La gofrera de Lidl es ese tipo de aparato que parece un capricho hasta que lo tienes en casa. En cuanto entra, se vuelve rutina de fin de semana, ideal para una merienda improvisada o para un postre rápido sin encender ni siquiera el horno. La gracia está en que no hace falta ser muy cocinillas: mezclas, viertes, cierras y en unos minutos tienes un gofre con textura crujiente por fuera y tierno por dentro. Cuando un producto así acumula cientos de valoraciones positivas, suele ser porque cumple en lo básico: calienta rápido, no se pega y no ocupa media cocina.

El dato clave de esta gofrera es la potencia de 1200 W. En gofres, la potencia es casi todo, porque determina el tiempo de calentamiento y la capacidad de sellar la masa para que quede bien dorada. Con 1200 W, el aparato alcanza temperatura con rapidez y mantiene calor estable cuando se echa la mezcla, evitando el típico gofre pálido o blandito de máquinas flojas. Eso se traduce en cocciones más uniformes, mejor textura y menos espera entre una tanda y otra, sobre todo cuando cocinas para varias personas.

Gofrera Lidl Lidl

Personalización del desayuno

Otro punto fuerte es que incorpora termostato regulable con niveles de tostado continuos y control electrónico del dorado. En la práctica, esto te permite ajustar el resultado sin pelearte con 20 botones: más claro si te gusta suave, más oscuro si lo quieres crujiente. Ese margen es importante porque cada masa reacciona distinto: no es lo mismo un gofre clásico, uno con cacao o un gofre salado.

La superficie de cocción lleva recubrimiento antiadherente ILAG sin PFAS, un detalle que cada vez pesa más en compras de cocina. Esto significa que el gofre se despega sin romperse y que la limpieza se hace con un paño húmedo sin rascar. Además, implica evitar ciertos compuestos químicos muy discutidos en utensilios antiadherentes.

Tamaño para cocinas reales

Una cosa que se agradece es que no es un trasto enorme. Sus medidas rondan los 24,7 x 20,4 x 10,4 cm, con carcasa de plástico y placas de aluminio, y un cable de aproximadamente 1 metro. Esto la convierte en un aparato fácil de guardar en armario o en una balda sin invadir la encimera. En cocinas pequeñas, que son la mayoría, este tipo de formato es clave.

Un clásico del desayuno

Los gofres tienen un origen mucho más antiguo de lo que parece y nacen en la Europa medieval. Sus antecesores eran unas obleas sencillas de harina y agua que se cocinaban entre dos planchas de hierro con dibujos; esos hierros se usaban incluso para preparar obleas religiosas y, con el tiempo, pasaron a la cocina popular. A partir de los siglos XIII y XIV esas planchas se profundizaron y las masas empezaron a llevar huevos, leche y fermentos, dando lugar al gofre tal y como lo entendemos hoy, con su relieve de “panal” característico.

Gofres con moras Pixabay

El nombre deriva de palabras neerlandesas y francesas similares a “wafel” o “gaufre”, y su gran expansión llegó desde territorios que hoy asociamos a Bélgica y Países Bajos, donde se consolidaron las variedades clásicas que luego se extendieron por toda Europa y, ya en los siglos XIX y XX, por Estados Unidos y el resto del mundo.