Los ácaros, esos feos bichitos microscópicos que se encuentran flotando en el polvo, son la principal causa de asma, una afección respiratoria que, generalmente, viene acompañada de rinitis alérgica. Después de la alergia al polen, la alergia a los ácaros es la segunda más frecuente entre la población. Según los datos recogidos por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), dos millones de personas, aproximadamente, sufren alergia a los ácaros, y el número de afectados varía según la zona geográfica en la que viven, teniendo especial impacto en las zonas costeras por culpa de las altas humedades y temperaturas.

Los estudios epidemiológicos llevados a cabo en el Estado estiman que en torno a un 21-22% de la población general es alérgica a uno o más elementos. De ellos, una cuarta parte presenta alergia a los ácaros, lo que arroja una prevalencia de este tipo de alergia del 5,1%.

Los síntomas más característicos de este tipo de alergia son similares a los de otras. Así, aparece congestión nasal, estornudos, asma y enrojecimiento de la piel. Pero en cambio, este tipo de alergia no es estacional, como puede ser la del polen, que se concentra especialmente en primavera, coincidiendo con el proceso de efervescencia de árboles y plantas.

Los alérgicos a los ácaros han de lidiar contra su sintomatología durante todo el año, pues el polvo está en el ambiente de forma perenne. No obstante, es otoño el momento del año en el que más fuertes son los síntomas, debido a que es cuando se dan las condiciones de humedad y temperatura más propicias para la proliferación de estos organismos. Por eso, no es casual que la mayor parte de los alérgicos a los ácaros muestre sus primeros síntomas durante los meses otoñales. Otro momento crítico es cuando comienzan las primeras lluvias del año y ponemos en marcha la calefacción, lo que va unido a que ventilemos menos nuestras viviendas por la llegada del frío. De este modo, favorecemos que los ácaros mantengan su ciclo vital.

Por lo general, los primeros síntomas de la alergia a los ácaros suelen manifestarse durante los primeros cinco años de vida, aunque pueden aparecer a cualquier edad. Y, si bien la predisposición genética es un condicionamiento fundamental para la susceptibilidad a padecer enfermedades alérgicas respiratorias, puede no resultar determinante si no existe exposición a estos alérgenos. Ahora bien, cuanto mayor es la exposición a estos organismos en los primeros años de vida, mayor probabilidad de desarrollar sensibilizacióny y con ella asma alérgica, rinitis y dermatitis atópica.

Composición del aire

El ambiente ideal en el que viven los ácaros se produce a temperaturas de entre 20 y 25° con una humedad del 75%. Por debajo del 65%, no se observan poblaciones viables, y, por debajo del 45%, los ácaros desaparecen del todo. Para explicarlo, los expertos lo explican de una sencilla manera. La humedad determina el número de ácaros capaces de vivir en un ambiente, mientras que la temperatura señala el tiempo necesario para completar su ciclo vital.

El clima de Canarias, con alta humedad ambiental y temperatura constante de entre 25 y 28º favorece el crecimiento de estos microorganismos. Igual ocurre en el norte, la cornisa cantábrica, Galicia, Levante y el resto de zonas costeras. Tal y como refleja un estudio de la SEAIC, el 73% de pacientes con rinoconjuntivitis alérgica en Canarias son alérgicos a los ácaros; seguidos por Euskadi, con un 62%) y Asturias (60%). Galicia (55%); Baleares (50%), Cataluña (48%); Valencia (44%) y la zona sur (25-38%). En el área central, con un clima seco y mayores oscilaciones de temperatura, su supervivencia es más difícil y la prevalencia de alergia a ácaros es más baja. Así, el porcentaje en Castilla-León para pacientes con rinitis y/o asma es del 29% en Castilla-León y sólo del 7% en Aragón y en Castilla-La Mancha.

Cómo reducir los ácaros

Pero entonces, ¿cómo podemos combatir esta alergia si vivimos en una zona con proliferación de ácaros? Pues, más allá de tomar antihistamínicos, de la misma forma que se prescriben en el resto de tipologías alérgicas, debemos intentar eliminar el polvo en los espacios cerrados. Muchas veces es la pescadilla que se muerde la cola. La persona que tiene alergia no puede encargarse de limpiar, pero esto se soluciona fácilmente utilizando una mascarilla a modo de protección. También se aconseja evitar las alfombras, por ser propensas a acumular polvo, usar aspiradoras de alta eficacia y lavar la ropa a alta temperatura. Y lo más importante, ventilar con frecuencia para controlar la temperatura. Favorecer la luz solar y disminuir la humedad con la ayuda de un deshumidificador.