A nadie se le escapa la importancia de la prensa a la hora de estar informado; bien sea a través del tradicional soporte en papel –como es el caso presente– o a través del formato digital, relativamente novedoso y cada vez más demandado. Esta prensa compite en la actualidad con las grandes plataformas de búsqueda a la hora de lograr información sobre un hecho concreto o si queremos ampliar una noticia que nos interesa. La prensa –en sus diferentes formatos– sigue desempeñando una importancia crucial a la hora de recabar conocimiento sobre la actualidad diaria, si bien hoy día comparte protagonismo con otros medios como la radio, la televisión o incluso los libros. Sin embargo, eso no ha sido siempre así; si retrocedemos en el tiempo –y cuanto más retrocedamos más evidente es– veremos que la importancia de la prensa escrita es tanto más grande cuantos más años nos retrotraemos al pasado.

De hecho, y en el periodo que nos ocupa –el primer tercio del siglo XX y hasta la Guerra Civil– era el principal medio de comunicación de masas, con diferencia. Las razones son evidentes: la radio apenas llevaba unos pocos años de existencia –en el Estado español se inicia en 1924– y muy pocos hogares disponían de una; la televisión no existía más que en fase experimental –las primeras emisiones públicas, muy limitadas, datan de los años 30 en Gran Bretaña–, y los libros no estaban al alcance de cualquiera; el precio medio de uno de ellos rondaba entre las cinco y las siete pesetas, lo que era algo más de la mitad del salario diario de un trabajador cualificado de Bizkaia o de un funcionario de rango bajo en los años treinta. Estos inconvenientes hicieron de la prensa el medio más eficaz –y casi único– de información en la Euskadi del primer tercio del pasado siglo.

Pero la prensa, en una sociedad cada vez más politizada como lo era la vasca de aquella época, no solo servía de canal de información, sino también de formación ideológico-política. Así, de hecho, los grandes partidos vascos del momento utilizaron con profusión este medio para formar a sus respectivas militancias. Un periódico costaba en la época republicana cerca de 15 céntimos diarios –a través del sistema de suscripciones salía aún más barato– y contaba con entre 12 y 15 páginas con un contenido ideológico generalmente muy marcado. De hecho, de la veintena larga de cabeceras que se distribuían en Euskadi y Navarra sólo una de entre las más importantes era independiente: El Noticiero Bilbaíno, con una tirada cercana a los 13.000 ejemplares diarios.

‘La Gaceta del Norte’, diario católico no adscrito a un partido en concreto, comentaba así los resultados de la jornada. ‘La Gaceta del Norte’

Todos los grandes partidos de aquel entonces comprendieron la importancia de usar la prensa escrita para formar a su militancia y conseguir nuevos adeptos. Los primeros fueron los carlistas, que contaban con algunos de los diarios más conocidos del momento, como El Pensamiento Alavés, El Pensamiento Navarro o La Constancia, este último en Gipuzkoa. Sin embargo, el holding periodístico carlista se había ido debilitando con el paso del tiempo y para principios de los años treinta había dejado paso a otras cabeceras más pujantes de otras ideologías, como lo eran El Liberal, de tendencia republicano-socialista o el diario Euzkadi, órgano oficial del Partido Nacionalista Vasco y el más leído por los vascos, junto con el citado El Liberal, ambos con una tirada cercana a los 30.000 periódicos al día. El tercer gran diario en cuanto a tirada, La Gaceta del Norte, era de ideología católica y no estaba adscrito a ningún partido en concreto, aunque con el tiempo derivó hacia un espectro más hacia la derecha. Editaba cerca de 15.000 periódicos al día en los años treinta.

Desde ‘Bizkaitarra’

De hecho, entre los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco, ya desde sus inicios, se tuvo perfectamente clara la importancia de la prensa escrita en la difusión del ideario jeltzale. Hay que recordar a este respecto que la primera publicación periódica nacionalista, teóricamente semanal –Bizkaitarra– data de 1893, anterior por tanto a la creación del propio Partido. No en vano a los primeros jelkides se les denominaba bizkaitarras, en alusión al semanario. Tras la muerte de Sabino Arana los siguientes dirigentes nacionalistas continuaron su labor propagandística dando una gran importancia a la prensa escrita y contaron con sucesivas cabeceras, de distinta periodicidad y suerte, hasta que en 1913 aparece el diario Euzkadi, que se convierte en el órgano oficial nacionalista y que acabará siendo, como se dice más arriba, uno de los diarios más leídos –si no el que más– del País.

Pero no era el Euzkadi el único periódico de ideología jelkide. Con la prensa diaria del PNV pasaba lo mismo que con sus sedes y sus organizaciones paralelas, como comentábamos en un artículo anterior. Así, de la misma forma que el Partido tenía un gran número de asociaciones y grupos culturales y deportivos bajo control, pero con distinto grado de vinculación con aquél, con la prensa pasaba lo mismo. Desde muy pronto los dirigentes jeltzales se dieron cuenta de que el Euzkadi, como diario portavoz de la formación política, llegaba hasta un límite de lectores: los más identificados con la ideología nacionalista.

El diario jeltzale ‘Euzkadi’ resaltaba el 14 de abril de 1931 su victoria en el municipio de Bilbao. ‘Euzkadi’

Pero fuera quedaba una gran masa de simpatizantes –e incluso afiliados– que por las circunstancias que fueran decidían no significarse tanto políticamente y preferían comprar prensa más “neutra”. Así, para un afiliado o militante del Partido residente en una zona en la que el PNV era fuerte –como lo era por ejemplo la Bizkaia rural en los años treinta– comprar y exhibir el Euzkadi no suponía problema alguno. Pero quizá si lo era, por ejemplo, en la zona minera o en la Margen Izquierda, donde socialistas y republicanos tenían una considerable implantación.

Al ser periódicos destinados en su gran mayoría a sostener o difundir un determinado credo político, no buscaban una rentabilidad económica

En esos casos había otras cabeceras también cercanas al nacionalismo –y controladas por él– que cumplían la misma función sin significarse demasiado: diarios como La Tarde –editado en Bilbao y de carácter vespertino–, El Día, que se distribuía por Gipuzkoa, La Voz de Navarra en Iruña… y así hasta poco menos de una decena de cabeceras. Con el añadido, además, de que no sólo se adaptaban ideológicamente al potencial lector, sino que llegaban a especializarse por sectores profesionales o sociales: así, el sector obrero disponía del semanario Lan Deya, vinculado a Solidaridad de Trabajadores Vascos, los agricultores podían comprar el –también semanario– Argia, e incluso los niños tenían su publicación específica: Poxpoliñ.

Esto hacía que el nivel de penetración de la prensa jeltzale en la sociedad vasca fuese altísima: el PNV controlaba, de una forma u otra, ocho de los más de veinte diarios que se distribuían en Euskadi y Navarra, con un índice de penetración de su prensa cercana al cuarenta por ciento del total que se editaba para los tiempos de la II República.

Un diario transversal

Mención especial merece el diario Excelsior –desde 1931, Excelsius–, editado por la misma empresa jelkide –la Sociedad Tipográfica General– que sacaba los diarios bilbaínos Euzkadi y La Tarde. Nació en los años veinte, en plena dictadura de Primo de Rivera, como diario deportivo –el primero en Euskadi– aunque también incluía información política lo suficientemente “neutra” como para sortear la censura de la dictadura. Tuvo una considerable aceptación y aficionados a los deportes de todos los credos políticos lo adquirían convirtiéndose, sin duda, en el diario más transversal del periodismo vasco de la época: aunque dirigido por nacionalistas, y por ello nunca contrario a las ideas de Sabino Arana, su carácter de diario de deportes lo hizo inmensamente popular y, al parecer, rentable. Hasta el punto de ayudar económicamente al diario Euzkadi en determinado momento cuando el órgano oficial de PNV pasó por dificultades económicas puntuales.

‘El Nervión’ era un diario monárquico de escasa tirada. Esta era su portada el día de la proclamación de la República. ‘El Nervión’

Y esta fue también una de las características de la prensa vasca tanto nacionalista como no nacionalista: al ser periódicos destinados en su gran mayoría a sostener o difundir un determinado credo político, no buscaban una rentabilidad económica a toda costa. En realidad parece que dejaban un margen de beneficios más bien escaso. Evidentemente, las grandes cabeceras no solían perder dinero de forma habitual, pero en determinados momentos, por los datos que tenemos, varios de ellos pasaron por apuros económicos puntuales. En estos casos eran respaldados bien por personas o familias concretas –la familia Urquijo para el caso de La Gaceta o bien Horacio Echevarrieta para El Liberal– o por una legión de pequeños inversores –en el caso del Euzkadi casi la mitad de sus accionistas eran afiliados o simpatizantes de limitados recursos–. Aparte de, evidentemente, los ingresos que producía la publicidad en todos ellos, que podía llegar a suponer el cuarenta por ciento de la recaudación de un periódico en concreto.

Además de la prensa diaria, el PNV y sus organizaciones afines contaron, sobre todo durante el período republicano, con multitud de semanarios –algunos citados más arriba– que tuvieron mayor o menor fortuna editorial. Para antes de la Guerra Civil aparecieron más de una veintena de ellos, que tengamos noticia. En varias ocasiones desaparecieron a los pocos números. En otras, su número fue único, bien por falta de medios o por decisión propia. También hubo ejemplares cuya misión era conmemorar un acontecimiento concreto, sin que los editores tuviesen intención de publicar más de un número. A este respecto sirva de ejemplo el cuidadosamente encuadernado ejemplar del Aberri Eguna de 1932, el primero en la historia del nacionalismo vasco.

En resumen, podríamos decir que en una época como la del primer tercio del siglo XX el poder político de la prensa era enorme, y todas las grandes ideologías presentes en el País –republicanos, socialistas, derechas y nacionalistas– contaron con medios editoriales tanto para informar como para formar a sus masas. En este sentido el holding periodístico que supo crear el Partido Nacionalista Vasco fue ejemplar, bien estructurado y ciertamente decisivo para la difusión del credo jeltzale, pudiéndose comparar a otros entramados periodísticos a nivel estatal. Y ciertamente le sirvió también de defensa y de trampolín de respuesta ante los ataques dialécticos que pudieran venirle desde otras posiciones políticas.

El autor: José María Tápiz

(Bilbao, 1966) es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (1997) y profesor emérito de la Universidad de Kansai Gaidai (Japón, 1998-2007). Autor de numerosos estudios sobre nacionalismo vasco e historia vasca reciente, está especializado en la historia del Partido Nacionalista Vasco durante la II República Española (1931-1936).