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La depresión de Italia

La ‘Azzurra’ reaviva el debate nacional sobre el nivel del fútbol italiano al verse obligada a disputar la repesca del próximo marzo para no quedarse sin participar en la Copa del Mundo por tercera vez consecutiva

La depresión de ItaliaEFE

Cuando Cesc Fábregas irrumpió en el banquillo del Como en la temporada 2023-24, desembarcó una revolución. El técnico catalán logró ese mismo curso el ascenso a la Serie A. Veintiún años después, este club de Lombardía regresaba a la máxima división del Calcio. Una temporada más tarde dejó a los blanquiazules en la décima posición, una permanencia más que holgada. Actualmente Fábregas tiene afincado al Como en el séptimo lugar de la clasificación. Una fulgurante escalada nada habitual entre la élite. Fábregas es sin lugar a dudas uno de los entrenadores mejor valorados en Italia a tenor de los éxitos en esta primera experiencia profesional en los banquillos

Pese a los resultados, Fábregas ha venido siendo víctima de un debate que impera en Italia y en el que subyace una preocupación que se arrastra desde años atrás: el estado de salud del fútbol italiano. Paradójicamente, a medida que el Como crecía deportivamente, en paralelo se acentuaba la ausencia de jugadores italianos entre sus filas. Al entrenador catalán se le acusaba de una nula predilección por jugadores locales, una política de que de extenderse al resto de clubes podría tener dramáticas consecuencias para el combinado nacional, ese que desata pasiones al otro lado de los Alpes. El runrún viajaba en la maleta de los éxitos del Como, hasta que Fábregas atajó con hartazgo la cuestión: “Entre un joven español y un italiano, siempre me quedo con uno vuestro. ¡Pero no tenéis ninguno!”. ¿Qué significaba eso? Quizás esa respuesta se encuentre ahora reflejada en la Italia de Gennaro Gattuso.

En Italia el fútbol es orgullo nacional. Es razón para la alegría. Es consuelo para el desamparo. Es un asunto visceral. Es un sentimiento. El fútbol en Italia es pura vida. Y la selección italiana es la expresión del estado anímico de millones de italianos. Por eso ahora Italia vive bajo la depresión. Por tercera vez consecutiva, el combinado nacional puede quedarse fuera de la Copa del Mundo, ese paraíso que tanta felicidad ha dado al país, el segundo con más títulos junto a Alemania (4) y solo superado por Brasil (5).

Pio Esposito trata de levantarse durante el encuentro ante Noruega.

Primera participación, primer título

Italia se abrazó al fútbol sin medianías, de forma radical. “Vivir o morir”, dictaminó amenazante el fascista Benito Mussolini cuando el país ejerció de anfitrión en el Mundial de 1934. La cita brindaba la oportunidad de demostrar la superioridad racial del pueblo italiano a través del balón. La selección albergaba la responsabilidad de manifestar la razón de ser de los italianos. Italia levantó su primera Copa del Mundo tras decidir no acudir a la primera edición, en 1930 en Uruguay. Estalló el júbilo. Los italianos eran los mejores en ese deporte que presumen haber inventado en Florencia.

Al éxito de este primer concurso le seguirían los de 1938, 1982 y 2006. Entremedias solo quedó la mancha de Suecia 1958, la única Copa del Mundo que la Azzurra se perdió hasta Rusia 2018. Y ahora, tras fallar también en Catar 2022, la tercera selección con más participaciones (18) en el mayor evento del fútbol internacional tras Alemania (20) y Brasil (22) puede encadenar tres ausencias consecutivas. Por de pronto, disputará la tercera repesca seguida para tratar de estar en el Mundial que el próximo verano acogerán de manera conjunta Estados Unidos, México y Canadá.

Puede decirse que la crisis de Italia se remonta a la resaca del éxito de Alemania 2006, donde Fabio Cannavaro levantó el trofeo. En el Mundial de 2010 la decepción ya fue mayúscula al ser eliminada en la fase de grupos con solo dos puntos producto de dos empates. La siguiente edición, 2014, no fue muy distinta, al ser de nuevo apeada en la primera fase con solo tres puntos obtenidos por una pírrica victoria, la única en dos certámenes. Pero cuando parecía que Italia no podía rendir con mayor discreción, las incomparecencias en Rusia 2018 y Catar 2022 demostraron que sí, que siempre hay margen para ahondar en una historia dramática. Y este relato de depresión aún no ha tocado a su epílogo: estos dos decepcionantes episodios pueden tener un tercero.

"No podemos quedar en ridículo"

La Azzurra de Gattuso se aferra ahora al clavo ardiente de la repesca para evitar su tercera ausencia tras concluir la fase clasificatoria en segunda posición, con 18 puntos, superada por los 24 de Noruega, que aplicó las dos derrotas que figuran en el casillero italiano (3-0 y 1-4), y que 28 años después volverá a concursar en un Mundial. El pueblo italiano sigue desgarrándose las vestiduras. Las viejas heridas permanecen abiertas. Las cabezas están gachas, por debajo de los hombros de una Italia de memoria triunfal. Aunque la esperanza nunca muere en una pasión que es histriónica. “Fallamos, pero tenemos que reflexionar porque no podemos quedar en ridículo ante el primer revés. Las palabras ya no bastan, tenemos que demostrarlo con hechos”, bramó Gattuso.

De no alcanzar la clasificación, Italia estará ante prácticamente toda una generación perdida. Los más jóvenes que disputaron el Mundial de 2014 fueron Verratti, De Sciglio y Perin, nacidos en 1992. Ninguno de los que estuvieron integrados en aquella selección figura en la actual, y los que nacieron en la siguiente década solo han visto la Copa del Mundo desde el televisor. Es decir, no hay solo jugador de los citados por Gattuso que haya disputado un Mundial.

Gianluca Scamacca se lamenta por la derrota frente a la selección noruega.

El clavo ardiendo

Los play-off de marzo brindarán la oportunidad de reconducir la situación: dieciséis selecciones jugarán la repesca por el botín de cuatro plazas. Para obtener el billete deberán ganar la semifinal y la final, disputadas a partido único. Dos victorias separan a Italia del Mundial. La ilusión de repetir la ilógica actuación de 2020, cuando en medio de una crisis Italia conquistó la Eurocopa, siempre estará ahí. Al final, el fútbol se vive en Italia como se hacía en los coliseos del imperialismo romano: desde los extremos. Se mece entre el todo y el nada, se acuna entre la vida y la muerte.  

Porque si hay éxitos se extinguirá el debate y si hay fracasos perdurará la preocupación por el nivel del fútbol nacional. Quizá así, sin tonos grisáceos, se viva con mayor regocijo la victoria. Por cierto, en la última jornada de la Serie A, el Como de Fábregas no presentó a ningún italiano en su alineación inicial y solo dos formaron parte de la convocatoria.