Finalmente no ha resultado seleccionada para ir a los Oscar, pero 20.000 especies de abejas ha sido mágica para Estibaliz Urresola (Laudio, 1984). No solo por todos los premios y alabanzas que ha cosechado, sino por lo que ha supuesto para su creadora, quien ha debutado en el largometraje tras su corto, Cuerdas, con una historia de búsqueda de la identidad. Y precisamente identidad no parece faltarle a Urresola, quien celebra el cine y los logros de mujeres cineastas como ella que van abriéndose paso en el séptimo arte. Cuando estudió cine, en el temario no existían mujeres directoras, lamenta, hasta que en un ejercicio de análisis fílmico le tocó ver El piano, de Jane Campion. Una película que le hizo conocer otra mirada y, a su vez, ver de otra manera el cine.

Todo son buenas noticias últimamente para el cine de vasco. En tu caso, haber sido preseleccionada para ir a los Oscar con tu película 20.000 especies de abejas ya es un todo un premio, ¿no? 

-Sí, totalmente. Aunque finalmente nuestra película no ha sido la seleccionada todo el equipo hemos recibido tantas noticias tan maravillosas que ahora mismo nada puede empañar todo lo sucedido.

Has estado en la terna con Víctor Erice. Un cineasta, también vasco, y con una filmografía muy personal también.

-Sí, y para mí ha sido todo un honor estar ahí al lado, pues Erice es para mí un referente, ya no sólo por el cine que hace, sino también por cómo lo hace y porque es un director que se ha mantenido también muy fiel a sí mismo frente a los embates de la industria. Ha tenido una filmografía muy selecta y no se ha dejado llevar por esas corrientes a favor y en contra que se pueden dar cuando se crea un fenómeno sobre alguien o sobre una obra. Es una persona con los pies en el suelo y eso también es algo que admiro en un autor, no sólo su obra.

Acaba de finalizar Zinemaldia, el Festival de Cine Internacional de Donostia-San Sebastián y has participado como una de las cineastas que aparecen en el documental A Pulmón, de Bertha Gaztelumendi y Rosa Zufia. ¿Qué ha supuesto para ti formar parte de este proyecto?

-Creo que este documental es una herramienta que puede ser muy útil para generar reflexión en torno a las temáticas que aparecen en los testimonios de las mujeres cineastas que participamos y congregar nuestras distintas perspectivas, porque ser mujer cineasta tampoco nos convierte a todas en la misma cosa, ya que todas hemos tenido distintas experiencias y distintos límites.

-Cuando estudiaste cine, ¿aparecía alguna mujer directora en vuestro temario?

-La verdad es que durante los estudios de cine no, a excepción de una cineasta alemana que puso su talento al servicio del régimen nazi para hacer cine propaganda. Pero claro, siendo ese el contexto, era una figura con la que me resultaba muy difícil identificarme… Y fuera de los estudios, cuando era joven, también descubrí a Katherine Bigelow, pero me quedaba muy lejos. No fue hasta que nos tocó hacer un análisis fílmico de El piano, de Jane Campion, cuando descubrí una nueva forma de mirar el mundo y de entender el cine.

¿Y a día de hoy eso ha cambiado? 

-Creo que seguramente esté cambiando, porque nadie es ajeno al hecho de que las mujeres directoras no hemos estado, no porque no hayamos existido, sino porque no se nos ha contado y yo creo que esta percepción es cada vez más compartida y más evidente. También creo que cada vez hay muchas más mujeres penetrando en todas las esferas, desde políticas hasta académicas y eso tiene que estar reflejándose en el currículum académico.

"Cada vez hay muchas más mujeres penetrando en todas las esferas"

¿Crees que por el hecho de ser mujer te han mirado con más desconfianza a la hora de solicitar financiación? 

-Mira, no creo que sea una cuestión que se planteen de forma peyorativa, sino que al final es una cuestión de inercias y hábitos. Es más lógico que al final acabes apostando por hombres directores cuando son capaces de demostrar más trabajos hechos anteriormente, pero eso se convierte en la pescadilla que se muerde la cola, porque si no tenemos acceso a hacer una película no podemos demostrar nuestra capacidad. Y es necesario tener la oportunidad de hacer no solo un trabajo, sino tener la oportunidad de hacer varias. Muchos hombres cineastas, tras un par de películas fallidas, todavía continúan haciendo cine y tienen la oportunidad de seguir desarrollando sus carreras. En cambio, la trayectoria de una mujer cineasta es juzgada de forma más severa y sus errores son más criticados. A veces hace falta errar y probar cosas nuevas que a lo mejor no dan el resultado esperado para que luego puedas conseguir una película que tenga éxito. Y también es necesario tener seguridad y no pensar que porque cometas un error te van a echar de la industria directamente y no vas a tener más oportunidades.

En tu caso, ¿sientes también presión con el ‘boom’ que ha supuesto tu película a la hora de iniciar un nuevo proyecto?

-Claro, ahora hay más presión añadida. Corres el peligro de un globo, que se va inflando e inflando y puede reventar. Si nadie está mirándolo, no pasa nada, porque nadie se va a dar cuenta, pero si es al contrario sí. En mi caso, intento no poner demasiada atención en esa cuestión para que no se convierta en un monstruo que me acompaña y para poder crear con libertad de nuevo y poder acercarme a los temas que me interesen en el momento y no a los que crea que van a tener mayores efectividad. Ojalá pueda mantener esa visión, pero es obvio que toda esa expectación y esa atención afecta y condiciona.