Era el título que le faltaba a la ya designada hace diez días emperatriz de Lavapiés: reina de los bares. De los que permanecen abiertos, por supuesto, sin la menor incidencia en lo sanitario, según desliza ABC en su primera. "La mortalidad en Madrid, por debajo de la media con bares y tiendas abiertas", proclama el vetusto diario. La (presunta) explicación está en el subtítulo: "Los datos de la tercera ola desmontan la estrategia de Moncloa de señalar a Díaz Ayuso ante el repunte de casos y la cercanía de las elecciones".

Todo eso tiene su traslado a las páginas de interior y, cómo no, al editorial: "Sánchez está de precampaña electoral, y si para ello tiene que criminalizar a Madrid presentándola como la capital europea de la borrachera y la fiesta desbocada, y no como una resignada síntesis efectiva entre salud y economía, el presidente lo hace sin dificultad". Es prácticamente la misma tesis del columnero Luis Ventoso que, después de negar que la capital se llenara de borrachuzos foráneos, remata así: "Si la llegada de franceses y alemanes a Madrid supone un problema sanitario hay un único culpable de no impedirlo: Sánchez, que pasa de todo. Lo siento por el pobre Gabilondo, que necesita agarrarse a lo que pueda para intentar flotar; pero Madrid no es Magaluf".

Desde Vózpuli, Guadalape Sánchez ve la apuesta y la sube. Agarrarse cogorzas en pandemia es ejercer la libertad. Lean: "Ayuso tomó las riendas y decidió llevar a la práctica, con no poco éxito, lo que los juristas conocemos como la ponderación de los derechos fundamentales en conflicto, en este caso, salud, trabajo y libertad deambulatoria".

Lo que pasa es que le tienen manía a la lideresa, viene a decir en La Razón José María Marco. A ella, y a su añorada inspirada: "En otras palabras, Aguirre en su momento y ahora Díaz Ayuso se las arreglan para reforzar la identidad de Madrid, su conciencia de ciudad y comunidad, enfrentándose sin remilgos a quienes quieren acabar con ellas, subrayando además la dimensión nacional de la confrontación. Entre las muchas libertades que ofrece Madrid está también la de dejar atrás, por fin, la identidad izquierdista, tan previsible, tan tediosa". El título de la columna, "Las madrileñas en guerra", tracatrá.

Adiós, vicepresidente Iglesias

Hoy es un día marcado en azul para las plumas diestras: Pablo Iglesias deja de ser oficialmente vicepresidente. Y eso merece una despedida, como la de Jorge Vilches: "Los buenos nos hemos levantado hoy con la mala nueva. Esa noticia que ha puesto orinocos de lágrimas en nuestros ojos. Hoy se va el mesías, el Conducator, el caudillo del proletariado militante, el Perón de Vallecas. No cierres la puerta al salir, porque tenemos que ventilar".

La Razón le da una alegría al irónico Vilches. No hay motivo para las lágrimas porque Iglesias seguiré siendo lo que es sin serlo. "Moncloa asume que Iglesias será vicepresidente en la sombra", porfía en primera el diario de Marhuenda, antes de añadir: "Preocupa que tenga mayor potencial para desestabilizar tras su salida del Gobierno". Vamos, que ni contigo ni sin ti.