Pocas tradiciones hay tan arraigadas como la de comer 12 uvas la medianoche del 31 de diciembre, al ritmo de las 12 campanadas, para dar la bienvenida al Año Nuevo. Si bien esta costumbre data de al menos 1895, se estableció en 1909 cuando al parecer, en diciembre de dicho año, algunos viticultores alicantinos incitaron a ello para vender mejor el excedente de su cosecha de uvas.

La leyenda establece que comer las doce uvas conduce a un año de buena suerte y prosperidad. En algunos países se cree que aleja a las brujas y el mal general, aunque esta magia es tratada como un legado antiguo, y en la actualidad se ve como una tradición cultural para dar la bienvenida al año nuevo.

Habitualmente, la familia toma las uvas en casa después de la cena de Nochevieja, pero el ritual se lleva a cabo también en los cotillones que incluyen cena, tras el ágape. Así, las uvas se convierten en protagonistas de los primeros instantes del día de Año Nuevo. Suelen ser uvas frescas y de color verde, si bien en países como Portugal o en algunos de Latinoamérica, se comen 12 uvas pasas.

De lo que no hay certeza es de la razón de que sean 12. No se sabe si es por los 12 meses del año, una uva por cada mes; o si es por las 12 campanadas, una uva por cada toque de campana. Realmente se podrían compaginar las dos motivaciones. En cualquier caso, la creencia popular establece que quien se coma las 12 uvas al compás de las campanadas tendrá un año próspero.