República Dominicana recordó ayer la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina (1891-1961) y rindió honores a las víctimas de uno de los mayores represores de la historia del país caribeño y de América Latina. Entre esas víctimas figura Jesús Galíndez, quien encabezó la delegación del Gobierno vasco en Santo Domingo en 1940. La tesis doctoral que elaboraría 16 años más tarde fue la que le costó la vida por su denuncia del régimen dominicano y en la que ponía de manifiesto que Ramfis Trujillo no era hijo biológico del dictador. Ante la amenaza de la publicación de la tesis, Trujillo, con la aquiescencia de los servicios estadounidenses, ordenó en 1956 el secuestro de Galíndez, que se encontraba en Nueva York, y su traslado a Santo Domingo. Fue dado oficialmente por muerto en 1963, pero su cadáver nunca apareció.

Desde el pasado fin de semana, las autoridades dominicanas y la sociedad civil han rendido tributo a los que lucharon contra el El jefe durante la llamada Era de Trujillo, época entre 1930 y 1961 en la que se estima que murieron unas 30.000 personas y otras tantas se exiliaron en varios países de la región y de Europa. El domingo, el presidente dominicano, Leonel Fernández, inauguró el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, donde se exhiben objetos que recrean los diferentes movimientos que surgieron entre 1916 y 1978 a favor de la democracia y la independencia en esa nación caribeña. Pero la principal actividad se realizó ayer en el lugar donde fue abatido el tirano, donde se esperaba la asistencia del único superviviente del magnicidio, el general vitalicio Antonio Imbert Barrera, además de otras personalidades del Gobierno dominicano y familiares de los que combatieron contra el tirano.

Trujillo fue asesinado el 30 de mayo de 1961 en la carretera Santo Domingo-San Cristóbal cuando el coche en el que viajaba fue tiroteado por un grupo de la resistencia que recibió apoyo de la CIA para la adquisición de las armas. El vehículo recibió al menos 60 tiros, de los cuales siete impactaron contra el dictador.

Régimen sanguinario La Era de Trujillo es considerada por muchos como uno de los regímenes más sangrientos de América Latina. El 50 aniversario llega en momentos en que la figura y el régimen de Trujillo siguen siendo temas de amplia discusión y análisis por parte de historiadores, sociólogos, políticos y entidades dominicanas de diversa índole. La dictadura de Trujillo es utilizada, asimismo, para advertir de que los problemas sociales del presente podrían convertirse en caldo de cultivo e incubar un nuevo período tiránico. Trujillo asumió el poder en 1930 a través de un golpe de Estado que encabezó solapadamente contra el Gobierno del general Horacio Vásquez, a quien servía como jefe del Ejército, tras lo cual inició un rápido proceso de aniquilación de líderes nacionales. Entrenado militarmente durante la primera ocupación de Estados Unidos (1916-1924), el nuevo hombre fuerte comenzó paralelamente un amplio programa de construcción de obras públicas que dinamizó la economía dominicana. Su apoyo político lo organizó alrededor del Partido Dominicano, al tiempo que se agenciaba la colaboración de varios de los más destacados intelectuales, e iniciaba la construcción de un emporio de empresas que empezaron a engrosar sus cuentas.

Trujillo creó también el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), un temible cuerpo de represión y persecución que mantenía un control prácticamente absoluto sobre los ciudadanos, a través de un efectivo sistema de soplones que hacía a los vecinos sospechar hasta de su sombra. El grado de poder que acumuló alcanzó niveles tales que al final de su régimen se atrevió a financiar un atentado que casi cuesta la vida a uno de sus más fuertes críticos a nivel internacional, el expresidente de Venezuela Rómulo Betancourt. Los acontecimientos en torno a la muerte de Trujillo han sido recreados por varios autores, quienes coinciden en que circunstancias no previstas por los conjurados dieron al traste con la segunda parte del plan que era la toma del poder, lo que permitió al régimen iniciar una persecución contra los autores.