Bilbao
Allons enfants de la Patrie/Le jour de gloire est arrivé! (¡Marchemos, hijos de la patria/El día de gloria ha llegado!). Con esos dos versos inicia el canto y la exaltación patriótica La Marsellesa, el himno nacional francés. Descontextualizadas, desmitificadas, arrancadas de su épica y su simbología, ese par de frases revelan el inicio de una historia prosaica, actual y menos romántica. Desde luego, infinitamente más vulgar y polémica: el exilio fiscal de algunas de las principales fortunas galas para huir de la imposición tributaria del 75% sobre los beneficios personales a partir del primer millón de ingresos que pretendía aplicar el presidente François Hollande. "Lo de personas como Bernard Arnault (el hombre más rico de Francia y el cuarto del mundo) es más digerible, la gente lo puede esperar. Ya lo hizo en la época de Mitterrand. Al fin y al cabo se trata de empresarios y lo que cuenta principalmente es el dinero. Pero lo que cuesta asimilar a muchos franceses es lo de Depardieu", explica Iñaki Zabala, un vizcaino que reside en Francia desde hace trece años. Depardieu, recalca Iñaki, es un "pur produit français", aunque el actor incendió la república abjurando sobre su nacionalidad como coartada para justificar su huida para un mejor trato sobre su fortuna personal. "Ya no tenemos la misma patria, soy un verdadero europeo".
El recién apátrida es un icono, un símbolo. Algo así como una representación oronda y masculina de La Marianne, la piel de Obélix, el irreductible héroe de la aldea gala, que sin mediar invasión alguna del imperio romano, ha decidido abandonar Francia para instalarse en otra aldea: Néchin, en Bélgica, donde residen un 27% por ciento de ciudadanos franceses, un puñado de ricos. "Al pueblo al que han ido es un desierto, no tiene nada, salvo, claro, el asunto de los impuestos. Ese es su atractivo y por lo que se ve no es poco", ironiza Iñaki sobre el revuelo suscitado en el Hexágono, donde se cruzan discusiones sobre el viaje de Depardieu, un personaje excesivo en sí mismo. "Eso es lo que ha generado más polémica. Depardieu es una de las principales imágenes de Francia, su actor más conocido, más famoso, y decide irse para pagar menos impuestos", suma Florent Barrère, amigo de Iñaki, mientras ambos comparten el brindis con una copa de champán antes de graparse a los fastos de la Nochebuena.
A Depardieu, que en una carta dirigida al primer ministro Jean Marc Ayrault aseguró haber pagado 145 millones de euros en impuestos desde que comenzara a trabajar con 14 años y que estaba harto de hacerlo, también le gusta el champán, el vino, la comida... "Depardieu es, por definición, un bon vivant, solo hay que ver el aspecto que tiene y las cosas que hace y lo que dice. Es un ogro de la vida. No tiene medida. Lo que ha hecho va con su personalidad", destacan Florent e Iñaki, sobre el actor, en el centro de un debate que ha enfrentado a varios sectores de las sociedad francesa entre los que defienden su decisión con los que la critican abiertamente en columnas de opinión que se cruzan en la prensa. "Mirado fríamente, también es fuerte que trabajes y que solo te corresponda una cuarta parte de tus ingresos, que el resto se lo quede el Estado. Pero claro, luego es un dinero que se emplea para el estado del bienestar", sugiere Florent sobre un asunto vidrioso, espinoso y caleidoscópico. En Francia, un ciudadano medio abona lo equivalente a un mensualidad de sus ingresos anuales a modo de impuestos sobre las rentas físicas. "Los impuestos en Francia son muy progresivos. Realmente existe una gran presión fiscal, pero también muchos respiraderos", sugiere Iñaki Zabala, que recuerda que Nicolas Sarkorzy, amigo de Depardieu, estableció un escudo fiscal para proteger las rentas más altas. "Como máximo pagaban el 50% sobre sus ingresos. Ese era el tope".
beneficiario de francia La riqueza y las ganancias de Depardieu no están en entredicho en Francia, pero sí, en parte, la desmemoria del artista. "El dinero lo ha ganado legítimamente y eso nadie lo discute. No ha robado nada. A fin de cuentas es un actor. La gente ve sus películas", establece Iñaki, que sin embargo, rastrea las pisadas de la fortuna de Depardieu, el relato de su biografía antes de imponerse como uno de los grandes actores de la escena nacional francesa. "En gran medida él es un producto de lo que es Francia, de su proteccionismo cultural, de las subvenciones públicas que recibe el cine francés. Depardieu se ha beneficiado de ese sistema durante muchísimos años, pero ahora no quiere saber nada de pagar impuestos cuando el estado también invierte en su sector grandes cantidades. Todo lo que tiene que ver con la cultura posee un gran amparo por parte estatal". Un Estado que no quiere suyo Depardieu, al menos en lo tributario.
Fijar la residencia fiscal en la fronteriza Bélgica no supone la pérdida de la nacionalidad francesa, pero sí aprovecharse de su menor carga fiscal. "Basta con que se empadrone allí y demuestre que ha vivido seis meses allí aunque realmente no se establezca en ese pueblo. De hecho, nadie piensa que vaya a vivir allí de verdad. Se moriría de aburrimiento", expone Florent, que abre otro de los frentes: dejar de pagar impuestos en Francia, pero disponer de las atenciones del estado de bienestar galo al mantener la nacionalidad del país de origen. "Ese es otro de los motivos por los que gente critica su decisión", enfatiza Iñaki sobre el actor, capaz de decir que a él nunca le ha atendido la sanidad pública o que ha pagado el 85 % de impuestos, algo "imposible". "Estamos hablando de un tipo que ha tenido varios accidentes mientras conducía borracho. ¿A qué hospital cree que le llevaban cuando lo detenían?", lanza a modo de apunte Iñaki.
la crisis, presente Con la siniestra crisis económica tocando cada vez con mayor ímpetu la puerta del Hexágono, -"se empiezan a notar ya sus efectos", indican Florent e Iñaki-, el éxodo de las grandes fortunas, el Ministerio de Finanzas acreditó que entre 1990 y 2003 fueron unos 10.000 los contribuyentes del ISF que fijaron la residencial fiscal fuera de Francia, se ha convertido en un asunto de estado para el Gobierno del socialista François Hollande. El tributo, muy progresivo, repercute sobre un censo de 600.000 personas, lo que supuso 4.500 millones de euros para las arcas del Elíseo en 2011. Otras voces estiman, empero, que la emigración de los ricos y sus rentas para fintar la carga fiscal de Francia castigan al Estado porque deslocalizaron entre 80.000 y 100.000 millones de euros de capital durante ese periodo.
Mientras François Hollande invoca al sentimiento patriótico en un genérico "servir a Francia" para regalar los oídos de los emigrantes fiscales, los millonarios, refractarios al patriotismo, hacen la maleta para preservar la cartera. Realmente a muchos de ellos les bastaría con una muda en el equipaje de mano porque instalan su residencia fiscal a un aliento de Francia. Desean lo mejor de su país, su bienestar, pero no pagar los impuestos que posibilitan la Égalité, uno de los pilares fundacionales de la República: Liberté, Égalité, Fraternité. "Resulta perverso. Además con la situación que existe, con la crisis, deberían dar ejemplo", analiza Iñaki Zabala porque "no hay que olvidar que los impuestos sirven para que mejore la sociedad. Y sí, es verdad, pagan mucho, pero también ingresan muchísimo dinero". En ese grupo se encuentra Renaud, un afamado y adinerado cantante francés, orgulloso de su nacionalidad y de tributar grandes impuestos en su país. "He hecho mi carrera musical aquí. Se lo debo todo a Francia", suele decir. Renaud es el autor de la canción Mistral gagnant, un himno que corean millones de franceses al igual que hacen con La Marsellesa: Allons enfants de la Patrie/Le jour de gloire est arrivé! Obélix, el belga, no quiere pertenecer a ese coro.