruzar, mientras que el conductor, que no ve una luz roja, puede no llegar a detenerse ante una ámbar. Situación de riesgo que empeora cuando un ciclista cruza indebidamente un paso de peatones subido a la bici –que se considera un vehículo–, o un usuario de patinete que hace lo propio. Aquí el tiempo de reacción es un factor determinante para evitar un atropello, y si coinciden en el cruce dos vehículos, el riesgo de colisión aumenta.

En Reino Unido observaron que se daba exactamente la misma situación en los llamados semáforos Pelican, y tras presentarse las conclusiones de una investigación al Departamento de Transporte, se logró que se modificara la normativa para eliminar esta fase en ámbar intermitente.

La Dirección General de Tráfico ha decidido priorizar la fluidez del tráfico a pesar de que reconocen que son potencialmente mortales, y asegura que ya se han planteado “recomendaciones” para mejorar la seguridad en estos pasos.

Otra solución, que debería ser complementaria a los nuevos límites en ciudad, sería modificar la normativa para mostrar semáforos con cuenta regresiva para los peatones y formatos de secuencia rojo y verde, no solo en zonas conflictivas.

Al fin y al cabo, el futuro de las ciudades se encamina hacia un nuevo modelo de movilidad en el que tenga lugar la convivencia entre el coche, el peatón y el resto de usuarios de la vía, a la vez que se trata de reducir la siniestralidad y la contaminación procedente del tráfico rodado.