La visita de la fragata Presidente Sarmiento a Bilbao al comenzar el siglo XX supuso la coincidencia de tres naciones. Por un lado, la visitante argentina, una nación emancipada a principios del siglo anterior precisamente del reino que ahora visitaba. Por otro lado, la nación española, conformada en ese siglo XIX sobre los restos de un imperio colonial, fracasado definitivamente tan solo cuatro años antes tras una última derrota militar. Y, finalmente, la nación vasca, que en la última década había comenzado a tomar conciencia de su identidad resistiendo los esfuerzos de la administración estatal para que desapareciera. Sobre lo que ocurrió en este encuentro van a tratar las siguientes líneas.
Habiendo anunciado el buque escuela su visita con varios meses de antelación hubo tiempo para preparar unos actos de bienvenida a sus tripulantes que no podían imaginar. Este recibimiento comenzó ya desde que la Sarmiento fondeó en el Abra el 5 de junio de 1902, dirigiéndose a ella con tal motivo numerosas embarcaciones que transportaron a la fragata a una comisión de la Diputación de Bizkaia, otra del ayuntamiento de Portugalete y diversas personalidades.
Este primer día de su llegada, los concejales nacionalista vascos del Ayuntamiento de Bilbao les dirigieron este mensaje a los marinos argentinos:
“Siempre ha sido la hospitalidad una de las prendas características del pueblo vasco. Siempre las puertas de nuestro hogar han estado abiertas para el extranjero que en son de paz quiso honrarnos con su hospedaje modesto, pero sincero y leal: ¿Cómo no estarán hoy para recibir la visita de amigos con que nos honra una tan gallarda representación como sois de la República Argentina, insignes caballeros, bravos marinos y militares? ¿Cómo no estarán abiertos para esa digna embajada que nos envía una tierra colonizada por nuestros padres y que aún hoy es albergue de tantos compatriotas nuestros, para una nación que entre los más preclaros patricios cuenta con tantos hijos de nuestra raza? ¡Bienvenida sea la Fragata Presidente Sarmiento! ¡Bienvenidos los nobles argentinos que la han guiado al vasco golfo y han dado fondo en puerto bizkaino! Mensajera de paz y amor, sabrá el Atlántico, del Ocaso al Oriente, unir en estrecho lazo a la República que es con la que fue, a los hijos con la madre. Sea portadora a su regreso, a través del océano, del grito de entusiasmo con que ofrecemos el fraternal abrazo: ¡Viva la República Argentina! ¡Viva el Pueblo Vasco!”
Al día siguiente la tripulación argentina desembarcó iniciando una serie de visitas que les habían preparado para que conocieran, a lo largo de una semana, diversos lugares de Bizkaia. Aparte de Bilbao, Portugalete, el santuario de Begoña, las minas de Gallarta, los Astilleros del Nervión, los altos hornos de Barakaldo, el edificio de las Juntas Generales, ya abolidas, y el Árbol de Gernika.
Entre los numerosos actos que los bizkainos prepararon para agasajo y honor de los argentinos, con recepciones, conciertos y banquetes, es destacable la colocación de una placa con el nuevo nombre de Buenos Aires a la importante calle que hasta entonces se había denominado De la Sierra, y que se sigue llamando así desde entonces todavía hoy en día. Las fotografías del acto permiten ver la asistencia de una gran muchedumbre. En palabras del españolista Enrique Areilza, más conocido como el doctor Areilza, “hemos tenido los argentinos de la fragata Sarmiento haciéndoles una semana de fiestas que jamás se hubieran soñado. No he podido comprender todavía la utilidad de tanto entusiasmo y agasajo (…)”.
Sabino de Arana estaba preso por haber intentado enviar un telegrama de felicitación a Roosevelt por la concesión de la independencia a Cuba
El malestar gubernamental ante este apoteósico recibimiento de los vascos a los argentinos no podía ser mayor pero la represión de este tipo de actos, además organizados por autoridades municipales y provinciales, no parecía fácil, circunstancia aprovechada por los nacionalistas vascos. La vía represiva encontraría su base inicial precisamente en el mensaje de los concejales. Baldomero Villasante, alcalde liberal de Bilbao, lo criticó, pidió su censura por el resto de los concejales y acabó ordenando al secretario que lo pusiera en conocimiento del Gobierno español. El nacionalista Azaola pidió someter la cuestión a votación y el alcalde le retiró la palabra a él y a otros nacionalistas que protestaron ordenando que constara en acta su “desobediencia”.
José de Echanove, gobernador civil, el 18 de junio ordenó la suspensión de los concejales nacionalistas en el Ayuntamiento de Bilbao, nada menos que once, por considerar que su mensaje suponía “(…) un deseo manifiesto de separación de la madre Patria, puesto que felicitar a una nación extranjera en nombre de un partido o fracción que usa el adjetivo nacionalista, sin añadir español, [y por si esto fuera poco] ataca a la Constitución, una e indivisible, que no señala ni admite denominaciones parciales representativas de las diversas regiones que forman el Estado”. Como hasta a él mismo estas cuestiones teóricas le pudieron parecer insuficientes para suspender a estos cargos electos añadió que su actitud en la sesión municipal había sido “levantisca”. No parece que se hubiera dado cuenta de que cuando en el mensaje se decía “las puertas de nuestro hogar han estado abiertas para el extranjero que en son de paz quiso honrarnos” se hacía una clara alusión al ejército español que se había hecho con el control del País Vasco tras el final de la última guerra carlista autodenominándose “ejército de ocupación”.
Sabino de Arana, el fundador y líder del Partido Nacionalista Vasco estaba enfermo y preso en la prisión provincial de Larrinaga desde el 30 de mayo por haber intentado enviar un telegrama de felicitación al presidente de los Estados Unidos de América por la concesión de la independencia a Cuba. Esta suspensión de los concejales supuso para él la evidencia, como culmen de la represión gubernamental con multas, cárcel y clausuras de sedes y periódicos, de que su partido no era ya viable en el sistema vigente. Llegó a comparar su situación con la de los anarquistas, que recurrían a la violencia y a los que no se le permitía presentarse a las elecciones, considerando que era peor, ya que pudiendo presentarse y tras todos los esfuerzos que suponía hacerlo y ganar las elecciones luego eran anulados.
Cuatro días después de la suspensión de los concejales nacionalistas en Bilbao, el 22 de junio de 1902, se publicó, sin firma, en La Patria, el artículo de Sabino de Arana titulado “Grave y trascendental”. Ante el incesante y duro acoso de las autoridades estatales a que se veía sometido el nacionalismo vasco, proponía fundar un nuevo partido que no tuviera como objetivo conseguir la independencia de Euskadi, acatando literalmente la unidad del Estado que los españolistas identificaban con España, trabajando en lo que fuera posible por el bien del País Vasco. Este proyecto, finalmente, se vería abandonado.
La estela de la fragata argentina Presidente Sarmiento ya había desaparecido del Golfo de Bizkaia tras su marcha de nuestro país, así como probablemente el asombro que les causo a sus tripulantes el excepcional recibimiento recibido, que no su recuerdo, que debió ser muy duradero. El 8 de noviembre se celebró la segunda y última sesión del juicio a Sabino de Arana. Fermín Moscoso, juez presidente del tribunal, se dirigió a los miembros del jurado popular para influir en su decisión y entre otras cosas les dijo: “A mí me es imposible, por ley, tratar el asunto como lo han hecho el fiscal y el defensor, pero repito que la ley no puede prohibir al presidente ser español hasta la médula de los huesos. Yo no digo que ese que se sienta ahí sea culpable o no, yo no digo que el partido nacionalista sea español o antiespañol; pero la verdad es que se trata de averiguar si realmente hay aquí levadura separatista. El presidente, lo repito es español y tiene que venir aquí a defender a España”.
Era el mismo espíritu que hemos visto que había animado a Baldomero Villasante, como alcalde de Bilbao, y a José de Echanove, como gobernador civil. Pero el jurado popular tenía otro espíritu y tras escuchar a este juez absolvió a Sabino de Arana de los delitos de los que se le acusaba y este pudo finalmente recobrar su libertad para el año que le quedaba de vida.
El autor: Luis de Guezala
Doctor en Historia y máster en Archivística por la Universidad del País Vasco. Responsable de la Hemeroteca ‘Uzturre’ y de la Biblioteca del Archivo del Nacionalismo de Sabino Arana Fundazioa.