Hace cinco años, el antiguo cómico y exactor Volodímir Zelenski asumía el cargo de presidente de Ucrania comprometiéndose a tomar “decisiones difíciles” para conseguir un alto el fuego en el este de su país, inmerso en la guerra desde que separatistas prorrusos declararan la independencia de dos regiones en 2014.

Un lustro después, Zelenski agotó ayer su primer mandato sin la perspectiva de poder volver a celebrar elecciones y consolidado en un papel diametralmente opuesto al que reclamaba para sí en aquel discurso de investidura: el de líder en tiempos de guerra de un país invadido que no ve opciones de diálogo para que callen las armas.

“Puedo asegurarles que estoy preparado para pagar cualquier precio para que dejen de morir nuestros héroes”, dijo entonces Zelenski a la Rada Suprema (Parlamento) tras ser elegido con un abrumador 73% de los votos gracias a un programa de regeneración democrática que incluía también la promesa del diálogo para poner fin a la guerra.

Misión truncada

El sino de su presidencia empezaría a cambiar de forma dramática a finales de 2021, cuando el despliegue de tropas rusas junto a la frontera con Ucrania ordenado por Vladímir Putin dejaba claro que de nada había servido la apertura de Zelenski a buscar una salida pactada al conflicto con los peones del Kremlin en el Donbás. Poco tiempo después, el 24 de febrero de 2022, la amenaza se consumaba y Rusia atacaba Ucrania por tierra, mar y aire.

El presidente pacifista asumía el liderazgo del Ejército y del país negándose a dejar la capital e inspirando a millones de personas en todo el mundo con su coraje para hacer frente a un enemigo netamente superior.

Vestido con la camiseta o la sudadera verde militar que ya le caracteriza, Zelenski iniciaba una etapa de actividad frenética ininterrumpida para dirigir la resistencia, gestionar un país en guerra, mantener la moral de la población y convencer a sus aliados para que ayuden a Ucrania.

En su discurso de toma de posesión, el nuevo presidente ucraniano se decía dispuesto a “perder la fama, la popularidad” e incluso el cargo para traer la paz, siempre que ésta no supusiera una renuncia a los territorios de las regiones orientales de Lugansk y Donetsk en manos de las milicias títeres del Kremlin.

sin vacaciones

Cualquiera de las miles de alocuciones que ha pronunciado en los más de ochocientos días de guerra que Zelenski lleva sin fines de semana ni vacaciones reflejan la transformación que obró la invasión a gran escala en el pensamiento del líder ucraniano sobre la posibilidad de un entendimiento con Rusia.

Con 46 años, Zelenski llega al final de su primer mandato con unos niveles de fama global muy superiores a los que cosechó como actor de éxito en el mundo rusohablante del que hoy quiere separarse Ucrania.

El respeto que se ha ganado entre los líderes y la opinión pública internacionales viene, sin embargo, con decisiones y dilemas extremadamente difíciles –como la movilización de la población adulta masculina o las eventuales renuncias a territorios que podría tener que hacer para acabar la guerra– sobre las que los ucranianos se pronunciarán en su día en la urnas.

Por el momento, Zelenski, que ha envejecido visiblemente en los dos últimos dos años, seguirá al mando sin elecciones al prohibir la Constitución la celebración de comicios mientras esté en vigor la ley marcial.

Independientemente de su opinión sobre su presidente, una gran mayoría de los ucranianos y prácticamente todos sus representantes políticos son conscientes de la imposibilidad de ir a las urnas bajo las bombas y cierran filas con Zelenski.