MATEO Balbuena Iglesias es el varón de mayor edad de Euskadi. Cumplirá 110 años el 21 de septiembre. De forma tan inesperada como inverosímil, el periodista se lo encuentra a sus 109 calendarios en la huerta de su precioso caserío de Amurrio quitando a mano las hierbas malas que atosigan a sus deliciosas fresas. “Pruebe una, estas sí tienen sabor”, invita quien fue teniente del batallón Leandro Carro del partido comunista. “Riquísima”. A día de hoy, que sepamos, solo quedan con vida dos soldados del Ejército de Euskadi: este miliciano y el gudari Juan Azkarate, de Bermeo quien, también visitado por DEIA esta semana, se cura en positivo de una rotura de cadera. Aquella generación se acaba.

Su mente es prodigiosa hasta el grado de que en 2017 publicó su último libro titulado Impotencia política de las fuerzas asalariadas. Lo firma él, que en 1964 fue finalista al Premio Planeta. Todo un erudito de la Economía. Un hombre que, entre muchas publicaciones, tiene una autobiografía con un título cuanto menos curioso: El viejo inútil.

Participó en 1934 en la huelga de Oviedo, y en 1936, ya en Euskadi, tomó parte en el acoso a los cuarteles de Loiola

A sus 109 años sigue queriendo cambiar el mundo. Hasta los 105 daba charlas de Economía aplicada. Rejuvenece cuando alguien se interesa por su saber. Aún hay grupos de personas que lo visitan para escucharle hablar. Lo cierto es que es una enciclopedia viva y con un léxico superior. No crean que su edad le impide ser la mente que fue. Los conceptos siguen muy vivos. ¿Quieren una prueba? Lean: “No hago una incitación a la revolución en términos radicales, son sugerencias a la acción política bajo un explícito programa de principios simples: democracia política en la esfera de las relaciones generales, democracia social en el trabajo social en cooperación, y libertad social para quienes por sí ejerzan profesiones directas con los beneficiarios o consumidores”.

Ese es Mateo, el de 109 años nacido en un pequeño pueblo de León, el de las fresas de su huerta en la pedanía alavesa de Lezama. Esa es su mente de ahora. Ese el Balbuena, quien no acude a votar “por dignidad humana”, argumenta. Es el viudo de Consuelo Lopetegui, mujer que murió hace tan solo ocho meses a los longevos 102 años de edad. Enferma desde hace un tiempo con los pulmones encharcados, falleció tan solo una hora y cuarto después del 109 cumpleaños de Mateo en un hospital. “Mi padre –aporta su hija Alicia– ya se había despedido de ella, le animé a no ir a verla fallecida. Él aceptó”.

Mateo Balbuena en Txibiarte.

Mateo Balbuena en Txibiarte.

Sumaron 78 años casados y como personas autónomas. La vida de esta vizcaina natural de Barakaldo también es de libro y con una sapiencia culta. Se presentaba como “maestra, agnóstica y librepensadora”. En su testimonio para el libro 31 vidas antifascistas vascas narraba: “Vi el Guernica en París, cuando se estrenó en la Exposition Internationale de 1937. Me hizo mucha ilusión. Había oído hablar en casa del bombardeo de Gernika. Los republicanos nos lo contaban y resulta que estaba ante el cuadro de Picasso. Espero que no suene vanidoso, pero fui una de las primeras en verlo. Ahora está en todas las casas”.

Mateo Balbuena es actualidad, además, porque la corporación del pueblo leonés en que nació, Villamartín de Don Sancho, aprobó por unanimidad que el nuevo centro social de la localidad lleve su nombre. Es ya una realidad de reconocimiento a quien, tras el golpe militar de 1936, constituyó tres batallones del Ejército de Euzkadi: el Leandro Carro, del PC, en recuerdo al abuelo del lehendakari Ibarretxe; el Bakunin, de CNT; y el Araba, del PNV. “Solo los del PNV tenían ropa de combate. Nosotros íbamos con la nuestra”, y señala la gabardina de la imagen. “Esa foto se sacó –apunta con la azada– en aquel monte: Txibiarte. Las armas, esa que se ve ahí, también se las pedíamos al PNV”, recalca quien, además, llegó a teniente de Carabineros en el Ejército Republicano.

Nació el 21 de septiembre de 1913 en Villamartín de Don Sancho, León. Fue teniente del Batallón Leandro Carro (PC) y de Carabineros en el Ejército Republicano. Es el mayor de diez hermanos y el único vivo. Eran tantos que de niño le enviaron a servir a un comercio de Asturias. Allí, una frase le caló: “Lo que está ocurriendo en Rusia es muy importante”. Comenzó a leer cuanto caía en sus manos y a frecuentar el Ateneo Obrero de Gijón.

En 1932, ingresó en las Juventudes Comunistas y le nombraron Secretario de Agitación y Propaganda. Participó en la huelga del 34 en Oviedo y se trasladó a Cruces. En Barakaldo, participó en la fusión de las Juventudes Socialistas Unificadas de Euskadi y fue secretario local. El 17 de julio de 1936 convocó una reunión urgente de la JSU para requisar armas en Olabeaga, Lutxana, y “el 22 de julio, una docena de milicianos salimos de Bilbao a San Sebastián a rendir a los rebeldes en el Hotel María Cristina. El 24 participamos en el acoso a los cuarteles de Loiola”.

Amenazada Orduña, se movilizó un centenar de milicianos comunistas, anarquistas y socialistas, en seis camiones, a las órdenes del capitán Espías, y ya encuadrado en el batallón Leandro Carro, le nombran teniente: “Nos abandonan o traicionan los altos oficiales, pero mi sección se mantuvo dispuesta a resistir”. Tras evacuar Bilbao, es herido en la mano izquierda y le retiran a Santander y a Gijón. Al perderse Gijón, abandona el hospital y en un pesquero llega al El Havre (Francia). Pero retorna al Estado por Figueres. Le nombran instructor de la 65º Brigada. Ante la derrota republicana arenga a su tropa para huir a Francia y continuar desde allí la lucha.

Tras 28 días de travesía, vestido de civil, es apresado en Broto (Huesca), juzgado en Jaca y encarcelado. Queda libre. Logra empleo en una mina ubicada “sobre Bilbao” por las mañanas, y por las tardes imparte clase. Retomó la lucha clandestina con el EPK-PCE y, en 1942, fue detenido y encarcelado en Larrinaga, prisión de Bilbao. “Franquín –como despreciaba a Franco– nos quitó todo y nos dedicamos a vivir de ahorros, de la huerta, y a escribir, liberados del capitalismo. Lo digo en uno de mis libros: con el capitalismo la clase trabajadora queda aislada, de ahí el lloriqueo. El trabajador sigue por la necesidad de la burguesía de desarrollar sus propios valores. Los artesanos sí son conscientes de su trabajo”.

Este comunista irreductible se informa a diario en el caserío que su mujer heredó del histórico músico Arriaga. “Nacemos con la cosa de subsistir. Somos 8.000 millones de personas en el mundo, todas diferentes. No es normal, por lo tanto, que haya solo un sistema para todos, el capitalismo. Es mentira que produzca libertad e igualdad”, concluye este hombre que siempre ha sido vegetariano y hace ejercicios físicos y mentales a diario.