LA presencia y, aún más, la continuidad de Nicolás Maduro en la presidencia venezolana no se debe tanto al aparato chavista como al apoyo del Ejército. O mejor dicho, del general Vladimir Padrino López, de 55 años, auténtico padrino -en el sentido mafioso de la palabra- que impera en Venezuela. A diferencia de los padrinos de la mafia, el general Padrino no se camufla en el anonimato. Es ministro de Defensa desde 2014 y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Militar de carrera, entrenado por los Estado Unidos en la lucha psicológica y las operaciones guerrilleras en Fort Benning -un centro de cooperación militar estadounidense-iberoamericana, más conocido años atrás cómo School of the Americas- Padrino desentona de las tradicionales élites militares sudamericanas: es un hombre incorruptible, de moral sólida e ideología marxista hasta la médula. Los Estados Unidos le han buscado con ahínco los puntos flacos y aún tiene en blanco los historiales suyos referentes a sobornos, corrupción, tráfico de drogas o los llamados vicios personales. La única tacha que le han encontrado -y por la que tiene denuncias tanto en los EE.UU. como en el Canadá- es por delinquir contra los derechos humanos.

La alianza Padrino-Maduro es un auténtico matrimonio de intereses. El general mantiene a Maduro en la presidencia y en cambio, este deja el país en manos de Padrino. Porque no es sólo ministro de Defensa y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, sino también el máximo responsable de la minería y explotaciones petrolíferas venezolanas desde 2016, cuando se creó. También es jefe de la Gran Misión del Abastecimiento y Distribución organismo encargado de la obtención y reparto de alimentos y medicamentos en todo el país. A la Gran Misión están subordinados actualmente todos los ministerios venezolanos.

Si bien Padrino no ha sido sobornable hasta la fecha, el chavismo sí se ha ganado la fidelidad de los militares a fuerza de privilegios. No sólo se benefician los altos mando de pingües salarios, sino que jurídicamente están tan mimados por el régimen que se podría decir que gozan de una auténtica inmunidad dictatorial. Lo que no quiere decir que si la grave crisis económica provocase una revolución, la jerarquía militar no se curaría en salud cambiando de bando.

El credo de Padrino es el marxismo. El general no es muy dado a debatir ideologías, pero los que le conocen le sitúan en la línea retro del marxismo, muy próximo al estalinismo de los años 20. Bajo su mando el Ejército venezolano ha sufrido un adoctrinamiento intenso y hoy en día los soldados venezolanos son denominados oficialmente como combatientes chavistas, socialistas y antimperialistas.

El que lo de chavistas encabece la nueva definición es fruto de la visión personal de Padrino. No hay más que recordar que en el 2002 -cuando triunfó pasajeramente un golpe de Estado contra Hugo Chávez- Vladimir Padrino aplicó en su Venezuela natal las enseñanzas estadounidense de las luchas guerrilleras para organizar un comando militar para contrarrestar la intentona y liberar a Chávez.