Ya queda un poco más lejos su estancia en Bilbao, pero el partido de mañana en San Mamés volverá a activar en la mente de Marcelino García Toral las vivencias acumuladas durante el año y medio, entre enero de 2021 y mayo de 2022, tiempo en que ejerció de entrenador del Athletic. Tampoco se trata de su primera visita profesional defendiendo otro escudo, pues tal hecho ocurrió el pasado abril y coincidió además con uno de los momentos cumbre de la historia moderna del club rojiblanco, la consecución del título de Copa. Meta que a Marcelino se le escurrió en dos oportunidades en 2021, ante Real Sociedad y Barcelona.
Ocho meses atrás, el técnico asturiano formó parte del pasillo de honor con el que el Villarreal recibió a los flamantes campeones. Luego, el partido demostró que las celebraciones de los días previos pasaron factura en las filas de los de Ernesto Valverde. Demasiado festejo para cosa buena que, sin embargo, estuvo cerca de no tener consecuencias. Parejo igualó en el tiempo añadido y de penalti un gol de Sancet. Lo cierto fue que el rendimiento del Athletic, que jugó todo el segundo tiempo contra diez por expulsión de Comesaña, no le hizo acreedor al triunfo.
Por aquel entonces, las diferencias entre ambos conjuntos eran notorias. Especialmente, en la clasificación. El Athletic, aparte del éxito copero, se mantenía en la parte alta de manera ininterrumpida desde el inicio del curso y así es como siguió colocado a finales de mayo, a la conclusión del torneo de la regularidad. Fue quinto, logro que le devolvía al escaparate continental tras seis cursos de abstinencia. Por el contrario, el Villarreal que Marcelino dirigía desde noviembre tras la destitución de Pacheta, quien previamente había suplido a Quique Setién, llevaba un retraso considerable que, finalmente le supuso quedarse fuera de Europa, pese a la reacción que protagonizó en la segunda vuelta.
El club dirigido por la familia Roig contrató a Marcelino con la esperanza de reeditar la satisfactoria experiencia compartida entre 2012 y 2016, que arrancó con el ascenso a la élite, donde enlazaría tres plazas europeas (dos veces sexto y uno cuarto) en los años siguientes. Lógicamente, los directivos atendieron sus peticiones y trajeron cuatro internacionales a coste cero en el mercado de enero (Bailly, Gonçalo Guedes, Mosquera y Traoré). El desenlace no fue el ideal, pero se aproximó bastante: el denominado submarino amarillo escaló hasta el octavo puesto, concluyendo a solo cuatro puntos del Betis, que accedió a la Conference League.
Retomado el rumbo con el librillo de Marcelino, en verano el Villarreal volvió a echar las redes para ofrecerle una plantilla mejor. Aunque tardó en amarrar algunas de las incorporaciones, se registró un goteo constante hasta totalizar nueve (Conde, Gueye, Kambwda, Pepé, Ayoze, Luiz Junior, Barry, Logan Costa y Bernat), una renovación sufragada con las salidas de Sorloth, Jorgensen, Brereton, Cuenca y Mojica. Y aún sobró dinero. El número de bajas fue mayor, pero Marcelino, además de empezar la campaña de cero, pudo conservar el núcleo duro del grupo y trató de protegerlo con la llegada de gente potente y de envergadura o tipos curtidos en otras ligas punteras.
La gran ventaja del Villarreal en el presente ejercicio, por ejemplo, respecto al Athletic, es que posee un calendario incomparable en términos de densidad. No competir en el plano internacional ha favorecido que ostente una buena colocación en la tabla desde bien pronto, que aún conserva pese a haber disputado catorce jornadas: se halla a tres puntos del Athletic con dos partidos menos, de modo que le puede igualar en San Mamés.
Lo que seguro no figuraba en las previsiones de Marcelino es el adiós prematuro a la Copa, un frente en teoría muy atractivo para su club. El miércoles fue eliminado en segunda ronda por el Pontevedra, equipo de 2ª RFEF. Los gallegos, no contentos con obtener el único gol del emparejamiento a tres minutos del final, fueron capaces de negarle la iniciativa al Villarreal y amasaron un 76% de posesión, que se dice rápido. “Es un palo duro, inesperado, pero como máximo responsable me equivoqué en varias cosas, en mentalizar a los jugadores o en elegir”, declaró el técnico. Y añadió: “He visto a un Villarreal desconocido respecto a lo que venimos haciendo en la liga”.
Una obviedad, de lo contrario no se entendería lo acontecido en Pasarón, estadio sin parecido alguno a aquel barrizal de los sesenta y setenta. Bueno, pues una vez despejada del todo la agenda, Marcelino se centra en una liga donde sus jefes le van a exigir acabar entre los seis primeros. Ello significa codearse con el Athletic en una carrera con un primer asalto directo mañana a la tarde. Desde luego, el accidente de la Copa se convierte en un acicate extra para el asturiano, más si se repara en que el Athletic, no con los suplentes precisamente, el mismo día realizó un enorme gasto para superar al Madrid.