Es el hombre paciente, un excelso gestor de las carreras dominicales. Es, de algún modo, la contraposición al visceral Jorge Martín, que acostumbra a entregar todo lo que tiene en cada momento. Francesco Bagnaia sabe reservarse para aguardar el momento ideal, su momento. De hecho, parecía haber claudicado del debate por la victoria en el Gran Premio de Catalunya cuando todavía no se había alcanzado el ecuador. Pero es esa clase de pilotos que esconde un as bajo la manga, que parece muerto y resucita. 

Corría la undécima vuelta de las 24 pactadas cuando Pedro Acosta, el único piloto al que se le intuía capaz de combatir en el cuerpo a cuerpo con Jorge Marín por la gloria, se rebozó en la grava, impetuoso el joven, deseoso de celebrar su vigésimo cumpleaños e inmerso en la búsqueda de esa primera victoria que le hubiese convertido en el piloto más joven de la historia en ganar una carrera de MotoGP. Parecía tener tomada la medida de Martín cuando perdió la adherencia en el tren delantero. La situación podía invitar a pensar que Martín tenía el triunfo en el bolsillo. Rodaba el madrileño con más de un segundo sobre Bagnaia, que se alzaba a la segunda posición pero con la sensación de que se había despedido del dúo de cabeza. Pero Bagnaia es como los gatos.

Detrás, Marc Márquez progresaba como las hormiguitas, ese animal escogido para decorar sus cascos, poco a poco pero sin pausa. Trabajo estajanovista. Es infinito en moral y ambición. Arrancó decimocuarto y se colocó octavo en los primeros metros. “No ha sido una salida tan buena”, consideró sobre una escalada ciertamente al alcance de pocos. Condenado por sus discretas actuaciones en las tandas de calificación, su talón de Aquiles, volvía a tener trabajo por delante para alimentar la esperanza de disputar el título.

Bagnaia, como adormilado, reaccionó de pronto para hacer vibrar. “Cuando he visto dificultades delante, he empujado más. Estaba muy enfadado después de la caída del sábado y sabía que teníamos potencial para luchar por la victoria”, analizó el italiano, que gracias a su economía en el consumo de neumáticos pudo recurrir a un ritmo divino. 

Lo que parecía resuelto dejó de estarlo. En la vuelta 18, Bagnaia dio caza a Martín. Solo un giro después, el campeón saltó al liderato. El italiano dio continuidad a su progresión y Martín renunció de manera inteligente a un duelo poco rentable, consciente además de la delicadeza que exigía la erosionada pista. “Pecco tenía algo más y a mí no me quedaba nada”, confesó el líder del campeonato, que pese al segundo puesto sale reforzado como líder del Mundial. El madrileño llegó a Montmeló con 38 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado, que era Márquez, y abandona Catalunya con 39 puntos sobre Bagnaia, que pese a ello bajó los humos a Martín y desfogó su frustración sabatina con un corte de manga dirigido a la curva 5, esa que le hizo rodar por el asfalto el día anterior.

Mientras, Márquez lidiaba con el riesgo, sabedor de que cada punto es dosis de esperanza. La apuesta de montar una goma blanda trasera daba margen a la incógnita, ¿sostendría el ritmo?, pero ha demostrado que pese a ser un novel con la Ducati, es un gran gestor de recursos. “He escogido soft porque era la única solución para poder atacar al principio”, esgrimiría a posteriori.

A solo tres vueltas del final, el perseverante Marc ganó la tercera plaza y resistió ante el empeño del voluntarioso Aleix Espargaró de cerrar su última carrera en casa con un podio. “Estoy muy contento. Lo siento por Aleix”, dijo Márquez, que repitió una remontada similar a las de Le Mans, donde partió decimotercero el sábado y el domingo y terminó segundo, y a la del sábado en Catalunya, donde arrancó decimocuarto y acabó segundo. Esta vez terminó tercero, pero con gratas sensaciones. Vive condenado a la épica. “En un circuito difícil hemos podido estar de nuevo con los pilotos punteros”, valoró, consciente de que su losa son las qualifyings. Si es capaz de desabrocharse ese lastre, es posible que pueda inmiscuirse con asiduidad en la lucha de Martín y Bagnaia, e incluso que pueda ser campeón.