Más allá de las polémicas vividas en los últimos meses por las reivindicaciones de las jugadoras de la selección contra la Federación Española de Fútbol, que terminaron con la salida de Luis Rubiales de la presidencia (tras el beso no consentido a Jenni Hermoso) y con numerosos cambios organizativos, el fútbol femenino está creciendo notablemente en los últimos años en profesionalismo y en seguimiento. Así se ha podido comprobar tanto en el nivel de la selección española, que se ha proclamado campeona del Mundo con brillantez en Australia y Nueva Zelanda, como en las audiencias de ese torneo y de los dos recientes partidos de la Nations League. En el último de ellos, disputado hace unos días en Córdoba, se batió el récord de asistencia a un partido de la selección femenina, con más de 14.000 espectadores y todas las localidades vendidas.

Unos cambios, claramente a mejor, que ha vivido a la perfección Irene Paredes Hernández, una de las capitanas de la selección, a la que acudió por primera vez en 2011 y que a sus 32 años lleva muchas temporadas al más alto nivel, conquistando numerosos títulos. Natural de Legazpi, con sus 1,78 metros es una solvente y autoritaria central que goza de un buen dominio del juego aéreo y un carácter y una capacidad de liderazgo que nadie pone en duda y que expresa tanto dentro del campo como fuera.

Con Alexia Putellas y Jenni Hermoso, celebrando el Mundial 2023. E.P.

Sus casi cien partidos como internacional, cifra que en la historia sólo han alcanzado Alexia Putellas y Jenni Hermoso, dan para mucho, aunque nunca le han hecho perder su humildad ni despegar los pies del suelo, pese a ser la única jugadora que ha disputado las tres Eurocopas y los tres Mundiales que España ha jugado en la última década. Algo inimaginable cuando a sus 3 años pegaba patadas a un balón en la plaza que tenía al lado de su casa en Legazpi. Paredes viene de una época en la que los equipos de fútbol no tenían una sección femenina, con lo que de pequeña se decantó por el judo y después por el atletismo.

No fue hasta los 14 años cuando pudo empezar a jugar a fútbol. Debutó en 2005 con el equipo de su pueblo, la SD Ilintxa, pero se disolvió al año siguiente y se marchó a la SD Urola (Zumarraga-Urretxu). Una temporada después firmó por el Zarautz, donde compitió otro año gracias a que su padre la llevaba y traía mientras ella aprovechaba para estudiar en el coche. Hasta los 17 años compatibilizó fútbol y atletismo, donde destacó en pruebas combinadas y en lanzamiento de jabalina, disciplina en la que llegó a lograr el récord absoluto de Gipuzkoa en 2008 siendo cadete. 

De la Real Sociedad al Athletic

Siendo todavía menor de edad recibió la llamada de la Real Sociedad, equipo de la máxima categoría, una propuesta ante la que se vio obligada a renunciar al atletismo, porque no podía seguir con ambos deportes. Fue así como en 2008 debutó en Primera División y jugó nada menos que 27 partidos. Tres campañas estuvo en el cuadro guipuzcoano hasta que le llegó una propuesta del Athletic, el eterno rival, y la aceptó. “La realidad era que en ese momento el Athletic era más profesional y estaba luchando por títulos, así que hubo que dejar de lado los sentimientos y guiarse por lo profesional”, rememoraba años después, recordando un cambio que llegó casi a la par que su debut con la selección.

Con el equipo bilbaíno jugó cinco temporadas, culminando el lustro con un título de Liga (2015-16) en una campaña en la que anotó ocho goles, cifra muy destacada para una defensa central. Es entonces cuando decidió dar el salto al extranjero. La Liga española todavía andaba lejos del nivel que tenían las de otros países y aceptó una oferta del Paris Saint-Germain, uno de los grandes clubes europeos. Otras cinco temporadas pasó en la capital francesa, cosechando una Copa (2018) y una Liga (2021), y siendo incluida en el once ideal europeo en 2017.

Paredes volvió a considerar que cinco años eran suficientes y quiso regresar. Lo hizo al Barcelona, un club que estaba haciendo las cosas muy bien, arrasando en España y comenzando a codearse con los grandes equipos continentales. Ahora ha arrancado su tercera campaña en el club catalán, tras dos tremendamente exitosas. En la primera ganó la Liga, la Copa, la Supercopa y perdió la final de la Champions ante el Lyon. En la segunda, repitió títulos de Liga y Supercopa (en la Copa fueron eliminadas en octavos de final por alineación indebida ante Osasuna) y logró su primer título europeo, la Champions, con una gran remontada (3-2) ante el Wolfsburgo alemán.

Con las camisetas de Real Sociedad, Athletic, Paris Saint-Germain y Barcelona.

Un éxito al que se ha sumado el del reciente Mundial, una cita que pensó que se podía perder al quedar durante bastantes meses fuera de la selección. Paredes no fue una de las quince jugadoras que pidieron mediante un e-mail no ser convocadas exigiendo mejoras, pero sí las apoyó como capitana que era de la selección en aquel momento. Según aseguró, ella, que siempre ha sido muy clara a la hora de reclamar lo que unas jugadoras profesionales merecen, prefirió decir las cosas a la cara a quien se las tenía que decir. A partir de ahí no vivió su mejor momento personal y Jorge Vilda prescindió durante un tiempo de ella. Volvió antes del Mundial, al igual que Jenni Hermoso o Alexia Putellas, pero el seleccionador la despojó de la capitanía mientras ella vivía la triste noticia del fallecimiento de su padre.

Ahora la ha recuperado tras todos los cambios vividos en la Federación a raíz del beso no consentido de Rubiales a Hermoso, ya que la sustituta de Vilda, Montse Tomé, dejó a las jugadoras elegir a sus capitanas y así decidieron que el brazalete lo llevaran Paredes, Putellas, Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey.

Consu mujer, el día en que se convirtió en madre de Mateo, en 2021. Instagram (@ireneparedes4)

Madre, defensora de la mujer y los derechos LGTBI y universitaria

Si hay una palabra que puede definir a Irene Paredes es compromiso. En todo, en su vida profesional, pero también en la personal, mojándose en las causas que entiende justas y reivindicando derechos y mejoras en pos de la igualdad. Apasionada de la lectura, llegó a ser columnista de El País durante el Mundial de fútbol de Qatar, el de hombres. Porque a la de Legazpi, que nunca ha olvidado sus orígenes (organiza desde hace años en su pueblo un campus que lleva su nombre para niños y niñas) siempre le ha gustado expresarse. Y formarse. Estudió INEF en Vitoria pero desde entonces ha querido seguir preparándose. Un máster de profesora de Secundaria y ESO, otro on line de Deporte Adaptado o un curso de Inteligencia Emocional así lo atestiguan. O su esfuerzo por aprender francés cuando jugaba en el Paris Saint-Germain.

Paredes no entiende un mundo sin igualdad y por eso ha querido reivindicar en numerosas ocasiones la lucha contra la violencia machista (“me da mucha rabia que cada año se ponga el contador de fallecidas a cero”, dijo en una entrevista), la igualdad de la mujer y los derechos para el colectivo LGTBI, al que ella misma pertenece, algo que lleva con absoluta naturalidad.

Está casada con la exinternacional bilbaína de hockey hierba Lucía Ybarra, a la que conoció cuando ambas competían, cada una en su deporte, en la Real Sociedad y que le envió un mensaje de ánimo gracias a amigos comunes cuando Paredes viajaba a jugar el Mundial de 2015 en Canadá. Una conversación que acabó una relación que no se truncó con la marcha de la futbolista a París cuando sólo llevaban ocho meses juntas. Un mes después Ybarra, ya retirada, se fue a vivir con ella a la capital parisina.

Ya llevan ocho años de relación, y hace dos años fueron madres de Mateo. Su hijo, su perra y su furgoneta, en la que intentan escaparse cuando pueden, forman parte de una vida que intentan llevar con la máxima tranquilidad posible, algo que últimamente ha sido complicado. De hecho en los últimos días ha tenido que testificar sobre el espinoso asunto de Rubiales y otros miembros de la Federación que habrían presionado a Hermoso.

Con el brazalete arcoíris, reivindicando los derechos del colectivo LGTBI. RFEF