Bilbao

Se levantan las alfombras en el norte de África y comienza la limpieza Y lo que sale, después de décadas de autoritarismo y saqueo, no huele precisamente a rosas. La aniquilación de los derechos humanos y los desvaríos políticos perpetrados por déspotas como Hosni Mubarak, Zine el Abidin Ben Ali o Muamar el Gadafi no logran ocultar las miserias personales y excentricidades que han rodeado sus figuras. Líos de faldas, amoríos, cismas familiares dignos de un drama shakespeariano y la rapiña de los recursos de sus países por parte de los círculos más íntimos del poder dibujan un panorama que, en parte, han desvelado los famosos cables de la diplomacia estadounidense filtrados por Wikileaks.

El que se lleva la palma es, sin duda, Gadafi. Aunque en sus últimas intervenciones parece avejentado e, incluso, senil, controla aún con mano de hierro gran parte de Libia. Durante cuatro décadas de poder absoluto, se ha ido convirtiendo en un dictador estrafalario, que alternaba llamativos uniformes militares plagados de decenas de condecoraciones y charreteras con vistosos trajes de reminiscencias étnicas. Tampoco le ha hecho ascos a los tacones y gusta de maquillarse y de pintarse los ojos con khol. Su obsesión por lucir bien a sus 68 años le ha hecho recurrir en más de una ocasión al botox. Cuenta el periodista británico Robert Fisk que, ya enfrentado a la ira de su propio pueblo, le pidió a un conocido el nombre de un buen cirujano plástico que le hiciera un lifting. No le había agradado su rostro abotargado en primer plano de todas las televisiones del mundo.

Sus viajes al extranjero siempre han sido analizados con lupa. Suele acompañarse por una guardia pretoriana de amazonas supuestamente vírgenes "certificadas". Siempre elige el primer piso de los hoteles o legaciones donde se aloja para poder levantar una jaima beduina. Y tiene a gala hacer lo le viene en gana, como plantarse en la sala donde se reunían los miembros de la Liga Árabe y orinar, ante el bochorno de Mubarak, el anfitrión. O hacer que los aviones en los que viaja den grandes rodeos para evitar sobrevolar mares y océanos.

En los últimos años se le conoce otra obsesión, la enfermera ucraniana Galyna Kolotnytska, una "rubia voluptuosa" de 38 años, como la describe un diplomático estadounidense, que le acompaña allá donde va. Es su preferida entre las cuatro enfermeras ucranianas que le cuidan día y noche. Dicen de ella que es la persona que más le conoce y que vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Por lo pronto, la extremada violencia que sufre Libia ha aterrorizado a la enfermera, que se plantó a principios de semana en Kiev, eso sí, con la intención de volver a Trípoli en cuanto "papá" recupere el control absoluto.

Pero donde la charlotada se confunde con una farsa familiar, todo ello salpicado con el drama del expolio de todo el país, es en la relación de Muamar el Gadafi con sus cachorros, sus ocho hijos, aves de rapiña que junto al patriarca tienen millones de dólares en cuentas bancarias secretas en diversos países. Los cables de Wikileaks revelan las luchas entre tres de los vástagos por la franquicia de Coca-Cola o las exigencias de Mutasim, el cuarto hijo del líder libio -consejero de seguridad del régimen-, a la petrolera estatal de 880 millones de euros para crear su propia milicia. Todo el clan tiene participaciones en los sectores del petróleo, gas, telecomunicaciones, infraestructuras, hoteles y medios de comunicación.

El sucesor de gadafi

Pugna entre Saif y Mutasim

La clave sucesoria, dicen que alentada por el propio Muamar el Gadafi, también ha marcado algunos de los episodios más vergonzantes de la familia. Saif el Islam y Mutasim pugnan por el delfinato, una lucha en la que ha salido vencedor el primero, según se ha podido comprobar en la actual crisis. Y para ello no dudan en emplear la guerra sucia. Como cuando Mutasim, militar de carrera y muy temido por su poder dentro del Ejército libio, criticó a Saif por contratar para una fiesta privada a Mariah Carey por un millón de dólares, cuando en realidad era él quien había bebido los vientos por la cantante. El año pasado hizo lo propio con Beyoncé, a la que contrató para un sarao en las Antillas francesas por 1,4 millones de dólares.

Saif, virtual número dos del régimen y el que da la cara en televisión con su inglés perfecto adquirido en los más prestigiosos centros educativos europeos, se codea con lo mejorcito de la jet internacional, como el príncipe Harry de Inglaterra o el financiero Nathaniel Rothschild. Atrás ha dejado la fama de playboy y de estudiante excéntrico, que viajaba acompañado por dos panteras.

Saadi, que llegó a ser futbolista profesional, militó en el Calcio italiano, jugando en el Perugia, Udinese y la Sampdoria. Dio positivo por nandrolona y se disputó el título de peor jugador de la liga italiana. Khamis, también militar como Mutasim y al frente de su propio batallón, está cursando un MBA en la IE Bussiness School de Madrid, aunque dicen en este centro que está en paradero desconocido, por lo que podría haber vuelto a Libia.

El vástago que le ha salido más macarra a Gadafi es Hannibal. Agredió a tres policías italianos con un extintor y fue detenido por conducir a 140 kilómetros por hora con su Porsche por los Campos Elíseos de París, ciudad en la que también le condenaron por pegar a su compañera, que estaba embarazada. También fue arrestado en Suiza tras golpear a dos empleados del hotel en el que se alojaba, creando un incidente diplomático con Libia. Recientemente, en Londres, agredió a su mujer, que quería abandonarle.

La única mujer de los ocho vástagos es Alisha, a la que llaman "la Claudia Schiffer del desierto". Pese a su dulce aspecto, participó en el equipo jurídico que defendió a Sadam Husein y es considerada por los cables de Wikileaks como la más inteligente y despiadada del clan.

Leila, Historia de una ambición

De peluquera a "regente" del país

El patrón de enriquecimiento de la familia del líder y de su entorno se repitió en Túnez. El presidente Zine el Abidin Ben Ali y sus familiares se forraron durante más de dos décadas pero el verdadero hecho diferencial es el protagonismo de su segunda mujer, Leila Trabelsi, cabeza del clan Trabelsi, que, según Transparencia Internacional, controlaba entre el 30 y el 40% de la economía de Túnez. Esa maquinaria corrupta, que sacaba beneficio de todos los grandes negocios del país, la conformaba los odiados hermanos de la primera dama, que ha llegado a presidir la Organización de Mujeres Árabes, y de la que dicen su ambición era llegar a suceder a su marido y llegar a ser la primera presidenta de un Estado musulmán.

La historia de Leila Trabelsi es la de una Cenicienta que logra convertirse en reina para pasar a actuar como una bruja. De familia humildísima de doce hermanos, fue vendedora ambulante y peluquera en su juventud. Tras un matrimonio y varios amoríos, se convirtió en amante de Ben Ali -21 años mayor que ella-, en aquella época director general de la seguridad del derrocado presidente Burguiba. Tras el golpe de Estado de 1987 que le aupó a la presidencia, Ben Ali se divorció de su primera esposa y se casó con quien había sido su amante y con la que ya tenía una hija. A partir de ahí, el clan Trabelsi, una "casi mafia", según los cables de Wikileaks, se dedicó a explotar Túnez. Conocida en los últimos años como La Regenta, se calcula que es dueña de 5.000 millones de dólares en cuentas del todo el mundo.

Uno de los episodios más bochornosos de la pareja presidencial tuvo lugar cuando el derrocado Ben Ali abandonaba el país. El semanario francés Le Nouvel Observateur relató el episodio. Un gimoteante Ben Ali (74 años) se negaba a montar en el avión que le iba a llevar exiliado a Arabia Saudí. Su jefe de seguridad le cogió de un brazo y le subió casi a rastras por la escalerilla. Una impaciente Leila Trabelsi espetó a su marido: "¡Sube, imbécil! Toda mi vida tendré que soportar tus imbecilidades". Ante el aumento de la tensión, la hija mayor del presidente intervino y amenazó a quienes empujaban a su padre: "¡Dejad a mi padre o bajo y os mato a todos!".

Aunque sin llegar a la ordinariez de los anteriores, Hosni Mubarak y su familia se rigieron por los mismos modos autócratas y corruptos que los líderes de Libia y Túnez, reuniendo propiedades inmobiliarias suntuosas dentro y fuera de Egipto, y miles de millones de dólares en cuentas secretas.