Marta Blázquez es la cara amable y la voz clara del sector de la distribución, probablemente el eslabón más débil y expuesto del mundo del automóvil. Aunque las relaciones entre fabricantes y concesionarios están en constante evolución, estos últimos siguen desempeñando una valiosa labor como nexo de unión entre las marcas y el público.

¿Qué sensación le despierta el panorama del sector del automóvil en 2024?

—La primera palabra que me viene a la cabeza es ‘estancamiento’. El mercado no ha empezado bien, con apenas un 3% de crecimiento con respecto al primer trimestre de 2023. Pero lo más preocupante es el estancamiento de las matriculaciones de vehículos electrificados. Para nosotros este año era clave para que España saliera del ‘letargo eléctrico’, y por eso venimos ofreciéndonos al Gobierno para abordar el retraso que arrastramos; pero han pasado ya tres meses y no vemos movimiento alguno. Necesitamos iniciativas que supongan un antes y un después para la implantación del eléctrico en nuestro país y, sobre todo, que acerquen estas nuevas tecnologías a una base más amplia de la ciudadanía.

Aunque las ventas no van como se esperaba, algunos fabricantes están ganando más dinero que nunca.

—Es cierto que el año pasado fue histórico para los beneficios de marcas y fabricantes, pero no tanto para los concesionarios, que vieron descender su rentabilidad con respecto a 2022. El hecho de que tras la pandemia hubiera cuellos de botella en la fabricación, menos oferta, tiene que ver con estos buenos resultados. Pero ese escenario ya cambió el año pasado y, con más oferta, el esfuerzo promocional y la presión para atraer a los compradores han aumentado; con ello, hay menos rentabilidad de las redes. Pese a la mayor oferta de vehículos en el mercado, hay que proteger el resultado de los concesionarios.

La economía vasca recibe una importante aportación de la industria auxiliar del sector de la automoción, al que está estrechamente vinculada. ¿Ve motivos para la preocupación o para el optimismo?

—Si algo ha demostrado nuestra industria de componentes para la automoción es su importancia, su capacidad de adaptarse y de innovar. Pese a los profundos cambios que está experimentando el sector, yo sí vislumbro un futuro prometedor para la industria auxiliar del País Vasco, y de todo el país, porque están haciendo muy bien las cosas y porque se sustenta en empresas sólidas y muy internacionalizadas.

La electrificación marca el devenir de la industria del automóvil en los últimos tiempos. ¿Es una realidad o continúa siendo una apuesta de futuro?

—Entre todos tenemos que hacer que sea una realidad. Y se puede, como ya ocurre en otros países europeos; es cuestión de tocar las teclas adecuadas. Los objetivos de descarbonización también son una realidad, y nuestra industria ha sido capaz de hacer un enorme esfuerzo en desarrollos tecnológicos y en economía para que los podamos cumplir. Ahora necesitamos que gobiernos y administraciones públicas acompañen este proceso con medidas que lo faciliten.

“Los gobernantes han forzado a los fabricantes a adoptar apresuradamente el coche eléctrico, producto que no figura entre las necesidades acuciantes del público, que lo percibe más como un problema que como una solución”. ¿Diría que esta visión se ajusta a los hechos?

—El peso de la descarbonización de la movilidad está recayendo en nuestra industria, y también en el ciudadano. Se le está pidiendo un esfuerzo similar, al verse obligado a cambiar su vehículo de combustión por otro cero emisiones que, en la mayor parte de los casos, se escapa de sus posibilidades económicas. Este es el problema. Por eso, nuestro punto de vista es que la descarbonización ha de ser la suma de la electrificación, pero también de la renovación del parque. Hay que dar una respuesta a quienes, con un vehículo antiguo, no pueden acceder ahora mismo a estas nuevas tecnologías electrificadas, pero quizá sí a modelos de combustión. Hay que dar una respuesta a ciudadanos afectados por las Zonas de Bajas Emisiones, con rentas bajas, que necesitan adquirir un vehículo más eficiente y seguro. Galicia ha puesto en marcha a primeros de año su plan Renueva tu vehículo, que en apenas un mes ha renovado más de 1.100 vehículos de su parque ahorrando un 63% de CO2. El ejecutivo vasco también tiene una propuesta en esta misma línea, y la volveremos a presentar al Gobierno que salga de las urnas, ya que la edad media del parque en Euskadi sigue empeorando y ya alcanza 14,5 años.

Los objetivos de descarbonización fijados por las autoridades europeas parecen hoy inalcanzables. ¿Hay que revisarlos, o implementar soluciones alternativas?

—De momento nadie parece estar prestando mucho interés por las próximas elecciones europeas del mes de junio, pero para nuestro sector son fundamentales, porque lo que se decide en la Unión Europea marca el devenir del automóvil y de la movilidad. Comparto la idea “give me tools, not to many rules” (dame herramientas y no tantas reglas), y me gustaría que el nuevo Parlamento que salga de las urnas se detenga a estudiar si los plazos y los objetivos de descarbonización son realistas. Sobre todo, si mantienen un equilibrio entre asegurar el futuro de la industria del automóvil, el necesario avance hacia una movilidad que conviva con nuestro planeta, y las necesidades y posibilidades reales de los ciudadanos de la Unión.

Hay marcas que ya han empezado a reconsiderar algunas decisiones, decantándose más por la hibridación que por la electrificación pura e incluso prolongando la vida útil de modelos térmicos más allá de lo previsto.

—Bien, esto casa con lo que viene diciendo el sector: las tecnologías electrificadas tendrán que convivir todavía muchos años con las tecnologías de combustión. Dicho esto, el futuro será eléctrico principalmente, pero no será la única opción cero emisiones. En este proceso, el hidrógeno o los combustibles sintéticos han de ser tenidos en cuenta e impulsados por las políticas que se diseñen desde los gobiernos.

¿Comparte la impresión de que, sin subvenciones, el eléctrico no cuaja, como se constata en Alemania, Italia y también España?

—Lo que realmente carbura son las ayudas fiscales. Está demostrado que, en aquellos países en los que se ha apostado por ayudar fiscalmente a empresas y ciudadanos para adquirir vehículos electrificados o instalar puntos de recarga, la cosa ha funcionado. Y no hace falta irse fuera de España, porque Navarra lidera la penetración de los electrificados en el mercado gracias, en gran medida, a una deducción de hasta el 35% en el IRPF.

La transición tecnológica para propiciar la descarbonización continúa siendo una asignatura pendiente del sector. Precisa fondos públicos que ayuden a sufragar la compra de VE e incentiven la retirada de coches obsoletos. ¿La ve en peligro a causa de la prórroga presupuestaria en 2024?

—El Plan Moves acaba el 31 de julio de este año y confiamos en que, pese a la falta de nuevos presupuestos, se busque el mecanismo para que siga habiendo ayudas a la adquisición de vehículos electrificados. Eso sí, esas ayudas tienen que reconfigurarse para que sean más eficientes y fáciles de tramitar. No contemplamos otro escenario que el de la continuidad de las ayudas.

Discrepar, no tanto del rumbo como de la hoja de ruta de la electrificación, empieza a tener un coste reputacional en forma de acusaciones de ‘negacionismo’, ‘retardismo climático’ y ‘greenwashing’, a veces replicadas por voces reclamando “menos ideología y más tecnología”. ¿Se moja?

—Creo que ningún sector productivo importante ha sido capaz de hacer una transición de la envergadura y la velocidad como la que está acometiendo el automóvil para responder al reto medioambiental. ¿Hay negacionismo en el impresionante desarrollo de tecnologías cero emisiones? ¿Hay negacionismo en que el sector sea el primer prescriptor de estas tecnologías? Sí creo, sin embargo, que esta transición se ha teñido muchas veces de ideología o de posicionamientos muy extremos que no han ayudado, y que han faltado medidas concretas.